El documental “Alejandro del Prado – El eslabón perdido” recorre la vida y la obra del músico que vivió su infancia en Villa Real, autor de hermosas canciones, entre ellas, “Los locos de Buenos Aires”.
Los que nacieron de los ’90 para acá, podrían preguntarse: ¿Quién es Alejandro del Prado?
Esa pregunta tiene dos respuestas posibles:
1) Alejandro del Prado padre, más conocido a mediados del siglo pasado como Calé. Gran ilustrador, dibujante, creador de la tira “Buenos Aires en camiseta”. De yapa, otra para los nostálgicos: trabajó en la revista “Rico Tipo”.
2) Alejandro del Prado hijo. Gran compositor y cantante. Autor de “Aquella murguita de Villa Real”, un himno murguero creado mucho antes que aparecieran Los Auténticos Decadentes y Kapanga.
Ambos vivieron en el barrio de Villa Real, en la calle Ramón Lista. Hay una placa que recuerda que allí vivió el gran Calé. Y a través de sus creaciones, ambos dan fe de su porteñidad manifiesta.
El documental “Alejandro del Prado – El eslabón perdido”, entrelaza la historia de los Alejandros y de toda la familia, con la vida artística y personal de ese personaje que apareció sin pedir permiso en los ’80, y pronto llegó al corazón del público. Convirtiendo su estilo musical, en un estilo de vida.
Está dirigido por Mariano del Mazo y Marcelo Schapces. “Tardamos tres años en hacerlo”, cuenta Mariano.
Es tan familiar el documental, que quienes relatan la historia son su hermano Horacio, y su hija Malena. Las palabras de Horacio sobre Alejandro merecen un capítulo aparte: mezcla de complicidad, admiración y la desfachatez propia de quien habla sin pudores de su propio hermano.
Malena y su bebé -nieta de Alejandro- le dan un toque fresco, tierno y profundo a la hstoria, casi como las canciones de su padre: al que analiza, contiene, comprende. Y además, canta. Con una voz dulce pero potente (escuchar “Para que los gorriones vuelvan” en you tube).
La trama mezcla la historia familiar con la del artista. Alejandro en la primaria, Calé dibujando en la cocina, la mamá que debe hacerse cargo de todo ante el temprano fallecimiento del padre (“fue la bomba de Hiroshima”, cuenta Horacio), los estudios para el profesorado de educación física. La música.
Los testimonios del Alejandro actual se cruzan con imágenes de aquel flaco de pelo largo que conocimos en los ’80. “Los locos de BuenosAires” suena en varios programas de la tele de aquellos años simultáneamente. Se ve cómo el protagonista la canta con su mujer Susana en “Café con Canela”, “Cable a tierra” (conducido por Pepe Eliaschev), “Feliz Domingo” y “Badía y compañía”.
Y ahí está hoy, Alejandro, recorriendo la calle Ramón Lista de su niñez, cruzándose con vecinos, y jugando un picado en la Plaza Villa Real, con pibes que probablemente desconozcan quién es ese hombre que patea y hace payasadas.
Tocando el bombo de la murga, “que fue mi incorporación a la música, el Chango Farías Gómez se quejaba: cómo no se me ocurrió a mí“.
También recorre la Plaza Almagro, el barrio donde vive actualmente. Y asoman más recuerdos: “una vez lo ví a Pugliese en esta plaza, estaba saludando a los que jugaban a las bochas. Me acerqué y le dí la mano”.
No será el único monstruo de la música con el que se cruzaría Alejandro a lo largo de su carrera. Hay una historia con Silvio Rodríguez, otra con el gran cantautor uruguayo Alfredo Zitarrosa. Y también, con el Flaco Spinetta.
El documental se pregunta por qué, con una producción tan prolífica y un futuro venturoso, Alejandro del Prado grabó apenas tres discos.
La respuesta la dará el mismo Alejandro en un viejo reportaje de TV. Muy interesante ver y escuchar sus razones, a contrapelo del negocio de la música. ¿El último romántico?
Historia querida y querible, con esas cálidas callecitas de Villa Real como parte de la escenografía, y la extraordinaria producción musical de Alejandro del Prado como protagonista excluyente. Con temas conocidos, y otros que permanecen ocultos, quizás porque al autor le siga gustando jugar a las escondidas.
Sencillo, directo, el documental usa los recursos justos y necesarios para contar la historia. Más o menos, como hizo Alejandro del Prado para crear su música.
Un homenaje merecido a ese artista, ese eslabón perdido que mezcló a la trova cubana, la rosarina, el tango, el candombe, la murga, el jazz y el rock; y también, una invitación al músico, para que se sienta valorado, no sea mezquino, y siga compartiendo su arte con el público.
Claudio Serrentino
Fotos: “Alejandro del Prado el eslabón perdido”
“Alejandro del Prado – El eslabón perdido” se exhibe los Martes de Mayo a las 20.30 en “Circe”, Córdoba 4335.