La obra cumbre del colombiano Gabriel García Márquez fue, sin dudas, Cien años de soledad, la larga saga de la familia Buendía, que hizo de Macondo un lugar mítico de la literatura latinoamericana y que vio la luz por primera vez en Buenos Aires en 1967.
Ese pueblo mítico tan parecido a su Aracataca natal de Colombia, y la estirpe de los Buendía -una historia familiar donde la desmesura y lo insólito eran cosa de todos los días-, fue la mezcla explosiva que dio por resultado el ascenso vertiginoso de García Márquez a la fama, con la traducción a 40 idiomas y la venta de más de 30 millones de ejemplares en el mundo.
¿Cuál fue la imagen visual que sirvió de punto de partida para “Cien años de soledad”? “Un viejo que lleva a un niño a conocer el hielo exhibido como curiosidad de circo”, había contado el escritor en una entrevista.
Y el libro comienza: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
Pero también habría de incidir en el tono del relato su abuela Tranquilina: “Mi abuela me contaba las cosas mas atroces sin conmoverse, como si fuera una cosa que acabara de ver. Descubrí que esa manera imperturbable y esa riqueza de imágenes era lo que más contribuía a la verosimilitud de sus historias”.
La obra se publicó en Buenos Aires en 1967, y aunque no se sabe la fecha exacta, cuando el escritor colombiano llegó a Buenos Aires un sábado de junio, la novela de 352 páginas y que costaba 650 pesos de entonces, ya estaba en las librerías porteñas.
“Cien años de soledad” (que para el Nobel de Literatura, durante años se llamó “La casa”) se publicó por primera vez en la editorial Sudamericana con una tirada inicial de ocho mil ejemplares -agotados en dos semanas- y desde entonces se vendieron millones a través de más de cien ediciones.
En marzo del 67, el editor Francisco Porrúa recibió en su casa las 1.300 carillas del manuscrito de la novela, acompañado por una hoja en la que García Márquez le decía: “Si a ti no te gusta, rómpelo. Olvidaré esta novela”.
Lejos de romper algo, el editor comenzó de inmediato a trabajar para que la novela saliera a la luz casi tres meses después y a programar la primera (devenida con el tiempo única) visita del escritor a Buenos Aires.
A las dos semanas la segunda edición, el libro sería calificado como la metáfora más exacta de Latinoamérica y ese comentario se extendió de boca en boca, al tiempo que la eficaz agente literaria Carmen Balcells, convencida de que el libro era una obra maestra, negociaba su traducción en varios idiomas.