El largo camino a las Fiestas de fin de año

Policías irresponsables, ladrones siempre al acecho, miserables que hacen cualquier cosa por llevarse algo gratis, atentaron contra la Democracia. De los tres poderes, dos se refugiaron en sus respectivas burbujas; el Ejecutivo, en el “relato”. ¿No se podía postergar/suspender el acto, ante la desgracia que sufrían miles de argentinos? ¿Y la SIDE? La oposición no consigue emitir conceptos que reflejen lo que sufren los ciudadanos; tampoco tira ideas. ¿Estarán estudiando cómo prevenir, en el futuro, situaciones similares, o seguiremos a la buena de Dios?

 

La Presidente Cristina en el acto por los 30 años de Democracia.
La Presidente Cristina en el acto por los 30 años de Democracia.

 

La fecha -10 de Diciembre- daba para la celebración. Pero no nos permitieron festejar en paz. Una curiosa yunta –policías, ladrones, saqueadores, gobernantes incapaces- sacó a relucir lo peor de nuestra sociedad. A costa de los millones de argentinos de bien, claro, que siempre pagamos todas las cuentas. Incluso, la de los platos que rompen otros.

Se zarparon. Se sobaron, primero, dándose manija entre ellos. Y después, se fueron definitivamente al carajo. Liberaron las calles, nos dejaron a merced de los delincuentes y de aquellos miserables que son capaces de convertirse en lo peor, con tal de conseguir algo sin pagar.

Coincido con la Presidente, que “algunos” a los que no les gusta la democracia, estuvieron detrás de la orquestación de este “reclamo” que terminó boicoteándonos a todos (no sólo el acto por los 30 años de la democracia, como dijo el Jefe de Gabinete).

Pero el Estado tiene los medios para prevenir semejante desastre: ¿y la SIDE? ¿Le saca fotos a los familiares de la AMIA, pero no intuye el caos que iban a generar los policías en las provincias?

Ni siquiera la paranoia de este gobierno -que disfruta mucho de ubicarse en el rol de víctima, y ve conspiraciones por todos lados- logró encender las luces de alerta.

El comienzo de todo fue en Córdoba. Con el gobernador de viaje, su equipo no supo cómo frenar el caos. Desde el gobierno nacional, pretendieron aprovechar la ocasión para eliminar a un enemigo: “es un conflicto salarial entre la provincia y su policía”, desestimaron, mientras vaciaban bidones de nafta sobre el fuego encendido.

Después, el caos se fue extendiendo por todo el país, hasta tener su “climax” –causalmente- para la fecha aniversario de los 30 años de Democracia.

Fue más virulento, en provincias afines al gobierno nacional (la situación estuvo muy brava en Tucumán, de donde es oriunda la Presidente Provisional del Senado -tercera en la línea de sucesión presidencial; segunda, si se cae Boudou- y el Chaco, provincia del Jefe de Gabinete; de milagro, no ocurrió nada grave en Santa Cruz).

 

TIENEN ARMAS QUE LES DAMOS NOSOTROS… PERO NO NOS DEFIENDEN

 

El Estado –los Estados provinciales, municipales, nacional- le entrega las armas a su policía, para que cumpla y haga cumplir la ley. Pero ellos se olvidaron de ese mandato, y salieron a reclamar como si fuera cualquier agremiación, y ni siquiera eso, porque su organización es bastante anárquica, no tiene cabezas visibles.

La parte fundamental del reclamo fue dejar las calles a merced de los delincuentes. Un claro acto extorsivo, como bien dijo el Ministro  de Justicia Julio Alak.

La gran pregunta es: si la policía, que es el brazo armado de la ley, viola la ley (como ocurrió en esta semana, al convertir en “zonas liberadas” a ciudades enteras), ¿quién la mete presa?

No hay respuesta.

El Poder Judicial no emitió opinión, quizás, porque están muy concentrados organizando sus cenas de fin de año, y posterior “feria” vacacional, que dura todo el mes de Enero (los únicos privilegiados, son los jueces…).

El Congreso Nacional, ¿se enteró qué estaba pasando en las provincias? Mientras Córdoba capital era azotada por hordas de ladrones, ellos… estaban jurando sus cargos (por Perón, por Marx, o por San Cayetano… como si fuera importante). Aislados en su burbuja.

La oposición nunca logró hacer pie. En medio del caos que transmitían los canales de noticias, no lograron “colar” alguna opinión que resuma la indignación de millones de argentinos ante semejantes hechos vandálicos. El único que se hizo escuchar fue Luis Juez, quien vivió “in situ” el caos cordobés.

El gobierno nacional pasó de la chicana, al golpe de estado; y luego, a la fiesta. Todo, en unos pocos minutos.

La administración que encabeza Cristina Kirchner sigue dolida por la paliza recibida en las urnas (se complicó con la convalecencia presidencial). Y no logra hacer pie. Capitanich le pone onda, trata de hablar con seguridad, pero eso es una cosa, y otra es resolver, ciertamente, la impiadosa realidad de la calle.

Los hilos conductores parecen estar dañados, y los estallidos policiales/sociales no dan tiempo a repararlos. Mientras Cristina cambia –otra vez- a su Ministro de Seguridad, Berni anda de aquí para allá con los gendarmes (que deberían estar custodiando las fronteras).

