Qué bueno es rescatar la vida de un hombre ejemplar, un hombre que no titubeó ante la adversidad. Hace bien conocer y difundir su vida, donde el valor de los méritos se destaca, no claudicó ante los obstáculos.
Tuvo también la suerte de poder ver, concretar y disfrutar de todos sus proyectos. Todos los vecinos lo conocieron, todos hablaron muy bien de él. Nadie pudo mancillar su nombre.
Y comenzamos a recorrer si intensa vida. Nació el 16 de Junio de 1894, en el seno de una familia italiana, de la región de la Calabria. Sus padres llegaron, como tantos inmigrantes, a trabajar, a tener un mejor modo de vida. Don Pepe, como se lo conoció, fue el primer hijo, después llegarían 10 hermanas y finalmente Luisito, otro varón. Resultó el protector y el consejero de sus hermanas y también de su hermano menor. Sus padres le inculcaron la cultura del trabajo y del mérito, palabra hoy muy devaluada. Sus primeros pasos lo dio en un barrio, donde se estaban acomodando los conventillos, hoy muy céntrico, Callao y Corrientes. Su familia comenzó a mirar hacia el Oeste, donde el ferrocarril y el tranvía iban generando nuevos barrios. Los transportes abrían los caminos, le seguían los loteos, los hornos de ladrillos. Y ahí se dirigió la familia, al Barrio de Flores, Floresta. Vino la etapa escolar, los pantalones largos y los partidos de fútbol en los tantos potreros. Se estaba acercando a la zona que tanto caminó.
Un 1º de Enero de 1910, unos muchachos fundaron el CLUB ATLÉTICO ARGENTINO DE VÉLEZ SARSFIELD. Como llovía, lo concretaron en el túnel de la Estación Vélez Sarsfield, hoy Floresta. Después comenzarían la convocatoria a nuevos socios y los circuitos de las diferentes canchas para jugar los partidos, tarea nada fácil. Pero ahí estaba la energía desbordante de Pepe, quebrando los no, por el sí. Fue un largo camino.
En el año 1922, surgió la idea de contar con un órgano de difusión del Club: La Revista Vélez Sarsfield, la primera publicación de un club, y quien sería su director: Pepe. En ese primer número se mencionaba el apoyo financiero de muchas firmas. Se publicaba el Acta de Fundación del Club. El poema de Leopoldo Lugones, unas notas humorísticas. La dirección y administración: Rivadavia 10099, donde su familia tenía el corralón de materiales. Fue pionera, aunque no salieron muchos números.
Otro emprendimiento del polifacético Tano fue ser candidato a concejal en la Capital por el Partido Demócrata Progresista, y en esos tiempos se lo recuerda como orador, subido en una tribuna pública, en Carrasco y Rivadavia. Por suerte no siguió con la política, esa energía fue para su Club. Centró su actividad en la comisión de fiestas, y se convirtió en un personaje central del Club.
Cubrió una vacante en la Comisión Directiva y quedó como Vicepresidente. Y ahí estaba Pepe cobrando las cuotas y haciendo nuevos socios. Llegó a ser cronista deportivo en el Diario “La Prensa”. Por esos tiempos conoció a su esposa, Cristina Alcira Imbert. Se casaron en febrero de 1926. También se lo podía ver actuando en los teatros, donde despuntaba su vicio actoral.
El Club tuvo su tango dedicado, “Vélez Sarsfield”, con música de E.A. Rodríguez y A. de Rosa (1926). La partitura fue editada por el conocido editor Julio Korn. También su fox-trox “Vélez Sarfield”, música de Eusebio Giorno y letra de M. Saavedra. Mientras el equipo iba obteniendo triunfos, comenzaron los partidos nocturnos y después las giras a Chile, Perú, Cuba, Méjico, Nueva York.
Cuando tenía 29 años, asume la presidencia del Club, siempre mostraba su carácter y surgían los conflictos. Entrar y salir de la comisión era cosa común.
