No importa cómo fue que Viamonte se enteró. La versión más difundida fue que por 1827, al pasar frente al Cabildo, vio a una negra harapienta que pedía limosna, y su rostro le resultó familiar. Sus criados le habían avisado que ella había ido a la casa por ayuda.
Vestida con lo que podía, y se alimentaba gracias a las sobras de los conventos de la ciudad, María Remedios del Valle había arriesgado el pellejo como uno más en el Ejército Auxiliador primero, y luego junto a los soldados que Belgrano comandó en el norte.
María Remedios tenía el cuerpo curtido con media docena de cicatrices. Nació en Bs As entre 1766 y 1767, y su bautismo de fuego fue durante las invasiones inglesas. Se unió al Ejército Auxiliador al norte, en el que estaban enrolados su marido y sus 2 hijos, uno adoptado.
En la 6ª Compañía del Batallón de Artillería Volante, ella cuidaba de los soldados, suboficiales y oficiales, les lavaba la ropa y atendía sus heridas. Luego estuvo a las órdenes del coronel Bolaños. Allí recibió 20 nacionales, su primera paga.
Luego de la derrota de Huaqui el 20 de junio de 1811, en Jujuy, fue la última vez que Viamonte la vio. No se sabe cuándo murieron su esposo y sus hijos. Ella siguió en el ejército, donde la llamaban “la tía María”; estuvo en el Éxodo Jujeño y Belgrano no la dejó pelear en Tucumán.
Pero se las ingenió para colarse, primero, en la retaguardia; y luego, en el campo de batalla. Por su valentía, Belgrano la nombró capitana del ejército; después, en Vilcapugio, llevó agua fresca a los soldados; allí cayó prisionera.
Asistió a los prisioneros patriotas y ayudó en fugas, fue azotada durante 9 días y estuvo 7 veces en capilla. Se fugó y peleó con Güemes y Arenales, y se le perdió el rastro. En Bs As vivía en un rancho en las afueras, y pedía limosnas en las iglesias y la puerta del Cabildo.
Le decían “la capitana”. Viamonte llevó su caso a la Sala de Representantes: sería llamada “Madre de la Patria”. Se le otorgó el sueldo de capitán de infantería a pagar desde el 15 de marzo de 1827, que se publicase su biografía en los diarios, y que tuviera un monumento. Nada se cumplió.
La paga la recibía cada tanto. El 16 de abril de 1835, Rosas la nombró sargento mayor y cobró sus sueldos. Ella le pidió permiso e incorporó Rosas a su apellido. Su necrológica fue un registro del ejército del 8 de noviembre de 1847: “Baja. El mayor de Caballería Doña Remedios Rosas falleció”.
Una calle cerca del Parque Avellaneda, y un par de escuelas, llevan su nombre. En su homenaje, desde 2013, el 8 de noviembre es el día del afroargentino y de la cultura afro. Pobre Remedios: cuánto debió esperar, aún después de su muerte, con todo lo que había hecho en vida.
Aldo Pignatelli – Días de Historia