Acorralado por los hechos, el gobierno nacional intentó quitarse culpas, señalando a los gobernadores primero, y a Massa después. Pero pronto volvió a la clásica. Se refugió en el “relato”: ignorando a los miles de ciudadanos víctimas de los saqueos, robos y destrucción, “celebró” los 30 años de democracia con música y fuegos artificiales. La Presidente se quejó en su discurso de la “doble pantalla” –por un lado la fiesta, por el otro los saqueos- en los canales de noticias. Pero ella misma la generó. ¿Qué problema había si la celebración se postergaba, o se suspendía? Los hechos lo justificaban plenamente: miles de personas estaban en vilo, con miedo. Otros, ya lo habían perdido todo.

 

Fuegos artificiales en la Plaza de Mayo, mientras en algunas provincias, vecinos se defendían con balas "de verdad" ante la ausencia policial.
Fuegos artificiales en la Plaza de Mayo, mientras en algunas provincias, vecinos se defendían con balas “de verdad” ante la ausencia policial.

 

Las policías provinciales –o quien las azuzó para generar el caos- estudiaron bien el momento, y pegaron justo. Fue un golpe bajo que lastimó al gobierno, pero nos dolió a todos.

El Congreso deberá estudiar, contra reloj, cómo evitar estos episodios en el futuro, con la ley en la mano. Y saber cuál será el plan “B”, si la policía volviera a acuartelarse.

Si el objetivo era lograr un aumento de sueldos, -lo cual es justo- ¿no pudieron plantearlo antes? ¿Tenía que ser para esta fecha, en la que todos íbamos a celebrar los 30 años de democracia? El momento, y la manera de reclamar, fueron ambas de mal gusto. Desubicadas. ¿Golpistas?

Los uniformados lograron el objetivo del aumento salarial, a costa de un precio muy caro, carísimo, que pagó la sociedad toda en beneficio de la “familia policial”, a quienes hay que recordarles que integran y se deben a “la gran familia” que es Argentina. No son un ghetto (como tampoco lo eran los militares).

Pésimo ejemplo para el resto de la sociedad: abandonan sus puestos de trabajo, incumplen con su labor, descuidan a la población, y finalmente, son premiados.

Los policías no tuvieron ningún empacho en celebrar delante de las cámaras, e incluso, “autovivarse”. Pero miles de argentinos no tenían nada que festejar. Apenas podían agradecer que seguían vivos: ya habían padecido el paso de los saqueadores por sus casas y comercios.

 

 

LA CALLE, TIERRA DE NADIE

 

 

Será un misterio, o no. Sociólogos y psicólogos intentan explicar lo inexplicable: el comportamiento de las turbas que, cual plaga de langostas –o de “zombies”, según el periodista cordobés Miguel Clariá-, arrasaron con todo a su paso, en muchas provincias argentinas.

No sé si habrá explicación sociológica: a mí, me enseñaron a no robar. Y sé que, por más que los de arriba roben, y los de al lado roben, y los de la otra cuadra roben, yo no voy a robar, no voy a romper, no voy a destruir, por más que los otros lo hagan.

La cámara de TV muestra cómo quedó un supermercado en Tucumán. Ni las estanterías en pie, dejaron. “Se llevaron hasta los motores de las heladeras”, cuenta uno de los empleados. “Una camioneta de doble cabina vino cuatro veces a cargar mercadería”, dice el hombre, que no sale de su asombro.

Fue un fenómeno que pudo haber sido iniciado por bandas de delincuentes, pero pronto logró la “adhesión” de gente de todas las capas sociales.

“Se rompió la relación de vecindad. Hubo comercios de barrio saqueados por vecinos que van a comprar todos los días”, dice Luis Juez.

Pregunto: ¿cuánto falta para que la lista de muertos se agrande, al estar nuevamente cara a cara el saqueador, con el saqueado? Al ser vecinos, van a cruzarse seguro…

¿Cómo se recompone el tejido social roto?

¿Habrá alguien en el Gobierno, en el Congreso, en los Tribunales, que estén estudiando estos lamentables hechos, y trabajando para que no ocurra de nuevo?

¿Habrá alguien? ¿O esto seguirá siendo tierra de nadie?

No coincido con los que dicen “este país está podrido”, o frases por el estilo. Creo que, con sus matices, la Argentina es un gran país. Que no sepamos aprovechar las oportunidades, es culpa nuestra.

El futuro es hoy. Por eso, el Estado –los Estados- deberán cuidar a los millones de argentinos de bien que trabajamos y estudiamos, y procurarnos una mejor calidad de vida.

Los chorros que salieron a saquear, son ni más ni menos que eso: chorros. No representan a la sociedad, en todo caso, son lo peor de nuestra sociedad. Que la Justicia los juzgue, que paguen por sus delitos, y que la privación de su libertad los corrija para bien.

Que la Justicia sea sinónimo de Democracia, es una deuda que, después de tres décadas, los tres Poderes tienen para con la gran mayoría de los habitantes. Estos hechos demostraron que estamos muy lejos de ese ideal.

Los ciudadanos de bien –pese a los policías irresponsables, a los ladrones, a los saqueadores- deberemos trabajar mucho para lograr un país JUSTO.

 

Por Claudio Serrentino

Fotos: Télam.

 

 

 

 

 

 

 

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