AMADEO CARRIZO. El mejor arquero argentino de todos los tiempos, y vecino de Villa Devoto

Amadeo Carrizo, el mejor arquero del fútbol argentino de todos los tiempos, es vecino de Villa Devoto. Su cumpleaños es una buena excusa para repasar su exitosa carrera, condimentada por jugosas anécdotas.

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Cómo decirlo sin parecer un nostálgico… Bueno, ahí va, sin anestesia: el fútbol de antes era mejor. Definitivamente mejor. Quizás, porque éramos chicos, porque la gente de antes era distinta (mejor), porque los futbolistas tenían un aura de tipos geniales pero sencillos…

Lo vuelvo a repetir, para que los pibes pongan cara de “otra vez este viejo” y los viejos pongan cara de “por fin alguien como yo”: señoras y señores, el fútbol de antes era mejor.

Hay razones de peso para pensar así: una de ellas es que antes, los equipos se formaban, y duraban años enteros jugando juntos. Hoy, ponen a un pibe en primera para que se “foguee”, porque ya está vendido a España, Italia o a los Emiratos Arabes. A los tres meses, se va, y sólo vuelve si es un desastre o no se adaptó al nuevo hábitat futbolero (como le ocurrió a Orteguita en su fugaz paso por Turquía).

Okey, por entonces no habíamos ganado nada, pero aquellos hombres, de tanto transpirar la camiseta en canchas argentinas, sí que hacían historia.

Ya no existen -salvo casos excepcionales- esos jugadores “típicos” de cada club: Rattin, por ejemplo, jugó siempre en Boca, hasta su retiro. Minga de transferencias o de irse al exterior, el “Rata” llevó la azul y oro siempre en el pecho.

Amadeo Carrizo fue de los “infaltables” en el River de las caras felices –”La  Máquina”– y también, en ese River de los ‘60 y principios de los ‘70, que penó durante 18 años para volver a ser campeón.

El gran Amadeo, además, supo darle al arquero un lugar estelar. Inauguró un estilo, dejando atrás al simple “atajador”, que sólo esperaba que le pateen debajo de los tres palos. Carrizo entendió que el Nº 1 es uno más de los once, y así le incorporó nuevas cualidades a su puesto.

Carrizo fue pionero en varios aspectos: fue el primer arquero que empezó a salir jugando fuera del área, como un jugador más. Fue el primero en usar guantes en todos los partidos. Y también, fue el primer arquero en hacer el saque de arco, que muchas veces dejaba a sus compañeros con grandes chances de convertir un gol.

Sobre el primero de sus inventos -salir jugando- el blog “Imborrable Boca” lo testimonia de esta manera:

“En el superclásico de 1954, en Nuñez, nació un enfrentamiento que duró años. Con River ganando 3 a 0 llegó un pelotazo largo en dirección de José “Pepino” Borello, pero saliendo del área, Amadeo Carrizo llegó antes a la pelota y enganchó haciendo pasar de largo al delantero de Boca. Cuando se esperaba el rechazo largo del arquero, Amadeo esperó que volviera Borello a tratar de quitarle la pelota, lo gambeteó nuevamente y recién entonces efectuó el pase para un compañero. Por esos años no se concebía un arquero haciendo esas jugadas. Se lo consideraba una afrenta y una burla al adversario. Hoy es común verlo en todas las canchas y por todos los arqueros, y se toma con naturalidad. Esta acción le valió la ovación obvia de su público, pero le creó un enemigo implacable: la hinchada de Boca, quién a partir de ese momento, se dedicó a hacerle la vida imposible. Cada visita de Amadeo a la Bombonera comenzó a transformarse en un suplicio para el arquero quien era hostigado permanente por La 12”.

Amadeo nació el 12 de Junio de 1926 en Rufino (Santa Fe). Debutó en 1945 (a los 19 años) en la primera de River contra Independiente, y dejó la institución de Nuñez 23 años después, a fines de 1968.

