PARO GENERAL. La renovación sindical, otra deuda de la democracia

El paro convocado por el sindicalismo opositor fue contundente por la adhesión de los gremios del transporte público y el efecto “miedo”. El relato resiste, ahora, con las cifras de la pobreza. ¿Los sindicalistas son “vitalicios” en sus cargos?

Télam Buenos Aires 09/06/2015 Los servicios urbanos y suburbanos de colectivos, trenes, subterráneos y Premetro se encuentran esta mañana paralizados como consecuencia de la medida de fuerza impulsada por el sindicalismo opositor, por lo que en las calles sólo se ven autos particulares y algunos taxis. Vista de la estación Federico Lacroze del ferrocarril Urquiza. Foto: Victoria Egurza/Télam/ddc
La estación Once, casi vacía.

Hugo Moyano y Luis Barrionuevo pueden seguir amenazando al oficialismo (del cual, el primero fue aliado hasta la muerte de Néstor Kirchner) gracias a los eficaces gremios del transporte, y a costa de miles de trabajadores que no se sienten representados por ellos, y quisieran ir al trabajo. Pero no pueden.

El gobierno nacional padece de incontinencia verbal, y si no hay suficientes motivos para la huelga, inventa uno: ahora, las cifras de la pobreza y el cuentito que “en Argentina hay menos pobres que en Alemania” (!!). No pueden con su genio…

Más que paro político, como suele decirse ante cada medida de fuerza lanzada por la CGT, este es un paro “politiquero”. Aferrado al endeble argumento de la suba del impuesto a las ganancias, Moyano y Barrionuevo insisten en incomodar al gobierno “porque les piace”.

¿La situación da para una huelga general, después que casi todos los gremios acordaron subas de salarios a través de las paritarias?

[pullquote]los nombres de los dirigentes sindicales se repiten desde hace décadas: Moyano, Barrionuevo, Cavallieri, Martínez, Viviani, Genta. Viven anquilosados a sus cargos, gracias al aporte compulsivo de los trabajadores y la falsa “democracia” sindical[/pullquote]

Personalmente, no sentí “ambiente” de huelga en la calle. Cuando la medida es justificada, se percibe en gestos y palabras en la población. Ésta, pareciera forzada por la falta de transporte público y por las agresiones hacia quienes quieren cumplir con sus labores diarias. Dos camioneros fueron golpeados. El ejemplo cunde: “por las dudas” dejamos de llevar los chicos a la escuela, de ir al trabajo, de hacer trámites.

Perdemos plata (sobre todo, los que laburamos por nuestra cuenta) para que los dos dinosaurios del sindicalismo argentino puedan florearse en los programas nocturnos de TV hablando de “éxito de la huelga”, “espero que escuchen el reclamo”, etc. Tiempo inútil y perdido: mañana, los bolsillos seguirán contando las mismas monedas…]

En más, o en menos, los nombres de los dirigentes sindicales se repiten desde hace décadas: Moyano, Barrionuevo, Cavallieri, Martínez, Viviani, Genta. Viven anquilosados a sus cargos, gracias al aporte de los trabajadores y la falsa “democracia” sindical.

¿Alguna vez se debatirá una reforma profunda a la ley de asociaciones sindicales, en la que se les impida ser secretarios generales “vitalicios”? ¿Tendrán los cojones necesarios diputados, senadores, el Ministro de Trabajo, la/el Presidente?

La falta de democracia sindical es una burla al Estado de derecho, y sobre todo, a los trabajadores, que sostienen los sindicatos con aportes obligatorios que suman cientos de millones mensuales. ¿A nadie le preocupa que los aportantes no se sientan representados? Sí, se presentan a las elecciones y arrasan porque instalaron un sistema perverso puertas adentro de sus entidades, de las cuales se apoderaron.

Esta es otra deuda de la democracia para con los trabajadores, que jamás será motivo de reclamo por parte de alguna de las CGT.

Claudio Serrentino

Foto: Télam


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