CHARLY GARCÍA. Música del Alma

Mientras Carlos Alberto atraía la atención de las tías por su virtuosismo, su alter ego Charly las espantaba con sus escándalos. Uno de los más grandes de nuestra música popular cumple años.

Aquella Argentina de 1951 oscilaba entre el fanatismo peronista, y el odio (casi como ahora…). Mientras en el partido gobernante todavía resonaban los ecos del “cabildo abierto peronista”, los golpistas empezaban a reunirse para tramar lo que años después se llamaría -según el bando- “revolución libertadora” o “fusiladora”.

En ese contexto de grieta eterna, el 23 de Octubre nació en el barrio de Caballito Carlos Alberto García Moreno. A los dos años, aprendió “de oído” a tocar una citarina. A los tres, su abuela le regala un piano de juguete y sorprendió a todos tocando “Torna a Sorrento”, la melodía de una cajita de música. A los cuatro, ya estudiaba en el conservatorio Thibaud Piazzini. Su profesora era Julieta Sandoval.

Couenta Charly sobre su profesora: “Tenía el pelo recogido. Tenía entre 50 y 55 años, era súper católica, recatadísima, pero a la vez tenía el vuelo del mundo ése donde se piensa que flagelándose…qué se yo. O sea, tiene una parte buena. Te vendía un cuento de hadas, y uno, cuando es chico, cree en los cuentos de hadas. Uno no ve la realidad real. Yo no veía la realidad en ningún lado. Hasta un momento, en mi casa todo era feliz como un almuerzo con Mirtha Legrand… hasta que dejó de serlo”.

Carlos se recibió de profesor de Teoría y Solfeo a los 13. Pero poco después escuchó a The Beatles, y… chau Mozart y Bach. En el Instituto Dámaso Centeno, participó del grupo “To walk spanish”, que luego se reconvertiría en Sui Generis. Uno de sus compañeros de grupo de entonces, Juan Bellia, le contó a la Rolling Stone: “Ya en esa época, las canciones que componía Charly te tocaban el alma”.

Terminada la secundaria, los amigos del grupo empezaron a tomar cada uno su rumbo, sólo quedaban Charly y Nito. Pierre Bayona, que organizaba recitales, los incluyó en un ciclo en el que tocaban Roque Narvaja, Pedro y Pablo y Pappo. Pero no lograban grabar un disco. Su madre, Carmen, que producía un programa de televisión –”Folklorísimo”– los recomendaba, pero no pasaba nada.

Fueron a tocar a Mar del Plata y allí los escuchó Jorge Alvarez, responsable del sello “Talent”. Los invitó a los estudios Phonalex, y allí se empezó a cocinar “Vida”, el primer disco.

Cuenta Billy Bond: “gracias a Sui Generis conseguimos salir de pequeños circuitos y de cuevas underground, hacia el gran público, Sui Generis nos abrió el paso a todos. A mí, personalmente, me permitió producir más de 100 discos de rock de estilos diversos, algunos de ellos, subversivos.La venta masiva de los discos de Sui Generis nos permitió convencer a las grabadoras de que invirtieran dinero en el rock’n roll”.

El resto de la historia es conocida: las canciones populares, de “fogón”, dejaron paso a la versión eléctrica y cruda de Sui, con “Pequeñas anécdotas sobre las instituciones” y el Adiós, primera vez que un grupo de rock argento llenaba dos veces el Luna Park.

Charly volvió al ruedo en pequeños pubs y participaba de zapadas. Le escapaba al estereotipo, estaba harto que le pidieran “Rasguña las piedras”. La Máquina de Hacer Pájaros no sólo es rock sinfónico, es un fresco de una época brutal de la Argentina, contando entre líneas y simbólicamente, aquella realidad que no podía ver en su hogar natal.

En los medios era difícil encontrarlo a Charly: en la radio, el rock nacional sólo podía escucharse en el programa “Imaginate” de Juan Alberto Badía, y otros envíos semanales, como “Audiencia – Música contemporánea” por Radio del Pueblo. Las revistas “Pelo” y “Expreso imaginario” se ocupaban del quehacer musical. En la tele, había ciclos en horarios marginales, y muy de vez en cuando.

De la mano de Charly, el rock llegó a los medios masivamente. El diario “La opinión” lo invitó a charlar sobre el futuro de la música nacional, con otros artistas consagrados como Osvaldo Pugliese, Leda Valladares, Edmundo Rivero, Ariel Ramírez.

Todos le dieron con un palo al rock nacional, acusándolo de “extranjerizante”. Charly y David Lebon defendieron su postura con dignidad, y frente a esos grandes artistas, aseguraron que estaban creando la nueva música popular argentina. Es un debate muy interesante, vale la pena leerlo. Está en internet.

Serú Girán le dió contenido a un sector de la juventud, que no gustaba del boliche tipo “Fiebre de sábado por la noche”. Aquellos que buscaban “otra onda”, la encontraban en el rock nacional. Charly era uno de sus referentes, que en aquellos tiempos se comportaba como un muchacho bien educado. En un recital de Serú, un policía pretendió llevarse a una chica. Charly, desde el escenario, le dijo: “¿estás seguro? Mirá que sos vos solo contra cinco mil…” El cana dejó a la chica y se fue.

Si había abierto una puerta con Sui, luego de Serú cambiaría la onda musical de toda una generación, con la trilogía “Yendo de la cama al living”, “Clics modernos” y “Piano bar”.

Charly ya es una eminencia musical, un “famoso” que almuerza con Mirtha y va al living de Susana. Pero no encaja del todo, no es dócil al sistema. Sí, compone buenas canciones, pero también hace “cosas raras” en el escenario. Algunos medios prefieren destacar el escándalo, al virtuosismo. El diario “Crónica” lo tiene de punto, lo ridiculiza.

La ópera “La hija de la lágrima” es una de sus mejores obras. Lamentablemente, no editó discos con Sandro, Gustavo Cerati y Luis Alberto Spinetta.

Luego vino la etapa “Say no more”, donde la estrella Charly decide estrellarse contra sí mismo, simplemente, para vivir la experiencia. Ese sonido áspero, sucio, sigue fascinando a su público.

Canta para Menem, se abraza con Maradona, se tira del balcón, y mientras, sigue haciendo música. Pero los medios sólo rescatan las anécdotas pintorescas.

Sus últimas producciones muestran al Charly de la voz ajada, a lo Goyeneche, que le da más profundidad a las letras (“Random”, “Pettinato plays García”).

Un artista más que brillante, un gran comunicador, un genial lector de la realidad, una persona sensible y generosa. Gracias por tu Arte, Maestro!!

Claudio Serrentino

Fotos: Andy Cherniavsky, revista Rolling Stone

 

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