TRAGEDIA DE CROMAÑÓN. El tema tabú del rock nacional

El rock del siglo XXI, despojado de su idealismo y sumergido en el  “show business”, no supo cómo reaccionar ante la tragedia de Cromañón, que costó la vida de 194 personas. La estética “Redonda” del “rock barrial”. La trágica profecía autocumplida de Chabán.

A 10 años de la tragedia, el boliche Cromañón.
A 10 años de la tragedia, así se veía el interior del boliche Cromañón.

Si en los ‘60 concurrir a un recital de rock era un acto extravagante y rebelde, en los ‘70 se consagró como un gran fenómeno juvenil, y en los ‘80 llegó a buena parte de la sociedad, porque resumía la nueva era de los tiempos democráticos. Su canto a la libertad, a tolerar distintas formas de vivir, interpretaba el sentir de muchos.

Omar Chabán fue una figura importante en el ambiente del rock: tenía capacidad para organizar eventos, “ojo” para detectar a nuevos valores de la música, y en consecuencia, darles manija desde los sitios que él manejó. Así, en los ‘80, Soda Stéreo pasó por “Café Einstein”, y Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y Sumo solían ser habitués en “Cemento”, ambos reductos regenteados por Chabán.

Hecho el trabajo de “base”, con el rock local influyendo cultlralmente en -por lo menos- dos generaciones de argentinos, en los ‘90 llegaba la hora de facturar. Gigantescos recitales de rock stars locales y extranjeros, todos amparados por el “1 a 1”, copaban los estadios de River, Boca, Racing y Huracán.

A mediados de esa década, algunos de los nuevos valores del rock se agruparon atrás de un nuevo mote: el “rock barrial”. Se inspiraban en la movida que generaban los Redonditos -a su pesar-: el “rock barrial” empezó a incorporar costumbres de las hinchadas de fútbol.

Esta moda dejaba en el pasado los conceptos de “amor y paz” que incorporaron los hippies al rock nacional.

Así, los recitales de rock incorporaron otra subcultura: la del “aguante” , los “trapos” y un elemento que terminó siendo fatal: las bengalas.

CALLEJEROS

En medio de ese panorama, surgen los “Callejeros”, banda nacida en Villa Celina a instancias de su líder, Patricio “Pato” Fontanet. Sus canciones son rockitos con un aire a los Redondos (en el sonido y en la impostación del cantante), aunque sus letras son más sencillas.

En pocos años, lograron hacerse de una historia y un nombre: antes de la tragedia de Cromañón, habían llenado el estadio de Obras Sanitarias (está el recital en You Tube, se ven muchas bengalas encendidas, no pasó nada de milagro).

En Octubre de 2004, a la presentación en Córdoba del disco “Rocanroles sin destino”, habían concurrido 10.000 personas. Más tarde, al estadio de Excursionistas fueron 15.000; la banda estaba en su gran momento.

REPÚBLICA DE CROMAÑÓN

La historia del rock nacional, Omar Chabán y Callejeros se cruzan fatalmente en el estadio “República de Cromañón”, la noche del 30 de Diciembre de 2004. El lugar estaba habilitado para 1.200 personas. Algunos sobrevivientes aseguran que los de seguridad “te dejaban entrar por unos pesos”. Se calcula que había más de 3.500. El último de tres recitales que brindaba la banda allí para celebrar su gran año, terminó en tragedia.

Chabán había advertido al público: “no prendan bengalas, o vamos a terminar como en Paraguay”. La referencia era sobre la tragedia del shopping “Ycuá Bolaños”, de Asunción, ocurrida el 1° de Agosto de 2004: un incendio en la cocina generó pánico, y para evitar que los clientes se fueran sin pagar, los guardias cerraron las puertas.

El resultado fue atroz: 396 muertos y más de 500 heridos. La Justicia paraguaya no es más justa que la argentina: a los responsables les dieron 5 años de cárcel (la Fiscalía había pedido 25).

En Cromañón, a poco de empezar el recital, algunos concurrentes no escucharon la advertencia de Chabán: encendieron bengalas, la media sombra que colgaba del techo se prendió fuego, y pedazos de ese caucho en llamas cayó sobre la gente, al mismo tiempo que el humo tóxico los adormecía.

Chabán, neciamente, provocó que su profecía se cumpliera: había cerrado las puertas de emergencia con candado.

La fatalidad enlutó a los argentinos: 194 personas murieron (muchos eran vecinos porque seguían a “Ojos locos”, banda de Villa Real que tocó esa noche), más de 50 quedaron heridas, y muchísimos con secuelas psíquicas. Entre las víctimas fatales, había familiares y amigos de los músicos.

POLÍTICA Y ROCK DESPUÉS DE CROMAÑÓN

Todavía se recuerdan las imágenes del entonces Presidente Kirchner, en medio de la tragedia, evitando hacer declaraciones y saludando desde lejos, mientras se subía a un avión para irse a Santa Cruz. A nivel Ciudad, Cromañón provocó la caída de Aníbal Ibarra como Jefe de Gobierno (lo destituyó la Legislatura, impulsada por el bloque PRO), y sigue siendo agredido cada vez que se cruza en algún acto con familiares de las víctimas.

Cromañón ubicó a la música en el incómodo lugar de dar explicaciones. Los stars locales se llamaron a silencio mientras las calles de Buenos Aires hervían de bronca.

El rock, que declamaba rebeldía a través de sus letras, se encontró ocupando el sillón del empresario que lo único que quiere es vender más y más entradas, sin preocuparse por la comodidad y seguridad de su público.

Meses más tarde, León Gieco intentó rescatar al Pato Fontanet, al invitarlo a grabar la canción “Un minuto”, que iba a incluirse en el CD “Por favor, perdón y gracias”. Los familiares reclamaron que el track se retire, lo cual generó la reedición del disco.

En 2005, el Flaco Spinetta dijo: “Es una vergüenza que Chabán se haya ido del lugar, aunque no lo considero un asesino. En mi deseo de que fuera justo todo, me da vergüenza que se haya ido y no se haya puesto él a hacerle respiración boca a boca a la gente… Sería distinto si lo hubiesen encontrado peleando… ”.

Ricardo Mollo habló sobre las bengalas: “son de cancha, pero un recital y un partido no son lo mismo; por lo menos, yo aprendí eso”.

EL TIEMPO QUE NO TODO LO CURA

En una producción fotográfica de Clarín, de hace unos años, pudo verse cómo quedó el lugar: las zapatillas inundan el piso, la puerta sigue cerrada con candado (se ven las marcas de las manos), algunas botellas de cerveza sobre la barra… Todo cubierto por el hollín que generó el humo. La custodia del lugar (inexistente) está a cargo del Juzgado que maneja la causa.

El cronista destaca que lo que más le impactó de aquello que antes era Cromañón, es el silencio y la oscuridad.

Son imágenes muy dolorosas, que ubican al horror en su justo lugar y que no están exentas de dramatismo, aunque sólo reflejen a los objetos y haya pasado una década.

¿Habremos aprendido algo de Cromañón?

Las familias de las víctimas, y los sobrevivientes, siguen intentando, día a día, convivir con la pena, la injusticia y el futuro. Mi solidaridad para con ellos.

Claudio Serrentino

Foto: Clarín HD


 

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