ADIÓS SUI GENERIS. Cuando el rock nacional se volvió popular

El 5 de Septiembre de 1975, Sui Generis brindaba dos funciones de su concierto de despedida, y así se consagraba como el primer grupo que convocaba a 30.000 personas. El Rock Nacional empezaba a ser pasión de multitudes.

Charly y Nito: estampita en forma de póster.

Charly y Nito: estampita en forma de póster.

A principios de los ‘70, el incipiente “movimiento” del rock nacional quería trascender como tal, pero no podía. Mediáticamente, a los rockeros les costaba mucho explicar que su “mensaje” era distinto que el de los grupos de moda, como Katunga o Los Iracundos. No encontraban lugares para tocar, porque el público que los seguía era “raro”: pelos largos, ropas que salían de lo común.

Los Gatos, Manal, Almendra, Moris, Billy Bond y La Pesada, Arco Iris, Los Abuelos de la Nada y Pedro y Pablo fueron los que dieron los primeros y vitales pasos.

A ese ambiente se le sumaron dos flacos que se habían cruzado en el colegio “Dámaso Centeno”, de Caballlito. Uno, virtuosísimo con el piano, halagado desde chico nada menos que por Mercedes Sosa: “Parecés Chopin”, le dijo una noche que fue a cenar a su casa. Toca el piano desde los 3 años, y se recibió de profesor de teoría y solfeo a los 12. Se llama Carlos Alberto García Moreno, pero trascendió como Charly García. El otro tiene una voz cristalina: Carlos Alberto Mestre, que también se rebautiza como Nito.

Después de dos años de rondar por las grabadoras, finalmente el productor Jorge Alvarez (a cargo del sello Talent) los escucha en Mar del Plata y los contrata. Consigue que Aníbal Uset los incluya en la película “Rock hasta que se ponga el sol” (inolvidable el jovencito Charly sentándose al piano y diciéndole al público “perdonen que les dé la espalda, che”).

Para grabar su primer álbum, Sui Generis entraba al estudio cuando La Pesada del Rock and Roll hacía intervalos. El productor era Billy Bond, quien logró los aportes de Claudio Gabis, Alejandro Medina y Jorge Pinchesky. Francisco Pratti, baterista original del grupo (de la época post escolar), también aportó su talento.

Pero a diferencia de los gritos guturales del gordo Bondo y la porteñidad manifiesta de Javier Martínez, las primeras canciones de Sui Generis sonaban simples, frescas, fáciles de asimilar y de tocar. Hablaban de las cosas que siente un adolescente: el amor, la amistad, la escuela. Pronto se hicieron un lugar en los fogones juveniles.

A algunos rockeros “viejos” la nueva estética lanzada por los Sui les parecía “blanda”, y pronto los sumaron al vergonzante grupo de las “Amas de casa del rock”, cuyos abanderados eran los Arco Iris.

Incluso Luis Alberto Spinetta criticó la canción “Quizás, por qué”: “Parece una de María Elena Walsh”, dijo. Pero luego, el Flaco intuyó que había otra cosa y cuando se cruzó con Charly le recomendó: “Cuidate, porque vos tenés mucho talento, pero los vampiros te van a chupar la sangre”.

De aquel primer disco, cinco canciones fueron postergadas: “Un hada, un cisne”, “Pequeñas delicias de la vida conyugal”, “Espejos”, “Cuando te vayas” y “Monoblock” se incluyeron en producciones posteriores.

El segundo disco muestra la maduración de Charly García como compositor: se mezclan la línea del primer disco –”Aprendizaje”-, con el tango “Cuando ya me empiece a quedar solo” (con el aporte del bandoneonista Rodolfo Mederos), la sátira familiar de “Mr. Jones” y la ironía política de “Tribulaciones, lamento y ocaso de un tonto rey imaginario (o no)”. Mestre se destaca como cantante, aunque García hace impecables segundas voces, además de tocar el piano “como un animal” (como él mismo diría años después en “No voy en tren”).

