24 DE MARZO DE 1976. Impotencia política, confusión social, ferocidad militar

El derrocamiento del gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón, por parte de militares y civiles cómplices, fue generado por varios factores.

Juan Perón había vuelto al país el 20 de Junio de 1973. Ya entonces, no pudo concurrir al acto de bienvenida, donde lo esperaban millones de personas, por enfrentamientos entre facciones armadas en el predio de Ezeiza.

El “Pocho” ganó las elecciones de Septiembre de 1973 con más del 60% de los votos. Muchos argentinos creían que el retorno al país del General Perón, retomaría el camino de progreso social que éste había iniciado en la década del ’40, e incluso, que encararía el camino de la “unión nacional”, luego de su acercamiento al radical Ricardo Balbín.

La lucha armada entre grupos violentos de la izquierda y la derecha peronista, más grupos maoistas, trotskistas y de otras tendencias, hizo trizas las esperanzas de millones de argentinos. Atentados, muertos, guerrilla, bombas, eran noticias de todos los días. Esa fue la respuesta de los grupos terroristas a la propuesta de Perón.

La muerte del líder fue un factor excluyente; Isabel nunca logró ubicarse seriamente como su sucesora. Sin carisma ni experiencia en las lides políticas, y asesorada por el “brujo” López Rega

Los empresarios nunca colaboraron del todo con el retorno al sistema democrático: mientras por un lado pactaban aumentos salariales con los sindicatos, por otro achicaban el poder adquisitivo de los sueldos, con aumentos constantes de precios.

En el medio, negociaron el “Rodrigazo” (mediados de 1975; impulsó una devaluación del peso de 160% que disparó la inflación al 777% anual) con el gobierno de Isabel, que motivó el primer paro general de la CGT contra un gobierno peronista (fue de 48 horas, con movilización a Plaza de Mayo; la censura total obligó a los argentinos a sintonizar Radio Colonia para informarse).

Días antes del golpe, Isabel había ido a la CGT con su Ministro de Economía Mondelli (petiso como Dany de Vito, asumió dos meses antes del golpe). Aquello parecía un patético sketch de “Operación Ja Ja”, con la Presidente haciendo chistes al funcionario, y Lorenzo Miguel y Casildo Herreras festejándolos.

El 16 de Marzo de 1976, por cadena nacional, en el espacio que el gobierno les cedía a los referentes opositores, el radical Ricardo Balbín dijo: “todos los incurables tienen cura cinco minutos antes de la muerte”.

El discurso de Balbín reflejó la impotencia de toda la dirigencia política argentina para sostener al país bajo el imperio de las instituciones.

El discurso de Balbín reflejó la impotencia de toda la dirigencia política argentina para sostener al país bajo el imperio de las instituciones.

Había militares y civiles desesperados por llegar al poder. Los primeros, tenían una excusa ideal: terminar con la guerrilla y reimplantar el “orden”. Los segundos, obtener pingües ganancias (como si alguna vez hubieran dejado de hacerlo), y eliminar las conquistas sociales.

Ciertamente, la sociedad estaba aturdida, confusa, exhausta. El horrible cóctel violencia-inflación-devaluación-rumores, fue corroyendo la esperanza de mucha gente, de lograr que la Argentina vuelva a surgir como un país en serio. Con justicia, libertad, paz y respeto entre los ciudadanos.

La tarde del 23 de Marzo, el diario “La Razón” tituló “Todo está dicho”, preanunciando el golpe.

Amaneció ventosa, aquella mañana del 24 de Marzo. Trabajaba de día, estudiaba de noche. Ocurrió algo importante. Por eso, mi vieja me despertó temprano para decirme: “hay golpe militar, vos quedate; yo me voy a trabajar”.

Intenté seguir durmiendo (tenía 15 años), pero mi abuela me mandó a comprar el diario. Semidormido, recorrí la avenida Rivadavia buscando algún ejemplar; en el kiosco de Segurola, conseguí “La Opinión”, que ilustraba con un dibujo las maniobras militares. Mi abuela me tiró la bronca: “¿No conseguiste otro diario con fotos?”.

Los cinco canales de TV no transmitían nada, excepto el acto de asunción de la junta militar. En el salón de la Casa Rosada, había un señor de civil que resaltaba entre tantos uniformes, era el “escribano de gobierno”, o algo así; después entendí que era el que le daba tinte oficial al asunto.

La estática de la tele sólo fue interrumpida por la transmisión de un partido de la selección de fútbol de Menotti en la Unión Soviética –creo- , en una cancha blanqueada por la nieve. Después de ese partido, la prensa bautizó al Loco Gatti como “El Oso de Kiev”.

Para mi abuela, que ya había vivido muchos, era un golpe militar más.

De la Presidente, se supo que se la llevaron en helicóptero. Su destino era una incógnita. Del otro que había noticias era de Casildo Herreras, el titular de la CGT. Declaró desde Montevideo: “Yo me borré”.

El silencio presagiaba la tormenta, el huracán de violencia que desataron los militares. Ocuparon el país como si fuera de su pertenencia; acecharon, persiguieron, torturaron, robaron bienes y niños, hicieron desaparecer a miles de compatriotas, con el aval de una doctrina de seguridad nacional escrita con tinta de sangre, y dictada por otros estrategas, los del norte. Los patrones de occidente.

A ésos, nunca se los juzgará por el daño que ordenaron hacer en toda Latinoamérica.

Claudio Serrentino

Foto: Télam

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