
Bohemio, poeta, baterista, y como si todo eso fuera poco, fundador del rock nacional. Javier Martínez dejó una profunda huella en la música popular argentina.
En los ´60, Buenos Aires se revolucionó. La juventud copó sus calles, sus barrios, al ritmo del twist y el rock and roll. En las boites (hoy boliches) los disc jockey (hoy DJ) combinaban a Bill Halley con el Club del Clan. Y empezaban a escucharse The Beatles.
La TV iniciaba su invasión a los hogares en blanco y negro, pero la diversión estaba afuera: las pibas -y no tanto- en minifalda, los pibes -y no tanto- con pelo largo.
Mientras los milicos reprimían y se peleaban por ver quién alquilaba por un rato la Casa Rosada, la juventud iba esculpiendo otra manera de vivir.
En medio de ese desaguisado, un pequeño grupo de muchachos y chicas pretendían crear un lenguaje nuevo. Allí convivían Billy Bond, Sandro, Litto Nebbia, Pajarito Zaguri, Tanguito, Moris, Miguel Abuelo, Miguel Cantilo, Luis Alberto Spinetta. Y por supuesto, Javier Martínez.
Desde la nada, ese pequeño grupo de talentos creó todo un género musical, un perfil propio dentro de lo que era una tendencia mundial.
El toque local, el sabor a porteñidad en el rock nacional, se le debe en buena parte a Javier Martínez.
Una voz áspera, gritos guturales, expresiones callejeras, descripciones de barrios y de colectivos. Pero además, la mirada filosófica, profunda… Ahí estaba Buenos Aires, sus virtudes y defectos, pintado en los crudos frescos de Manal.
Hoy lo llaman power trío; pero esa banda, más que power, tenía una polenta bárbara.
Apenas dos discos simples y dos long plays de estudio le bastaron para quedar en el podio de los pioneros: el primero, “Manal”, salió en 1970 y el segundo, “El león”, al año siguiente.
Varios clásicos dejó grabados para siempre en el sonido de Buenos Aires: “No pibe”, “Jugo de tomate frío”, “Avenida Rivadavia”, “Avellaneda Blues”.
La carrera de Manal fue breve pero profunda. