Sin transportes, pero también sin muchos vehículos particulares, el paro dispuesto por algunos gremios de la CGT de Moyano cambió la fisonomía de la Ciudad, y se parece más a un Domingo. Martes de tele, declaraciones y pulseadas mediáticas.
“Es un día perdido”, me sugiere el vecino mientras bajamos en el ascensor. Ambos nos habíamos “desayunado” por la TV cómo venía el panorama con esto del paro del transporte, que afectó a muchas actividades laborales.
Ayer, el gobierno nacional -vía el declarante compulsivo Aníbal Fernández– intentó restarle razón de ser al paro. “Los sindicalistas defienden a los que ganan más”, disparó el bigotón. “No llegan al 8% los afectados por el Impuesto a las Ganancias en los gremios que van a hacer paro”, acotó el Ministro de Economía Axel Kicillof.
“Es un paro político”, insistió Fernández, como si existiera alguna forma de protestar que fuera apolítica. Cuando algunos deciden manifestarse a favor o en contra de algo… ¡están haciendo política! Chocolate por la noticia.
Pero el gobierno, desesperado por mantener el supuesto “monopolio” de la verdad, dice y se contradice en el mismo párrafo: si son tan “pocos” los afectados por el Impuesto, ¿por qué no subieron el mínimo no imponible, y de paso, le quitaban una excusa a Moyano?
Hicieron lo que pudieron, pero la bomba no pudo ser desactivada. El paro es rotundo, porque muchos, si bien no podían usar el transporte público para ir a trabajar, no quisieron viajar en automóviles. Es decir: la medida de fuerza tuvo alto nivel de acatamiento por parte de sectores indirectamente involucrados, los laburantes de otros gremios.
Motivaciones hay muchas: lo del Impuesto a las Ganancias es una. Pero era sabido que el paro iba a tener un grupo de adherentes “fijos”, los que se suman a cualquier medida que sea contra este gobierno (caceroleros, marcha del silencio).
Otra de las razones, es el miedo a que “pase algo en la calle”. No sería la primera vez que “activistas” agreden a los que quieren ejercer su derecho a trabajar. Entonces, prima el “por las dudas, mejor me quedo en casa…”.
Por otra parte, los funcionarios -Aníbal, el primero de la fila- terminan por cansar a la gente con tanta declaración no exenta de ese tonito petulante que suena a “nosotros la sabemos todas”.
Algo de eso debe haber, de lo contrario no hubieran permanecido en el poder durante 12 años. Pero también es cierto que carecen del elemental sentido de la ubicación. No toman conciencia que a veces, saturan.
Ese aspecto, el de la saturación, también se debe a tantos años de los mismos personajes andan rondando el poder. Las frutillas con crema son ricas, pero si se come todos los días, cinco veces por día… Termina cansando. Y parece que no hay planes para cambiar el postre. ¿O sí?
A media mañana, cuando el paro copaba minutos en radios y canales, apareció el proyecto de postre nuevo: Máximo K. Inmediatamente, se armó una especie de cadena nacional, con Víctor Hugo como abanderado. El hijo de Cristina replicó los dichos de su más letal enemigo.
Desmintió el pescado podrido de “Clarín” sobre la cuenta a su nombre en Suiza (ya lo había hecho el Turco Asís por Twitter), se quejó porque lo caricaturizaron como un “vago que juega a la Play” y dijo que el multimedio le tiene bronca por el acto de Argentinos Jrs. (???).
Mientras tanto, la izquierda “estiró” los piquetes en algunos puntos de entrada a la Ciudad, para “celebrar su éxito” (!!!).
En la calle, pocos autos, muchos negocios abiertos (no todos) y un ambiente de Domingo de otoño. Alguna compra cotidiana para estirar las piernas, con los chicos en casa.
¿Qué va a aportar este paro al país? Nada. Como los anteriores. Los que ganan menos, seguirán anhelando pagar Ganancias (como dijo un taxista en la tele). Quizás, lo que tenga de distinto es que está subrayando el fin del ciclo ultra kirchnerista. Porque Máximo salió a justificarse ante la militancia, no habló para todos. No quieren perder tropa.
De la oposición, Sergio Massa prometió cambios en el Impuesto a las Ganancias. Y Alejandro Bodart consignó genéricamente: “que paguen más, los que más tienen”.
Un día de desencuentro, de resignación, casero. Con puteadas de aquellos que quedaron varados en algún lado, suspiros preocupantes en el oficialismo, y un horizonte perdido entre la nebulosa de las urnas.
Claudio Serrentino
Foto: Télam