ANTONIO PUJÍA. Talento para el mundo, ejemplo para el barrio

Antonio Pujía dejó un hermoso legado cultural, una sencilla forma de vivir. Recordando al vecino ilustrísimo de Floresta.

El pibe Antonio Pujía llegó a Buenos Aires cuando apenas tenía 8 años, y asombró a la maestra con sus dibujos.

Desde entonces, Antonio no dejó de maravillarnos.

Ya no como el gran creador, trabajador de la piedra como pocos en el mundo, cuyas obras de arte valen mucho más de lo que pagan los coleccionistas, porque en cada golpe va un impulso de su alma (y eso, no tiene precio)… No como el gigantesco escultor que fue, es y será.

Pujía nos maravilló todos los días, en la vereda, en la esquina, en la plaza; con su charla franca, afectuosa, su don de gentes, su sensibilidad y su precioso intelecto.

Como tantos otros genios, podría haber levantado muros alrededor de su casa de la calle Gualeguaychú, entrar y salir a bordo de una limusina, negarles el saludo a todos los que pasan cerca.

Pero no. El hombre fue consecuente con su obra.

Y nos enseñó valores que para algunos están en desuso, como el respeto, la humildad, la solidaridad, el buen trato.

Por estas y otras virtudes, y además porque lo quiero mucho, porque llevo conmigo su profunda sabiduría, sus hermosos gestos de amistad, su sonrisa amplia -siempre en su rostro, como una bandera de amor- levanto la copa y brindo por él: ¡¡¡Feliz cumple, Maestro!!!

Claudio Serrentino

Ilustración: Beto Páez

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