El grupo era un éxito, los discos se vendían rápido, las giras los llevaron a recorrer el país. Con la fórmula “folk” consolidada, Charly decide virar hacia la “música progresiva”. Va a Estados Unidos y se compra un piano eléctrico y un sintetizador Moog porque ya tiene en mente el nuevo sonido del grupo. Sui Generis se convierte en cuarteto con la incorporación de Juan Rodríguez en batería y Rinaldo Rafanelli en bajo.

La nueva producción musical pretendió llamarse “Instituciones”, pero se cruzó con innumerables reparos por parte de la censura. La viuda de Perón, Isabelita, pretende imponer un régimen franquista de este lado del océano. En la calle, la Triple A y Montoneros convierten a la Argentina en tierra de nadie. El álbum critica todo el sistema, desde la hipocresía de los funcionarios hasta la familia y la censura. Obviamente, no pudo salir como se había planeado. Hubo canciones que directamente no se editaron, otras que debieron cambiar su letra, y otras que nacieron improvisadas en el estudio, como “El tuerto y los ciegos”.

Pese a la maléfica intervención del “Señor Tijeras”, el disco se convierte en uno de los mejores de todos los tiempos del rock nacional.

El álbum tuvo muchos invitados: David Lebon, León Gieco, Carlos Cutaia, Billy Bond y Oscar Moro, entre otros.

Era el final de 1974, y Nito Mestre recuerda: “me empecé a aburrir de Sui Generis”. El dúo sólo se encontraba en los recitales, no ensayaban. A Charly le molestaba que el público sólo le pidiera las canciones hit, como “Rasguña las piedras”. Nito no estaba conforme con ser el segundón. Había olor a fin de ciclo.

Entonces empezaron a planear el concierto despedida, que debería ser -y fue- en el inalcanzable Luna Park. Si lograban llenarlo, serían el primer conjunto musical en lograrlo por sí solos. Jorge Alvarez, el productor, sugirió la idea de dejar el registro del recital en un disco, y por qué no, en una película. Los músicos se entusiasmaron: Charly y Nito volvían a ponerse las pilas, aunque todavía no eran conscientes que iban a generar una movida inolvidable para muchos jóvenes argentinos.

Iba a ser un concierto, y terminaron siendo dos: el 5 de Septiembre de 1975, Sui Generis concentró a 30.000 personas en una sola noche, una marea humana inimaginable para cualquier grupo de entonces, incluso, los más populares.

El clima era de fiesta, y esa fiesta tenía un anfitrión: Charly García, ataviado para la ocasión con un frac blanco, galera y… zapatillas Flecha. Algunas interpretaciones de los viejos temas a la nueva usanza “eléctrica” no fueron bien recibidas por parte del público: en la versión de “Natalio Ruiz” pueden escucharse los silbidos.

El lado A del disco dos, después de “Un hada, un cisne”, trae una joya: las improvisaciones de Charly en los teclados, mezclando música clásica con jazz, rock y jingles, deja entrever que el genio tiene mucho más por dar.

El rock nacional, gracias a aquel concierto, llegó a los diarios más importantes del país y a la entonces muy vendida revista “Gente”. Curioso: la trascendencia mediática de Sui Generis fue posterior a su separación.

Pero lo mejor estaba por venir… Nito le pondría su voz a un bello repertorio de canciones, como solista o acompañando a gigantes de la música popular argentina como Mercedes Sosa. Charly armó y desarmó La Máquina de Hacer Pájaros y Serú Girán, desarrolló su prolífica etapa solista de los ´80, para desembocar en el inmanejable “Say No More”; en cualquier etapa, dejó impregnado su impresionante talento musical.

Charly y Nito volvieron a tocar juntos en el Luna Park, en el “Festival del Amor” (1977), en Uruguay (1980) y en el retorno a 25 años del Adiós, en la Bombonera y Parque Sarmiento (2000).

La imagen que acompaña a esta nota fue, por aquellos años, una estampita en forma de póster. Es la imagen de un futuro joven, fresco, mejor; todo lo contrario al horror que los poderes fácticos ejercían por aquellos días. Quizás por eso mismo, los Sui habían sumado tantos adeptos y aquella despedida sigue dando de qué hablar.

Claudio Serrentino

Foto: Revista “Noticias”

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