Al año 1969 se lo recuerda por la llegada del hombre a la Luna. The Beatles no necesitaron elevarse tanto para quedar en la historia. Sólo con treparse a la terraza y tocar un par de canciones, generaron otro de los hechos emblemáticos del siglo XX, y de la historia de la música.
A principios de los ‘70, con un grupo de amigos de la secundaria, fuimos al Gran Rivadavia a ver “Let it be”. Mi ilusión era encontrarme con aquellos flequilludos alegres que llenaban mis tardes con “Love me do”, “Help!” y tantas otras. Pero no. Había cuatro tipos que casi siempre estaban de mal humor, que no se trataban bien, y que ante el primer escollo, se iban del estudio.
Es lo que registró su director, Michael Lindsay-Hogg. Entonces, no estaban claras las causas de la separación del grupo musical más popular del mundo. Lindsay-Hogg intentó explicarlo a través del filme, con el que los protagonistas -John, Paul, George y Ringo- no querían saber nada. Pero contratos son contratos… Actualmente, sólo los entendidos pueden encontrar alguna copia de “Let it be” -la película- en internet.
Más tarde, cuando me fui adentrando en el mundo de la música, llegué a la conclusión que “Let it be” -el disco- es uno de los mejores que generaron estos cuatro genios, aunque se podría decir que toda su producción es muy pareja, talentosísima, original.
Lo cierto es que los músicos se quedaron enbroncados con aquella película. Y llegó la revancha, producida por Paul, Ringo y las viudas de John y George. Para encarar tal tarea -hacer la versión mejorada de aquellos momentos de la banda- llamaron a un tal Peter Jackson, creador de una de las zagas más taquilleras de la historia del cine: “El Señor de los Anillos”.
La peli es un fragmento de “The Beatles – Get Back”, la producción de Peter Jackson que dura en total 468 minutos. Puede verse por la plataforma de Disney; también salió a la venta un pack con tres DVD.
Lo cierto es que a 50 años de aquel concierto en la terraza -ocurrido el 30 de Enero de 1969, en la calle Savile Row de Londres– se anunció la producción de Jackson, quien usó el nombre que se barajaba para aquella, la peli con la que los Beatles no querían saber nada.
Fui al Imax Theatre entusiasmadísimo: volver a ver y escuchar a esa banda que cambió la historia de la música, no es algo que pase todos los días.
Verlos en pantalla gigante volvió a partirme la cabeza; y si “Let it be” me mostró los momentos críticos, ésta me hizo disfrutar las sonrisas, los guiños entre ellos, ¡la música! y la intervención policial registrada gracias a una cámara oculta (avanzados hasta en eso…).
Ver las imágenes remasterizadas de aquella aventura fue un gran placer, no cabía en la butaca de la alegría. Pude ver a los Beatles con unas ganas bárbaras de tocar, de mostrar lo nuevo para el público callejero que no podía comprender bien qué estaba pasando en esa terraza.
La polenta de John, la simpatía de Ringo, las sonrisas de George, la cara de sorpresa de Paul cuando descubre a los polis detrás suyo, el misterioso piano eléctrico que suena, aunque no enfoquen al tecladista (Billy Preston apenas aparece, pero su aporte es fundamental), Yoko siempre pegada a John, los testimonios en la calle (sobre todo de gente grande, hablando muy bien de su música), el vigilante barriga picante que se vuelve en inesperado protagonista… es volver a aquella época de colores fuertes, de rebeldía, de fuerza juvenil, de querer cambiar el mundo para bien.
Luego, la música se desarrolló, viró hacia otros rumbos, se inventaron nuevos ritmos y se reversionaron los antiguos. Pero Los Beatles suenan siempre modernos, frescos, jóvenes, impecables, contundentes. Pese a los que los criticaban entonces por “melenudos”, “chingui chingui” o “afeminados”, Paul, John, George y Ringo no sólo cambiaron la manera de hacer música: también ayudaron a crear una nueva forma de pensar, de ver el mundo. Gracias por eso, genios.
Claudio Serrentino