CARLOS GARDEL. Ícono de Buenos Aires y el Tango

El 11 de Diciembre es el Día Nacional del Tango, porque en la misma fecha nacieron dos íconos del género: Carlos Gardel y Julio De Caro. Aquí se repasa la historia del Zorzal Criollo.

El pichón nació como Charles Romuald Gardés en la ciudad de Toulouse, Francia, el 11 de Diciembre de 1890. No lo digo yo, lo afirman los de www.todotango.com, que algo manyan del asunto. Agregan: Hijo de padre desconocido y Berta Gardés, quien le dio su apellido.

Pero el pibe se crió en Buenos Aires, más precisamente en el barrio del Abasto, cerca del Mercado. De chiquito, ya que con su madre llegaron a Buenos Aires cuando él tenía dos años.

Entre esas calles, con gente que iba y venía y carros que pasaban, Charles dejó de ser francés para convertirse en Carlitos, porteño y argentino. Como tantos inmigrantes de su época.

Estudió la Primaria en el Colegio San Carlos. Empezó la Secundaria, pero abandonó en 1906. Es que al muchachito le gustaba el canto.

El payador José Betinotti lo entusiasmó, y empezó a cantar en los comités políticos y las fondas de su barrio.

Fue Betinotti quien lo bautizó como “El Zorzal Criollo” (sin saberlo, ambas figuras estaban protagonizando la transición entre la canción criolla -pueblerina-, y el tango-canción, nueva música de la gran ciudad).

Mientras Buenos Aires se preparaba para ser una metrópoli de nivel internacional, y se llevaban a cabo grandes obras de infraestructura para celebrar el Centenario de la Revolución de Mayo, Carlitos cantaba en el café “O’Rondemann”, de los hermanos Traverso.

En 1911 se junta con José Razzano (que cantaba en el café “El Pelado”, del barrio de Balvanera), y forman el dúo Gardel-Razzano que marcará toda una etapa de su vida artística. En 1912 se agrega al dúo el guitarrista y cantor Francisco Martino.

Por esos años, Gardel es convocado por la Casa Tagini para grabar sus primeros discos, marca Columbia Record. Carlitos cantaba folklore, por ese entonces.

En diciembre de 1913, se desvincula Martino, y queda conformado definitivamente el Dúo Nacional Gardel-Razzano. Debutan en el prestigioso Cabaret-Restaurant “Armenonville”.

El 8 de enero de 1914, el dúo debuta en el Teatro Nacional de Buenos Aires y luego en todos los teatros porteños, y también de Rosario, Santa Fe y Córdoba.

Son suceso: en 1915 cantan en el Uruguay, y luego en Brasil. Allí, Gardel conoce a su gran ídolo, el tenor italiano Enrico Caruso. A fines de ese año, Gardel sufre en un altercado un balazo en el pulmón que lo marginó un tiempo del canto. Esa bala la tendría alojada para toda la vida. En 1916, ya reestablecido, reanuda junto a Razzano su temporada en Mar del Plata.

Al año siguiente decide cantar un tango en público, y así una noche en el Teatro Empire de Buenos Aires estrena “Mi noche triste (Lita)” de Samuel Castriota y Pascual Contursi. Aquel fue el puntapié inicial del “tango canción”, una variante del “tango danza”, que con sus letras calaría hondo en el sentir popular.

El cine no se quiere perder a la figura: en 1917, Gardel es protagonista de una película muda: “Flor de Durazno”.

De 1918 a 1922 el dúo trabaja intensamente en teatros de Buenos Aires, Montevideo y todas las ciudades del interior de la República Argentina. A partir de 1921 el dúo es acompañado por los guitarristas José Ricardo y Guillermo Desiderio Barbieri (sí, el abuelo de Carmen).

En 1924 -ya dedicado por completo al tango- su voz se escucha “en vivo” por Radio LOW Gran Splendid y graba acompañado por la orquesta de Francisco Canaro. Un año después, haría lo mismo con la de Osvaldo Fresedo.

En la ciudad de Rafaela el dúo Gardel-Razzano canta por última vez. En 1925, Gardel inicia su carrera solista y viaja a España. En Barcelona graba sus primeros discos con el sistema eléctrico.

Su figura es muy requerida en el país ibérico, y vuelve a actuar allí a finales de 1927. Luego, debuta en París, el 30 de Septiembre de 1928, donde también graba discos. Y empieza 1929 con una breve gira por Italia, para luego volver a Francia y actuar en la Costa Azul, con gran éxito.

