DR. RENÉ FAVALORO. Medicina para todos

Personaje fundamental de la Argentina y del mundo entero, el Dr. René Favaloro logró mejorar la condición humana, no sólo desde lo corporal: también desde su sabiduría pueblerina. Pero mientras el queridísimo René predicaba con el ejemplo, desde el poder, le decretaban la bancarrota.

El 12 de Julio de 1923, en un barriopobre de La Plata llamado “El mondongo”, llegó al mundo un bebé al que llamaron René Gerónimo Favaloro. Quizás porque vivía a una cua- dra del Hospital Policlínico, René manifestó desde pequeño su voca- ción por ser médico. Quizás, porque tenía un tío médico, quien lo involucró en las tareas del consultorio o de las visitas médicas a las casas de los pacientes.

Su infancia transcurrió entre la escuela de su barrio, y el taller de carpintería de su padre, que era ebanista; también le enseñó los secretos del oficio, René colaboraba con su padre durante las vacaciones.

Tío médico, papá ebanista, mamá modista… y abuela que amaba la naturaleza, y le transmitió su amor por la tierra, y la emoción por ver cómo las semillas se iban convirtiendo en tallos.

“De mi abuela materna heredé un gran amor por la tierra; no podía vivir sin un huerto. Desde muy pequeño la acompañaba por las tardes a trabajar en la quinta familiar”, escribiría años después en su libro “Recuerdos de un médico rural”. El entorno familiar del pibe Favaloro, fue moldeando al hombre que más tarde trascendería en la medicina a nivel mundial.

Sus estudios secundarios los adquirió en el Colegio Nacional de La Plata, “tras un riguroso examen de ingreso”. Allí tuvo a profesores célebres, como Ezequiel Martínez Estrada y Pedro Henríquez Ureña, quienes le inculcaron una profunda concepción humanística.

Favaloro empezó a estudiar medicina en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata. Cuando inició las concurrencias, “se acrecentó su vocación al tomar contacto por primera vez con los pacientes. Nunca se limitaba a cumplir con lo requerido por el programa, ya que, por las tardes, volvía para ver la evolución de los pacientes y conversar con ellos”, dice la biografía publicada por la Fundación Favaloro.

De tanto estar en el hospital, tomó contacto con todas las patologías. De tanto hablar con los pacientes, aprendió a respetarlos. Al parecer, el flamante Dr. René Favaloro tendría su futuro asegurado en el Hospital que quedaba a una cuadra de su casa. Se produce una vacante, y obviamente, se lo ofrecieron a René. Cuando va a firmar los papeles para aceptar el puesto… en el último renglón, el papel decía que aceptaba la doctrina del gobierno. Le resultó humillante que le pidieran semejante cosa, y no firmó.

Por contacto de un pariente, el Dr. Favaloro se entera que hay un pueblito de 3.500 habitantes llamado Jacinto Aráuz, en la provincia de La Pampa, que necesita médico, ya que el que atiende a la población, está gravemente enfermo. Hasta allí fue Favaloro. Pronto se hizo querer por todos: fundó un centro asistencial, y logró hacer un gran cambio cultural entre la población, gracias a lo cual se redujo la mortalidad infantil, la desnutrición, y las infecciones en los partos.

Aquella experiencia lo llevó a reflexionar: “El acto médico debe estar rodeado de dignidad, igualdad, piedad cristiana, sacrificio, abnegación y renunciamiento”. Esa definición marcaría su vida. Mientras tanto, actualizaba sus conocimientos permanentemente, y retomó su vocación por la cirugía torácica. Después de 12 años en La Pampa, Favaloro decidió especializarse, y se fue a EEUU, a la Cleveland Clinic, que estaba a la vanguardia en esa rama de la medicina.

Pronto integró el equipo de cirugía de la clínica estadounidense. Pero luego de las horas de trabajo, René seguía investigando, repasando estudios, y la anatomía de las arterias. Así, llegó a crear la técnica del by pass, que incluyó en su libro “Tratamiento Quirúrgico de la Arteriosclerosis Coronaria”, publicado en 1970.

La ciencia argentina llegaba a lo más alto del nivel mundial: Favaloro había empardado la hazaña de Christian Barnard y su transplante de corazón. En 1970, Luis Federico Leloir recibía el Premio Nobel de Química, por sus investigaciones sobre los nucleótidos de azúcar.

Favaloro quiso levantar algo similar a la Cleveland Clinic, en su patria: “Voy a dedicar el último tercio de mi vida a levantar un Departamento de Cirugía Torácica y Cardiovascular en Buenos Aires. En este momento en particular, las circunstancias indican que soy el único con la posibilidad de hacerlo. Ese Departamento estará dedicado, además de a la asistencia médica, a la educación de posgrado con residentes y fellows, a cursos de posgrado en Buenos Aires y en las ciudades más importantes del país, y a la investigación clínica”, dijo Favaloro entonces.

La Fundación Favaloro nació con ese espíritu, en 1975. En 1980 creó el Laboratorio de Investigación Básica. En 1992 se inauguró en Buenos Aires el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación Favaloro.

Desde que trascendió la técnica del by pass, los medios de comunicación convirtieron a Favaloro en una curiosidad, al principio. Cuando el hombre, el sabio, el médico rural, empezó a charlar, se convirtió en una celebridad. Su calidez humana, su sencillez de hombre de pueblo, su sabiduría profunda, pronto lo convirtieron en un personaje muy deseado por los medios.

Pero Favaloro no decía lo que el poder quería escuchar: “Los progresos de la medicina y de la bioingeniería podrán considerarse verdaderos logros para la humanidad cuando todas las personas tengan acceso a sus beneficios y dejen de ser un privilegio para las minorías“, declaró en 1999, plena época menemista, cuando los ricos y famosos ostentaban desde las páginas de “Caras”, mientras la desocupación afectaba a uno de cada cuatro argentinos en edad de trabajar.

Que Argentina es un país jodido para algunas mentes brillantes, quedó demostrado desde el asesinato en altamar de Mariano Moreno, o el exilio del mismísimo Padre de la Patria, José de San Martín. Durante el siglo XX, lejos de aprender de nuestros errores, insistimos en volver a chocar con la misma piedra. Y parece que ese método frustrante y perverso, sigue vivito y coleando…

Como Moreno, como San Martín, al Dr. René Favaloro el poder de turno no se la hizo fácil. Con el viejo pero eficaz método del desgaste, lo fueron llevando a la quiebra. El 29 de Julio de 2000, un tiro en el corazón, que él mismo gatilló, terminó con una de las mentes más brillantes del siglo XX, de la Argentina y el mundo. Cruel paradoja, y mensaje póstumo, Favaloro decidió acabar con su vida,luego de haber salvado tantas vidas. Su último acto nos dolió a todos. Aquel disparo retumbó fuerte, en aquella Argentina con falsa estabilidad económica, que empezaría a implosionar dramáticamente, un año después.

“Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga. Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos años en Jacinto Arauz. Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento, como decía Don Ata. No puedo cambiar”. Carta de René Favaloro – Julio 29 de 2000.

Claudio Serrentino

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