Pepe seguía trabajando en el corralón de materiales, se lo podía ver manejando el camión Chrysler, pero su verdadera pasión era su querido Vélez. El tiempo avanzaba y los problemas también. No tenían cancha, se había perdido la de Basualdo, había que revertir ese disgusto, pero Pepe lo logró, no estaba tranquilo ante esa situación. La historia es conocida, pero es bueno volver a evocarla. Recuerdo haberla contado cuando hacia la visita a los Talleres Ferroviarios (2003/05).
Se decidió hacerles una recepción a los ingleses que eran dueños de todo el Predio de los Talleres Ferroviarios de Liniers- Villa Luro. Fue donde hoy está el Club Ferroviario, muy próximo a la casa del Jefe de los Talleres. Cuando los ingleses estaban entrados en copas, les pidieron que cedieran unas tierras para poder instalar el club. Finalmente, los ingleses del Ferrocarril Oeste, le dieron un pantano que había formado el Arroyo. En el año 1910, por un acuerdo con la Municipalidad, le permitieron correr el arroyo más al norte, para ampliar los Talleres. Por el viejo cauce del Arroyo, igual seguía pasando agua, cosas de la naturaleza, era la laguna que se había formado, que se aumentaba con las lluvias y llegaba a tener hasta tres metros de profundidad con las inundaciones. Ese lugar era ocupado para tirar los rezagos del ferrocarril, locomotoras en desuso, hierros de las reparaciones, pero nunca se llenaba (esto, con los años, le permitió a la cancha tener un buen drenaje).
Y aquí está el buen trabajo de Amalfitani, sumado a su inteligencia y visión. Por entonces se estaba entubando el último tramo del Arroyo. Las excavaciones de tierra se vendían, y el Club San Lorenzo recibía parte de ellas. Entonces Pepe empezó a desviar los camiones. Por unos pesos que le tiraba a los choferes, iban para parar a la laguna. Compraba unos chorizos y les ofrecía choripanes a cambio. Les decía: “cuando se inaugure la cancha, tenés una platea para vos….”. Pero todo era poco para llenar la laguna. Como para esa época se estaba asfaltando la Av. General Paz, entonces también desviaba los camiones. Ubicaba estratégicamente a sus colaboradores, y no se le pasaba ninguno.
Después se colocó el césped, y para ahorrarse el corte, trajo unas chivas que lo mantenían a punto. Se comenzaron a construir las tribunas de material. La empresa adjudicataria fue Curuchet, Olivera y Giraldes. Siguieron la pileta olímpica, el gimnasio, salas de ajedrez, ping-pong, salón de usos múltiples, todo se hizo con lo recaudado y bien administrado por el Tano. Fue una obra titánica. Solo él pudo llevarla a cabo. Decían que era una amarrete, pero no, era un hombre productivo, trabajador, incansable, sabía lo que quería, también a donde quería llegar, para luego seguir y seguir.
Era un laburante, exigente y contagiaba con el ejemplo. La gente lo seguía, lo apoyaba. Visitaba a los negocios y le pedía avisos. Hacía los famosos “pucheros de gallina” de los viernes. Todo venía bien para recaudar. Llamaba a un conocido y le pedía 50 kilos de carne … “hoy viene el intendente” y le decía “estás invitado”. A Otro le pedía 100 litros de vino, a otro el pan. Cuando Pepe los llamaba temblaban, sabía que venía el pechazo. Otros tiempos. En el escenario decía: “vamos a levantar una pared, y le agradezco a Fulanito que me va a mandar 5.000 ladrillos”, que le podían decir “después te los mando…”. No era corrupto, sabían que era para el Club. En algunas oportunidades, mientras se jugaban los partidos, recorría las tribunas haciendo nuevos socios. También controlaba las entradas a los bailes, nada se le escapaba.
