En estos días fue noticia que se abrió una calle entre Madero y la colectora de la Avenida General Paz. En efecto, es la continuación del pasaje Fernando Fader. Se dijo siempre que en los planos municipales aparecía abierta, pero esto no era así.
Por suerte, cuento en mi archivo con una colección del periódico barrial “Encuentro”, que era editado por la Asociación Vecinal de Villa Real “Olegario V. Andrade”. Su director fue el Dr. Benjamín Lebenson y Co- Director Roberto Gritta, quien después editó el periódico “Objetivos”. Tenía una periodista muy querida, Ida Martino, hoy todos fallecidos. Ella me obsequió unos 40 números consecutivos, (1969/1982). Recordaba que había leído algo de la Villa Colombo.
Recorrí todos los números y encontré unas entrevistas que Ida le había hecho a sus habitantes. En el número de 1/12/69, Domingo Fernández contaba que estaban organizados para solucionar los problemas que se ocasionaban. En ese momento, en la Villa vivían 700 personas, según el último censo. Estaban agrupados sólo para el manejo interno. Contaba con un presidente, vice, vocales, etc., pero no poseían estatutos.
Decía Fernández : “esta es una Villa modelo en cuanto a su conducta, lo reconoce la misma policía. Nos gustaría organizarnos y darnos a conocer tal cual somos, gente de trabajo que aspira a vivir mejor, todos trabajamos mucho, estamos demasiados ocupados para reunirnos y organizaros debidamente. Tenemos luz eléctrica, y agua, los baños de material funcionan por medio de pozos negros. La convivencia es pacífica, estamos vinculados con la Comisaría 44ª., quien de tanto en tanto envía una comisión policial para efectuar una inspección. Estamos todos fichados. No somos propietarios de la tierra, nos gustaría tenerla, todos estamos en condiciones de comprar y pagar una cuota inmobiliaria. La mayoría somos obreros del calzado, y trabajamos en la zona, que está plagada de fábricas, lo que están más lejos trabajan, es en Flores o en el Once. Actualmente no existe el problema del desalojo. Solo ambicionamos la posesión de la tierra, y conservar nuestro trabajo”.
Había chicos que iban a la escuela primaria, y otros que estudiaban para terminar en los cursos nocturnos. La escuela de Manuel Porcel de Peralta al 1400 los había invitado a inscribir a los niños y jóvenes, para que tomaran las clases que se dictaban. Otros iban a la Escuela Estados Unidos de Versailles, pero decían que la juventud no podía aspirar ni siquiera al secundario, y menos, al universitario. A los 14 o 15 año tenían que ir a trabajar. Casi todos eran aficionados al fútbol y al cine.
En el año 1973, la Villa había logrado que le rebajen las tarifas de la luz eléctrica. Peticionaron a Segba, y les habían prometido colocar los medidores individuales, ellos solo debían construir las columnas. La población era mayoritariamente paraguaya. La nueva comisión que se había formado, solicitaba sala de primeros auxilios, y una guardería infantil. Se reunieron unos 600 vecinos y reclamaron en Nogoyá y la Avenida General Paz la construcción de un puente para evitar los accidentes que se producían en el cruce de la Avenida. También habían logrado la construcción de las veredas que ellos mismos colocaron. Hay que recordar que por entonces, Madero era de tierra, como otras calles de Villa Real.
En abril de 1977, el periódico “Encuentro” titulaba : “Se inauguró la Guarderia en la Villa Colombo, una esperanza del ayer, una realidad hoy”. Por entonces, la Villa contaba con 1.500 habitantes, de los cuales 150 eran niños, 70 en edad pre-escolar. Se inauguró el Jardín de Infantes . “Madres y niños satisfechos del logro obtenido”, ya los niños no iban a andar corriendo por los pasillos, aprendiendo groserías, decía una madre. Hubo que vencer la incomprensión y la oposición directa de otros.
La Dirección de la Vivienda cedió algunos materiales, el resto lo compraron los vecinos, el 26/3/1977 se hizo un festival con bailes para reunir fondos. Se inauguró el Jardín con 20 niños, el aula era una sala de 6 por 12 metros con 5 ventanas sobre un patio rectangular. Contaba con una cocina para elaborar alguna comida o merienda , un baño, un oasis desafiante en el medio de un entorno de la Villa que era de suma pobreza; faltaban mesitas, sillas de material didáctico para los pequeños educandos. La cocina carecía de puertas y ventanas. Se propuso nominar al Jardín “Clementino Reyes” por su participación en los años anteriores. Había gente que prefería en vez del jardín, un salón de bailes.
También se reclamaban caños para elevar la presión del agua. El Padre José Romero, de la Iglesia “Nuestra Señora de la Salud”, los acompañaba mucho en las luchas por conseguir y suplir las necesidades. Los estimulaba, los felicitaba por sus conquistas. Después, consiguieron un médico quien venía dos o tres veces por semana, les enseñaba como criar a los hijos, los vacunaba, etc.
En una charla con los vecinos de la Villa, uno de ellos manifestó: “los vecinos de la Villa todos somos gente de lucha que busca el progreso, la mayoría trabajamos de 12 a 14 horas diarias… nos es imposible comprar un terreno y una posterior edificación sin la ayuda de un plan concreto de crédito, no podemos emprender ningún camino, estamos dispuestos a trabajar el tiempo que sea necesario, y en breve plazo, poder tener una casa digna donde nuestros hijos crezcan sanos y fuertes”. Ellos habían formado una Cooperativa de Vivienda Vecinos Unidos con 200 socios. Pensaban que iban a ser escuchados, pero no fue así.
