Aquellas chicas no contaban con casi nada, pero había algo que les sobraba: ganas de jugar al fútbol.
Porque les gustaba el deporte. Pero claro, como el fútbol era un deporte de machos en una sociedad machista, no estaban confederadas. A veces, algún club les prestaba alguna cancha, pero en general, se juntaban en potreros cuando los varones no los usaban.
En aquellos tiempos prejuiciosos, el fútbol femenino era presentado como un fenómeno de circo. Las jugadoras que sabían hacer “jueguito” eran contratadas por representantes, que las llevaban a diversos eventos.
Entonces, México venía del Mundial ‘70, donde el Rey Pelé paseó por el estadio Azteca a uno de los mejores equipos de todos los tiempos. Como estaba montada la estructura, algunos pensaron en continuar la onda. Y apareció el Mundial de Fútbol Femenino, en el que participaron seis selecciones: Argentina, México, Italia, Inglaterra, Dinamarca y Francia.
Pero claro, nuestras jugadoras no tenían ningún tipo de estructura que las acompañe. Lograron llegar a México pagándose el viaje con sacrificio, y sobre todo, con muchas ganas de jugar en una cancha con redes y tribunas (a algunos partidos, concurrieron más de cien mil personas).
También, por primera vez, usarían botines. La capitana, Gloria “Betty” García, instó a probarlos antes del partido “porque no sabemos ni usarlos”. Aquí jugaban con zapatillas de lona.
Repletas de carencias, pero con un entusiasmo a prueba de goles, las argentinas debutaron frente al local y perdieron 3 a 1 (“los árbitros estaban de su lado, tenían que llegar a la final”, recuerda Gloria). Las camisetas que llevaron, se destiñeron luego del primer lavado. Como no tenían plata (la arquera cantaba en un restaurant por las noches para recaudar fondos) los organizadores debieron comprarle otras.
Luego de aquel partido debut, apareció un ex jugador argentino residente en México, Norberto Rozas, quien se ofreció a dirigirlas. Y les marcó algunas pautas de juego. “Con él terminamos de entender que de ahí en adelante había que jugar a la nuestra, es decir a la argentina, tirando gambetas y sobre todo tocándola, tocándola y tocándola”, contó la capitana a la revista El Líbero.
Justo es mencionar a todas las integrantes del plantel argentino: Marta Soler, Carmen Brocoli, Ofelia Feito, Teresa Suárez, Zunilda Troncoso, Zulma Gómez, Eva Sembezis, Angélica Cardoso, Betty García, Elba Selva, Blanca Brocoli, Dora Gutiérrez, María Esther Ponce, María Fiorelli, Virginia Cattaneo, María Bowes y Virginia Andrada.
En el mismo estadio en que había brillado Pelé, y quince años antes que allí mismo, D10s deslumbrara al mundo con su zurda mágica, el 21 de Agosto de 1971, las “gauchitas” o las “che” -como las había bautizado la prensa mexicana- dejaron la primera huella femenina en el fútbol argentino: le ganaron 4 a 1 a Inglaterra.
La protagonista de aquel triunfazo fue Elba Selva -zurda como D10s- que convirtió los cuatro goles (uno de penal). La 10 de Argentina había empezado a pelotear desde chica, en los potreros de Villa Lugano. Su padre primero, y su marido después, siempre la alentaron.
Cuando se enteró del Mundial, ya era mamá de un nene chiquito. “Yo tenía trabajo, familia y un hijo de dos años. Cuando salió la cuestión de ir a jugar un Campeonato Mundial a México, ¡a México! le dije a mi marido que no iba, ¿cómo hago? Fue él quien me insistió para que fuera, y así nos fue. Pero a la vuelta seguí con mi vida, nunca me interesó demasiado jugar a la pelota en un club”.
El regreso de Elba a la Argentina no fue con aplausos, sino con un telegrama de despido: la fábrica en la que trabajaba, la había echado.
Pese a que casi todos los deportes tienen sus versiones masculina y femenina, la FIFA recién incorporó al fútbol de mujeres en 1991. Ese año se realizó el primer Mundial, en Francia, donde se consagró campeón Estados Unidos.
La pasión futbolera femenina en Buenos Aires había empezado hace casi un siglo: según lo consignó el diario “Crítica”, el 13 de Octubre de 1923 se enfrentaron en la vieja cancha de Boca, Argentinas vs. Cosmopolitas. A ese partido asistieron seis mil personas.
El tiempo fue pasando, las chicas se fueron animando. En la década del ‘70, apenas un puñado de clubes aceptaban mujeres futbolistas, entre ellos All Boys, Piraña, Universitario y Excursionistas. La historia del fútbol femenino argentino, la están reconstruyendo las “Pioneras”: entre ellas, hay integrantes de aquel seleccionado del ‘71.
Hoy las mujeres pueden patear tranquilamente la pelota, sin temor a que las buyillicen o las llamen “marimachos”. Los clubes convocan periódicamente a sumarse a sus filas, como lo hicieron históricamente con los varones. Juegan en las mismas canchas, e incluso discuten contratos, se hacen pases, y los partidos se transmiten por televisión. Se han ganado su lugar a fuerza de gambetas, caños y mucha pasión: ¡VAMOS LAS PIBAS!
Claudio Serrentino
Foto: Revista El Libero