Para conocer un poco a Don Pepe visité a su nieto mayor, José Luis Amalfitani, para que me cuente los recuerdos de su abuelo:
“En esta casa nací, era la casa que compró mi abuelo en el año 1933, es una casa histórica, la de la familia Penco, una quinta de 160 hectáreas, acá en Villa Luro. Cuando se loteó la última manzana, compró el chalet de la familia que da sobre la calle García de Cossio al 5500. La casa originalmente tenía 11 habitaciones, cuando se vendió, una parte quedó en el terreno de al lado, es decir se partió. Mi abuelo la arregló y aquí vivimos todos, sus hermanas y el tío Luis. Aquí también falleció, el 14 de Mayo de 1969. Ese día, en su honor de denominó ‘Día del Dirigente Deportivo’.
Decidía todo, que se iba a comer, las compras. Era como el presidente de la casa. Recuerdo que los nietos, con cierto apuro, lo llevábamos a que nos compre juguetes en la casa Mata y Mata “…parecía un duro, pero era un tierno. Cuando se enojaba, era de decir ¡Carajo!. Su vida estaba dedicada al Club, fue un líder. En 1938 construyó la Escuela N°12, que está al lado de mi casa, se la alquiló al Estado hasta 1972 y después se donó. Tenía una personalidad enérgica, siempre con honestidad e incansable. Lideró el Club por 30 años ininterrumpidos, son los factores indiscutidos que perpetuaron su imagen en el tiempo. Cuando éramos chicos, pensábamos que todos los abuelos podían levantar tribunas, hacer piletas de natación, etc.
En los últimos tiempos, cuando estaba muy enfermo, escuchaba los partidos por la radio. Fumaba mucho, siempre tenía un pucho en la mano., tenía los dedos marrones. Fumaba la marca Particulares, y murió con el pucho en la mano. En 1968 Vélez obtuvo el Campeonato, el máximo galardón. En el último partido vinieron los jugadores a la puerta, las autoridades, los hinchas. Todos lo reconocían mucho, se lo merecía. Sus restos fueron velados en el Club.
Siento mucho orgullo de llevar su apellido, seguir por el buen camino, todos me hablan y me cuentan anécdotas de él”.
Su bisnieto Luis Alberto se suma a la conversación:
“En la escuela, cuando pasaban lista, me preguntaban ¿que sos de José Amalfitani? Era mi bisabuelo, yo no lo conocí, pero nunca nadie pudo decirme nada malo de su persona, yo también tengo orgullo de llevar su apellido.
Aquí, en el Barrio, todos tienen muy buenos recuerdos de Amalfitani. A quien se le pregunte, hablan muy bien de él. Fue un abanderado y un emergente de la vida. Algunos me dicen: si los gobernantes lo imitaran, otra sería nuestra suerte. Pienso qué bueno es dejar el buen ejemplo para otros, no esa imagen de corrupción, que tanto los daña y fundamentalmente nos daña a todos. Su talento no lo utilizó para provecho personal. Disfrutaba cuando veía tantas familias que utilizaban las instalaciones del Club, la pileta, los diferentes deportes, los bailes, etc.. Su pasión barrial no tenía límites, no copiaba ningún modelo, todo le surgía de su inteligencia, de su observación. Su legado fue importante, bueno sería que su ejemplo se mantuviera por siempre”.
Los restos de José Amalfitani primero estuvieron en el Cementerio de Flores. Después se pensó que se merecía un lugar destacado, de mayor significación. Se formó una Comisión de Homenaje, y se hicieron las gestiones para formar parte del Recinto de las Celebridades en el Cementerio de la Chacarita. El proyecto fue adjudicado al arquitecto Víctor de Rosetti, y la construcción del Mausoleo, a Aldo V. Bono. Fue inaugurado el 14 de Mayo de 1972. Su esposa Cristina y el presidente del Club José R. Feijóo descubrieron la obra. Estuvieron presentes familiares, amigos y muchas autoridades. José Amalfitani está junto a Pugliese, Pichuco, Montiel y muchas personalidades que engalanan el lugar. Don Pepe se lo merece l
Susana Boragno
Fotos: Gentileza familia Amalfitani, La Bocina