
“La imaginación es más importante que el conocimiento”
Albert Einstein
La visita del físico Albert Einstein a la Argentina, fue todo un acontecimiento. El 30 de Marzo de 1925, su llegada al puerto conmovió a Buenos Aires. Su figura apareció en la Dársena Norte, a bordo del vapor alemán Capitán Polonio.
En la Argentina se conocía a este sabio, y se lo admiraba mucho por sus profundos estudios matemáticos y físicos.
Meses más tarde también visitaba estas tierras el príncipe de Gales, Eduardo de Windsor, heredero del trono en Gran Bretaña.
Einstein había sido invitado por el Rectorado de la Universidad de Buenos Aires para dar una serie de conferencias. Fue un mes agotador, sumado a los compromisos sociales, honores académicos, entrevistas, incluido un encuentro con el presidente de la República, Marcelo Torcuato de Alvear.
Su primera conferencia fue en el Colegio Nacional de Buenos Aires con la asistencia de un público desbordante y una conferencia muy significativa. Todavía se recuerda en el Colegio esa distinguida visita. En total, dió ocho conferencias en Buenos Aires.
Durante casi un mes, visitó diversas localidades (Tigre, La Plata, Llavallol, La Falda), recorrió lugares de Buenos Aires como el Mercado de Abasto y los bosques de Palermo, e incluso sobrevoló la ciudad en avión; se reunió con científicos como Bernardo Houssay, brindó entrevistas periodísticas, y visitó numerosas instituciones israelitas. Después de casi un mes en Argentina, el 23 de abril de 1925, partió hacia Montevideo.
Albert Einstein había nacido el 14 de marzo de 1879 en Ulm, Alemania, en el número 135 de la Bahnhofstrasse. Sus padres fueron Hermann (1847-1902) y Pauline (1858-1920), no eran religiosos pero seguían las costumbres judías.
Albert se esforzaba por no distinguirse de cualquier otro alemán. Así fueron los nombres de dos sus hijos: Albert y María, Maja. Hizo sus estudios primarios en un instituto católico en la ciudad de Munich, donde la familia se había mudado. Continuó el bachillerato con calificaciones mediocres, salvo en matemáticas.
En 1896 renuncia a la ciudadanía alemana. Luego, su familia se trasladó a Suiza; allí ingresó en la Academia Politécnica, donde se graduó en 1900. En enero de 1903 se casa con una compañera, Mileva Maric, física y matemática, mujer notable, que colaboró con Einstein en sus primeros trabajos. Se conocieron en la Politécnica de Zurich, una de las pocas universidades en Europa que admitía mujeres. Tuvo dos hijos con él.
Se comentaba que Mileva aportó con el trabajo que hizo mundialmente famoso a su marido. Por eso acordaron que si ganaba el Premio Nobel, el dinero era todo para ella. Mileva no pudo dar los exámenes finales, porque quedó embarazada de su primera hija.
Dado que Einstein no tenía la nacionalidad local, tuvo dificultades para conseguir trabajo. Finalmente lo logra, en la ciudad de Berna. Se publican sus primeros trabajos. Continúan sus investigaciones. Einstein expuso la relación existente entre la energía E y la masa (m) mediante la famosa ecuación: E = mc2, en la que representa la velocidad, expuso la teoría de la relatividad de la luz en el vacío.
Newton pensaba que las fuerza gravitatoria era infinita. Einstein suponía que se desplazaba a la velocidad de la luz, pero hasta ese momento, nadie lo había medido. En su teoría general de la relatividad, Einstein había postulado que la velocidad de la gravedad era igual a la velocidad de la luz, es decir unos 300.000 km/seg ( en el vacío).
Consigue la nacionalidad suiza. En 1909, con muchos esfuerzos obtiene un puesto de profesor en la Universidad de Zurich. En abril de 1916, Einstein inicia el divorcio con Mileva. El dinero recibido por el Premio Nobel pasa todo a manos de Mileva.
Se casa con su prima, Elsa Einstein, en 1919; no tuvieron hijos, y fue quien lo cuidó mucho. Su fama aumentaba, y durante la Primera Guerra Mundial, publicó un trabajo donde expuso la teoría de la relatividad general (1915), teoría que fue comprobada en 1919.
Decía Einstein: “en Alemania me consideran un sabio alemán, y en Inglaterra un judío suizo. Cuando vivía en Suiza no me daba cuenta de mi judaísmo…”
En Berlín (1914/1918) tuvo su mayor éxito científico, con la formulación definitiva de la teoría de la relatividad general y también otros aportes notables a la física. En 1921 recibe el Premio Nobel de Física.
Con la popularidad que adquiere, recibe invitaciones de todos los rincones del mundo, de las cuales aceptó muchas. Se lo consideraba “el físico más famoso de la actualidad”.
Visita Tokio, Oslo, Copenhague, Buenos Aires, Paris, Río de Janeiro, Montevideo, Barcelona, Madrid, Zaragoza. Viaja a Toledo, con el filósofo de gran trayectoria, Ortega y Gasset.
Cuando Einstein llegaba a las ciudades, la policía era incapaz de dirigir esas aglomeraciones. Ni la realeza, con sus príncipes y emperatrices, atraían tanta gente.
El científico famoso visita en 1921, a Estados Unidos. La cantidad de fotografías lo muestran como una celebridad. En 1923 viaja a Israel.
La llegada al poder de Hitler en Alemania, coincidió con el ciclo de conferencias que estaba dando en Princeton, Estados Unidos, donde se quedó, y entró a formar parte del Instituto de Estudios Avanzados. Recibe la ciudadanía. Ya no volvería más a Alemania.
Sus últimos días
En 1948, los problemas que había tenido se agravan. Tuvo que ser hospitalizado al sufrir fuertes dolores estomacales. Se le hizo una laparotomía para evaluar su estado. Se descubrió un aneurisma abdominal de doce centímetros. Para ese entonces había pocos remedios para su curación.
La aneurisma podía romperse en cualquier momento. Esto ocurrió el 18 de abril de 1955 en el Hospital de Princeton, tenía 76 años. Su cuerpo, del cual habían extraído el cerebro y los ojos durante la autopsia, fue incinerado y sus cenizas, parece, fueron arrojadas al río Delaware por sus amigos. No comenzaba la leyenda, porque Albert Einstein ya era leyenda, leyenda viva desde hacía muchos años. A partir de su muerte proliferaron los homenajes.
Hubo muchas manifestaciones de homenaje.
Einstein fue la voz de la ciencia liberal, el profeta de la razón y la paz durante una generación.
Al final creyó, sin amargura, en lo profundo de su tranquilo y benigno espíritu, que todo había sido en vano.
Era un perfecto internacionalista; rompió con la comunidad judía porque odiaba el separatismo y el nacionalismo, a pesar de ello se vio obligado a ocupar más tarde, su puesto como judío más eminente que existía, como un sionista comprometido.
En mayo de 1936, a pedido de un editor estadounidense que iba a comenzar editar sus obras escribió palabras para su posteridad:
“Querida posteridad
Si no has llegado a ser más justa, más pacífica y generalmente más racional de lo que somos (o éramos) nosotros, entonces que el Diablo te lleve.
Habiendo, con todo respeto, manifestado este piadoso deseo, soy ( o era)
Tuyo”
Alberto Einstein
Susana Boragno