Diego Aguilar es hijo de Héctor, el fundador del Che Café de Versalles. Diego había leído la nota publicada hace algunos números atrás, y se comunicó con La Bocina para aclarar ciertos puntos que no se correspondían con la historia de ese mítico lugar del barrio, ya desaparecido.
“El bar se abrió en el año 69 aproximadamente, no en el año 72. Lo fundó mi padre Héctor Aguilar que efectivamente eso era un almacén al costado del arroyo Maldonado. Mi papá lo iba a dejar como almacén y bueno, Jorge era amigo de la infancia de mi papá, vecino toda la vida de la vereda de enfrente. Jorge pintaba letras junto con mi papá muchas veces. Mi papá también era letrista y tenían en común de amigo a Cocho López, los dos le pintaban el auto. Entonces bueno, mi papá al comprar el almacén lo llama a él para ofrecerle el negocio, que trabaje con él y él lo quiere poner en la sociedad entonces Jorge le dice que él no tenía plata. Entonces mi papá le dijo que no importaba, porque eran muy amigos, en aquella época la amistad existía. Mi papá nunca le pidió un centavo. Bueno, de hecho lo puso en la sociedad, vio que los números no daban como almacén, y decidió poner un bar. Entonces vendieron todo, remataron todo y lo que quedó se lo regalaron a la gente de ahí del barrio, y fueron a los remates a comprar las cosas. Y fueron hasta Mar del Plata a pedirle permiso al dueño original del Che Café, que hay un Che Café en Mar del Plata, que es el primer Che Café que hubo, fueron a pedirle permiso porque mi papá le había pintado las letras a ese bar, quería poner el mismo nombre, y para no ser iguales, le puso Che Café Internacional”, cuenta Diego.
Según el hijo del fundador, “Jorge trabajaba de día, mi papá manejaba la noche. Jorge estaba desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde y mi papá entraba a las 6 de la tarde. Desde las 6 de la tarde hasta las 6 de la mañana en un bar de parejas, solamente de parejas y desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde era un bar común. Bueno, mi papá trabajó mucho tiempo en el ambiente artístico, trabajaba en los canales de televisión y lo conocían en todo el medio por eso venían los artistas que mencionaron que venían, precisamente por eso, como Leonardo Favio, como un montón de otros artistas y jugadores de fútbol, y Cocho López pero con él había una amistad en común, por eso estaban las ruedas de su auto”.
Héctor Aguilar era productor de televisión, se había iniciado con Alberto Olmedo en el viejo canal 7, luego fue productor de “Sábados Circulares” de Pipo Mancera. “Estaba en las pruebas de las bandas que iban a tocar”. Allí se iniciaron figuras que luego fueron muy populares, como Sandro y Joan Manuel Serrat, entre tantos otros.
La sociedad entre Héctor y Jorge duró poco, hasta 1973: “hubo un entredicho, que no voy a ahondar porque no tiene sentido meter a terceras personas en el medio, un entredicho entre ellos dos, entonces mi papá decide que, o le compraba Jorge la parte o mi papá le compraba la parte a Jorge. Entonces Jorge le dijo que él no tenía plata, obviamente no tenía plata porque era un empleado y no tenía plata para comprarlo y entonces Cocho López no es que sacó un préstamo en el banco, no es lo que está puesto en la revista, le presta la plata a Jorge. Yo tengo el boleto de compraventa, y no se hizo por $5.000 de aquel entonces, sino por $20.000. A mí lo que me indignó, me molestó, fue que por más que haya un entredicho entre socios o por más que no sé, uno no se reconozca al otro, porque puede pasar en la vida, y en los negocios pasa. O sea, uno no puede arruinar la carrera de otra persona”, dice Diego, refiriéndose a que en la nota publicada en La Bocina no se menciona a su padre, el fundador del Che Café Internacional, Héctor Aguilar.
Su hijo recuerda:”cuando fui a Che Café, no he sido muy bien recibido, simplemente por ser el hijo, no tener nada que ver con nada, simplemente por ser el hijo. Una vuelta le pregunté a Jorge y le digo: ¿vos me venderías el bar? y me miró y me dijo: a vos, ni muerto”.
La idea de Diego era llevarse el Che Café para Marcos Paz, donde vive desde hace años. “Las cosas que estaban ahí correspondían a mi viejo, las letras del café, de la lista de los cafés y todo eso que estaban colgadas en las paredes las hizo mi viejo con sus manos, las vidrieras estaban pintadas por mi papá ¿entendés? con eso te digo todo. Las vidrieras de aquella época están pintadas por mi viejo ¿entendés? O sea, para mí tenían mucho sentido. Bueno, más que ahora mi papá falleció, tiene mucho sentido. O sea, yo nunca hubiera cerrado el bar o hubiera pretendido que el bar se cierre, así no lo tuviera yo, ¿me entendés? no es por un tema de ego”.
El hijo del fundador no pudo recuperar nada de lo que su padre tenía allí: “lo único que tengo del Che Café son fotos y nada más, no tengo nada de lo que es de Che Café, no. No porque mi papá se fue, dejó todo así, les dio la llave y se fue”.
“Con Cocho López, la cosa tampoco terminó bien: yo nunca llegué a hablar con él porque también terminó peleado con mi papá por esta situación. Cocho hasta negó también que le pintaba mi papá los autos pero bueno, ¿entendés? Todos eran de Olivera y Directorio. Mi papá vivía en Olivera y Directorio y todos paraban en el bar del gallego de Olivera y Directorio. Vos le preguntás a ellos (los del bar de Olivera y Directorio) la historia del Che Café, y te la van a contar mejor que yo, porque estaba el loco Pistoluqui, estaba Pistoluqui, había un montón de gente de ahí que conoce la verdadera historia. Mi papá vivió toda la vida en Olivera y Directorio”, cuenta Diego.
Diego también se lamenta porque “se despintó la pared donde habían firmado todos los artistas, que eso era una picardía, y la mandaron a pintar, después que se fue mi papá la mandaron a pintar. No tenía sentido hacer esas cosas, pero bueno. Yo no tengo nada en contra de nadie, yo no tengo nada en contra de la familia del señor, del ex socio de mi papá, no tengo nada en contra de nadie. El problema era entre ellos dos, no era mío, pero bueno, sí me indignó leer cosas que no corresponden”.
Claudio Serrentino
Foto: La Bocina