“Yo les diría a los escritores, a los músicos, a los pintores: vayan a la pampa, a los montes… recojan nuestro inmenso caudal disperso que aún están a tiempo para salvar el folklore nativo… Triste será que no podamos decirle que fue el gaucho y que hemos hecho para mantener la Tradición Nacional”. Florencio Molina Campos.
Florencio les ponía fuerza y gracia a sus personajes, y su deseo era mantener la imagen y el conocimiento del gaucho o del paisano como prefería llamarlo y trasmitirlo a sus contemporáneos y a las futuras generaciones.
Sus dibujos estaban desprovistos de toda solemnidad académica para una fácil y rápida lectura, lo que facilitó ser copiada o falsificada.
Florencio Molina Campos fue descendiente de familias patricias, entroncadas en la sociedad porteña con trayectoria desde la colonia, y luego en los tiempos patrios.
Juan Bernabé Molina, abuelo de Florencio, fue propietarios de estancias en Arrecifes, San Pedro, campos en Junín y en Sunchales y Colastiné, (Santa Fe). Fue uno de los propulsores de la ganadería argentina importando sementales de Europa y cooperando con la fundación de la Sociedad Rural y del Jockey Club. Había traído al país los primeros caballos Shetland ponies.
En 1714 los Campos llegaron al Río de la Plata. Fueron estancieros del Tuyú, más allá del Río Salado. Varias veces tomaron las armas en defensa de la patria. El papá de Florencio concentró sus tareas agropecuarias en el Pago del Tuyú, de una estancia más extensa, recibida por herencia de su suegro Campos.
Florencio nació el 21 de Agosto de 1891 y fue bautizado en la hoy desaparecida Iglesia de San Nicolás. Estudió en importantes colegios de la ciudad. Las vacaciones escolares las pasaba en la estancia paterna en el Tuyú. Disfrutaba mucho estar entre la peonada. Cuenta que en una oportunidad, unas persistentes lluvias habían inundado el campo… “Ese invierno quedamos rodeados por las aguas. En esos días interminables nuestras distracciones se limitaban a observar el diario trajinar de los peones, allí nació el impulso de traducir en nuestros juegos, sus ademanes, su indumentaria y la inacabable variación de peligros de sus faenas…entre cartones y figuras recortadas empezaron a moverse mis primeros gauchos. Solo muchos años después… me decidí a mostrar aquel mundo a los demás”.
Se dijo que en sus dibujos “coleccionaba gestos de los paisanos”. El capataz de la estancia era Tiléforo Areco (Teléforo), un personaje que después aparecerá en sus cuadros. Quiso ser escritor y comenzó con cuentos gauchescos, pero le ganaron los pinceles. La marca de ganado que había pertenecido a su abuelo Molina pasó a su padre, para ser registrada por el propio Florencio en 1915.
Perpetuó su nombre “Los Estribos” en el rancho que construyó en Moreno y en sus cerámicas. En 1920 se instala en Florida 470, la oficina, F. Molina Campo y Cia., dedicada a la venta de ganado. Fue socio activo de la Sociedad Rural presentado por Joaquín de Anchorena y Domingo Olivera.
El 21 de Agosto de 1926 expuso 61 trabajos, “Motivos Gauchos” -caricaturas, en el galpón central de la Exposición de la Sociedad Rural de Palermo. El público recibe con aceptación las obras. Será el comienzo de una serie de exposiciones en el país y Francia Alemania y Estados Unidos. El Diario “Crítica” publica su fotografía… “ha sido muy visitada… recibiendo el joven caricaturista verdaderas manifestaciones de aplauso”.
“La Razón” replica el cuadro “Malambo” y hace comentarios elogiosos. Tuvo algunas críticas “las monstruosas caras que Molina Campos asigna a nuestros campesinos, dejan en estado deplorable las virtudes de la estirpe”; no obstante, lo apodaron el Rey de los Gauchos.
Visita la muestra el Presidente Marcelo T. de Alvear, que se convertirá en su gran admirador y uno de sus mentores. Promovió sus exposiciones en Europa y lo propuso para profesor de dibujo en el Colegio Nicolás Avellaneda. Uno de sus alumnos fue el doctor Carlos Fayt, Juez de la Corte Suprema. Molina Campos iba cosechando amigos: era una persona cordial, auténtica y amable.
Su gran oportunidad surge cuando la pujante empresa Alpargatas, decide confeccionar unos calendarios con sus dibujos. En Marzo de 1930 firma el contrato para pintar doce obras por el valor de 6.000 pesos. La primera etapa fue de 1931 a 1936. La aparición de los almanaques fue un éxito publicitario único e irrepetible en el país y en el mundo.
Se vendían en el campo, en las pulperías, etc. Los estancieros los enmarcaban y los paisanos los pegaban en cartones. Fue una combinación perfecta entre la empresa y el artista, ambos se beneficiaron por su gran difusión. Hubo una interrelación entre el acierto del producto y las imágenes gauchescas.
Se impuso la alpargata como calzado, al ir dejándose la bota. La palabra pasa del árabe, al-barga, al español como calzado de cáñamo. En 1935 la firma recomendaba: “este calendario es una obra de arte y por lo tanto será de aquí algunos años de mucho valor, cuídelos, no doblarlo de ningún modo”.
Con esas imágenes se hicieron también naipes, postales, carteles, tarjetas de fin de año que llegaban a todas las clases sociales. Hubo una segunda etapa, de 1940 al 45. En esa oportunidad, Alpargatas se aseguró la exclusividad en Argentina y Uruguay, no pudiendo el artista hacer ningún dibujo sin una expresa autorización.
Ilustró libros, diseñó publicidad para varias marcas, en el país y en exterior, etc. En 1955 en el predio “Los Estribos” de Moreno, junto a su esposa Elvira, abrió una escuela para los alumnos de la zona. Tuvo la ayuda del Intendente local, Dr. Vera.
Molina Campos falleció el 16 de Noviembre de 1959. En 1979 se inauguró su Museo en Moreno, que hoy permanece cerrado por falta de recursos. Es de esperar que las autoridades municipales puedan acercarse a colaborar. Ahí se encuentra la mayor parte de sus obras y se perpetúa su memoria, Florencio está vivo en el recuerdo de todos: ¡las obras de Molina Campos son inolvidables!
Susana Boragno