Ganó varios títulos con River (1945, 1947, 1952, 1953, 1955, 1956, 1957) y la Copa de las Naciones con la Selección Argentina.

Mantuvo invicto el arco de River durante 769 minutos, y es el jugador que más veces vistió la casaca millonaria: 521 partidos.

Su peor recuerdo, seguramente, deben ser los 6 goles que le hizo Brasil en el Mundial de Suecia de 1958.

Sobre el final de su carrera, jugó amistosos para Alianza Lima y Universitario de Perú, y una temporada con Millonarios de Bogotá.

AQUEL PARTIDO DE LA PUERTA “12”

Sobre el final de su carrera -tenía 42 años- el gran Amadeo Carrizo era el arquero de River, que el Domingo 23 de Junio de 1968 recibía a Boca (el de Rojitas, Rattin, Marzolini, Roma) en el Monumental.

Carrizo, Rojitas y la gorra...
                                              Carrizo, Rojitas y la gorra…

Aquel partido pasó al olvido rápidamente: la tragedia de la Puerta “12” (una especie de Cromañón, pero sin bengalas) provocó 71 muertos y enlutó al fútbol argentino.

Pero el anecdotario de aquel encuentro, es jugoso. La famosa historia de la gorra, la cuenta uno de los protagonistas de la historia, Angel Clemente Rojas:

“Era un pibe de 24 años. El día previo al partido vinieron Rattín, Grillo, el Beto Menéndez y Marzolini, que ya eran consagrados, y me dijeron que tenía que robarle la gorra que Amadeo usaba de cábala. La consiga era esperar a que entrara River en el campo de juego y después ir por atrás. Cuando el equipo estaba posando para la foto, le toco el hombro y cuando se da vuelta le saco la gorra y me empieza a correr. Me corría cinco metros y yo le amagaba que se la iba a devolver, y volvía a correr. Así lo llevé hasta la tribuna de Boca. A los 15 días me lo encontré en Perú. Estábamos en el mismo hotel. Pensé que me iba a matar. Me abrazó, pero le falté el respeto al más grande arquero argentino. No hubo otro igual”.

En una acción del partido, el “Muñeco” Madurga pica al vacío y recibe un pase largo. Se escapa solo para hacer el gol, y al enfrentar a Amadeo, éste levanta la mano simulando haber escuchado el silbato y le dice displicentemente: “¿Qué hacés, pibe?  Estás en offside”.

Madurga, que entraba con la pelota dominada, dudó una fracción de segundo… ¡y Carrizo se la robó!

Igual, Carrizo se había quedado con la sangre en el ojo, por lo de la gorra. Cuando faltaban diez minutos para el final del partido, el arquero de River se sentó en el césped, para burlarse de la escasez ofensiva de Boca.

Aquella fue la última temporada de Carrizo en River. En su paso por Perú, tuvo un gran reconocimiento de otro gran arquero de todos los tiempos: cuando Lev Yashin, el arquero soviético apodado “la araña negra”, visitó aquel país, le regaló sus guantes de arquero.

Luego se convirtió en una leyenda viviente, fue embajador de River en cualquier lugar del mundo. Hoy, es el Presidente honorario de la institución de Nuñez.

Después de Carrizo, el fútbol argentino disfrutó a dos grandísimos arqueros: Hugo Orlando Gatti (que fue suplente de Carrizo en River, pero triunfó en Boca) y Ubaldo Matildo Fillol (arquero de River y de la Selección campeona mundial de 1978), quienes tomaron las enseñanzas del Maestro y las forjaron con sus propias características.

Cruzarse con el gran Amadeo por Villa Devoto, y saludarlo, implicará que él devolverá el saludo con la sencillez que siempre tuvo, tiene y tendrá un GRANDE con maýusculas (y este homenaje vale doble, porque soy bostero…).

Claudio Serrentino

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