A mediados de 1929, regresa a Buenos Aires lleno de gloria, junto a los guitarristas Barbieri y Aguilar.

A esta altura, hay que decirlo: mucho antes que los Beatles se propusieran conquistar EEUU, o que los Rolling Stones planearan visitar la Argentina chiquicientas veces, Carlos Gardel ya había conquistado gran parte del mundo occidental. No olvidar que son los años ‘30, la radio estaba naciendo, y había que tener mucha pasta -y paciencia- para escuchar los discos de entonces…

Gardel no sólo fue el rockstar de su tiempo: fue el primero. La historia que viene después no hará más que confirmarlo.

En 1930 filma sus famosos cortometrajes sonoros, y vuelve a París, no sólo a cantar: también filma la película “Luces de Buenos Aires” en Joinville, para la Paramount francesa.

Entre fines de 1931 y Agosto de 1932 la fiebre Gardel se contagia por Europa: realiza giras por la Costa Azul, Italia, Londres, París, Viena, Berlín y Barcelona.

Entre Septiembre y Noviembre filma para la Paramount francesa “Esperame” y junto a Imperio Argentina “La casa es seria” y “Melodía de arrabal”.

Para estas películas comenzó a trabajar con Alfredo Le Pera y nacen sus primeros tangos juntos: “Melodía de arrabal”, “Silencio”, “Me da pena confesarlo”, y tantos otros que forman parte del repertorio clásico del tango.

En 1933 vuelven a Buenos Aires y su conjunto de guitarras estaba integrado por Barbieri, Riverol, Vivas y Pettorossi, trabajan en Montevideo y en el interior de la Argentina y del Uruguay. Esta será la última vez que su público lo vería.

Su última grabación en Buenos Aires fue el 6 de Noviembre de 1933 cuando registra “Madame Ivonne”, de Eduardo Pereyra y Enrique Cadícamo.

El 7 de Noviembre deja Buenos Aires para siempre. Viaja nuevamente a Europa, donde tras un breve paso por Barcelona y París viaja a los Estados Unidos, para debutar en la cadena de radio más importante del mundo, la NBC de Nueva York, el 31 de Diciembre del mismo año.

En 1934, con la colaboración de Alfredo Le Pera en los argumentos, Gardel filma “Cuesta abajo”, “Mi Buenos Aires querido” y “Tango en Broadway”, para la Paramount de Nueva York.

Tras un breve viaje a Francia, a fines de 1934 vuelve a actuar en la NBC y a filmar, participando en el musical de la Paramount “Cazadores de estrellas” junto a Bing Crosby, Richard Tauber y Ray Noble entre otros grandes.

Entre Enero y Febrero de 1935 filma “El día que me quieras” y “Tango Bar”, donde canta sus éxitos más recordados.

En Abril, Gardel decide emprender una gira por Puerto Rico, Venezuela, Aruba, Curaçao, Colombia, Panamá, Cuba y México, pero el destino impidió que ésta se completara por el trágico accidente aéreo de Medellín que terminó con su vida el 24 de Junio de 1935.

Su muerte sumió en la tristeza a millones de personas en todo el mundo, mientras los gobiernos argentino y uruguayo iniciaron febriles gestiones ante Colombia para repatriar los restos. Finalmente, fue doña Berta, su madre, la que pidió que los restos de Gardel vinieran a Buenos Aires.

Las idas y vueltas terminaron el 17 de Diciembre de 1935, cuando se inició el retorno a la Argentina, previo paso por Panamá y Nueva York, donde fue velado durante una semana. El barco hizo escalas en Río de Janeiro y Montevideo, donde también le rindieron homenaje.

El 5 de Febrero de 1936 arribó a Buenos Aires el ataúd con los restos de Gardel. El velatorio se realizó en el Luna Park.

Corrientes, la avenida que el tango recuerda que era angosta, estaba en esos momentos en obra, para ser ensanchada. El pueblo argentino la invadió para acompañar a su ídolo durante más de cincuenta cuadras, hasta el cementerio de la Chacarita.

La multitud que acompañó a Carlos Gardel sólo puede compararse con el cortejo de otros grandes personajes populares, como Evita, Hipólito Yrigoyen, Juan Perón o Julio Sosa.

Desde entonces -ya convertido en todo un ícono de la porteñidad- cada día canta mejor, y su talento es reconocido en todo el mundo.

Y se lo sigue escuchando en FM, MP3, aparatos con “bluetooth” y otros formatos que siguen reproduciendo esas grabaciones, algo latosas pero siempre imprescindibles.

Claudio Serrentino

Foto: Telemundo

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