En septiembre de 1978, el periódico “Encuentro” informaba de la erradicación de la Villa, ya que los amparaba una Ordenanza, la N° 33.652 que lo preveía . Les comunicaron por medio de un asistente social de la Comisaría 44ª, que tenían plazo hasta fines de agosto para desalojar la Villa. Contaban con la ayuda de la Comisión Municipal de la Vivienda y estaba representada por el Comisario Lotitto. El periódico reflejaba la incertidumbre que estaban pasando los de la populosa Villa Colombo.
La ayuda ofrecida por la Comisión estaba determinada asi: cada habitante que deseaba acogerse al crédito establecido de 300.000 mil pesos, debía firmar un documento y a partir del mismo tenía un plazo de 90 días y dejar el lugar que ocupaba de inmediato. El dinero no se entregaba hasta no tener el terreno elegido. La Comisión de la Vivienda era la encargada de entregar al propietario del terreno la suma de 120.000 pesos; el resto de 180.000, estaba reservado para la compra de materiales, y cuando se presentaban las facturas, la Comisión hacía efectivo el pago, y a su vez, obsequiaba 200 camiones de cascote.
Como se iba a realizar en el país el Mundial de Fútbol, la decisión fue de erradicar las villas de la capital. Aquí se estaba cerca de la Cancha de Vélez. Lo mismo ocurrió con una villa cercana a la cancha de River. Tiempo después, el periódico informaba que se había escrito al Intendente de Buenos Aires, pidiéndole que se desratizara el terreno ya vacío, que tenía grandes yuyales que sobrepasaban la tapia que se hizo después del desalojo.
Los vecinos de la zona aportaron más datos para completar la historia.
Mirta Maugeri, una casa de muchos años en la zona vendiendo materiales de construcción. Me dijo que su suegro, Santos Maugeri, le había comprado a los Colombo los terrenos, eran los dueños de todas estas tierras. Contó que su esposo Roberto, antes de la Villa, jugaba en una canchita de fútbol que se llamaba Sol de Mayo. Había un hombre que los entrenaba, era el director técnico. “Tenían carnet y mi marido guardaba con mucho cariño las camisetas del equipo”. La Villa empezó con la casita de un hombre y después se pobló rápidamente. “No molestaban, eran muy reservados. Cuando llovía, como las chapas de los techos eran de cartón, salían a comprar nuevas, aquí no compraban fiado. En la época de los militares los erradicaron, vinieron los camiones, pero todo fue sin problema, se tuvieron que ir”.
Cristina Tirado, hija de Andrés, me cuenta que su papá trabajaba mucho con ellos, cuando llovía venían a comprarle las chapas de cartón para reponer. Cuando se fueron, afectó bastante al comercio de la zona.
Laura Parrinello era chica, pero recuerda a la Villa de los Paraguayos. Vive en Nogoyá y Gana. Le preguntó a su mamá y le contó que todos eran zapateros, había negocio de comida, que el Barrio era muy seguro, que cruzaba el predio para ir hasta la General Paz a tomar el colectivo y nunca tuvo problemas, la gente compraba mucho en el Barrio. Se sintió mucho cuando se fueron. Eran muy pagadores, su papá tenía y tiene un negocio de puertas y ventanas en Nogoyá y Barragán, le encargaban trabajos, y siempre le cumplieron bien. A ella le cuesta decir Villa, eran gente muy buena y trabajadora.
El mecánico que está sobre colectora contó que una vez, Maradona pasó a ver los terrenos, con la intención de comprar los lotes; no los compró quizás por el problema pendiente de la apertura de la calle.
Al lado de la Villa estaba y está un chalet, tipo palacete, muy bien construido en Nogoyá y colectora que recuerdo haber visitado en mi niñez. Era de unos italianos que tenían una fábrica textil. Mostraba el contraste de la Villa con el chalet. El matrimonio no tenía hijos, hace mucho tiempo que está en venta. Observando unas fotos aéreas de comienzo de siglo XX, en esa zona estaban los hornos de ladrillos que se utilizaron para la construcción en el años 1923/4 de los chalets de Versalles.
Fue muy interesante encontrarme con Carlos Sanabria, paraguayo, muy amable, que está viviendo en el lugar, en custodia de los terrenos a ambos lados de la calle abierta recientemente. Contó que los Colombo son como 10 hermanos, algunos de sus nombres: Santiago, Francisco, Félix, Ricardo, Miguel, Guillermo, Victoria, etc. Tienen negocios inmobiliarios, tienen campos, se dedican al engorde de ganado, producen soja, cría de caballos de raza, etc. El señor Sanabria trabaja para los dueños, que siguen siendo los Colombo.
Escuchó decir que el jefe de Gobierno Aníbal Ibarra fue el que les hizo juicio para abrir la calle, una vez que la Villa fue desalojada. Muchos años después, Rodríguez Larreta activó para que se abriera la calle. La Empresa Ausa, la que construyó la Autopista 25 de Mayo, fue la que hizo las obras de apertura del pasaje Fader. Se dividieron en 10 lotes de un lado y 11 del otro. Todos tienen conectados cloacas, gas, luz fibra óptica y las luminarias en funcionamiento.
Algunos vecinos me contaron que ellos también lucharon para que tiraran abajo el paredón y abrieran la calle. Recorriendo el lugar, atrae caminar por su aspecto agreste, hay unos tilos. Gabriela Bruzzone cuenta que también le resulta agradable caminarla, dice que los árboles plantados son Jacarandás y hay unas plantas nativas, como la Lantana.
Cuando se pasaba por el lugar, siempre se veía el paredón, ahora todo cambió, está bueno ver este espacio despejado. Me gustó mucho rescatar este pedacito de historia barrial. Sería bueno que este aporte no se pierda y se incorporara nuevamente en la memoria de los vecinos.
Susana Boragno
Fotos: archivo Susana Boragno