El debate presidencial terminó de definir, frente a una audiencia que marcó cifras históricas de rating, los estilos de quienes pretenden dirigir los destinos del país.
Sergio Massa y Javier Milei mostraron sus fortalezas, debilidades y contradicciones, frente a frente, y delante de millones de espectadores.
La ocasión era propicia para mostrar carácter, temple, audacia y repentismo. Por sus antecedentes, parecía ser Milei el que dominaría el escenario.
Nada que ver: Sergio Massa, como un boxeador que conoce el punto débil de su adversario, pegó y pegó allí donde más le dolía: los dichos del propio Milei. Al candidato de La Libertad Avanza no le quedó otra que defenderse. Pocas veces tomó la iniciativa, casi nunca pudo imponer sus criterios, lograr que la pelea se dispute según sus términos.
Y claro que Massa tenía flancos débiles, empezando por su gestión como ministro de Economía (es el funcionario que volvió a la inflación de tres dígitos). Milei, en su afán de mostrarse contenido, no pudo acertar ni una piña conceptual. Sí embocó algún revoleo al aire, cuando se refirió a la “casta” (aunque ese argumento se desinfla ante su alianza con Macri-Bullrich).
El candidato de LLA no fue más allá de las frases -no son conceptos, apenas algo más que slogans- que suele repetir en sus intervenciones mediáticas. Habló -otra vez- sobre la ventaja de los países “libres” sobre los “reprimidos”, pero no supo explicar por qué casi ningún país del mundo eliminó el Banco Central.
Su peor momento fue cuando insistió con aplicar su ideario liberal para el comercio exterior. Massa fue implacable. Lo lastimó donde más le duele al libertario: lo mostró como un ignorante.
Milei nunca pudo hacer pie con su proyecto de país, nunca pudo explicar cómo el futuro sería mejor, con el boleto de colectivo a $ 700, y aplicando recortes a los jubilados.
Para colmo, Massa había hecho tarea de archivo, y recordó que Javier Milei fue parte del Frente Renovador. También, que trabajó en el Banco Central, de donde fue bochado porque no había aprobado el examen psíquico. Mientras Milei miraba a los costados, como un boxeador “groggy”, quedó la duda sobre sus verdaderos propósitos: ¿por eso lo quiere dinamitar…?
Massa perdió la oportunidad de noquearlo, durante el capítulo de derechos humanos: no mencionó la defensa de los genocidas, y la referencia a los falcon verdes, hechas por la candidata a vice de Milei.
Mientras Sergio Massa hizo sus deberes y encaró el debate seriamente, Javier Milei insistió con la fórmula que le dió resultado hasta ahora, aunque con menos desfachatez. El candidato de UxP le habló a los que dudan de votarlo; el de LLA intentó mantener conforme a su público.
La pregunta es: ¿alguien cambiará su voto por este debate?
La última palabra la tendrán los electores, el domingo 19 de Noviembre.
Claudio Serrentino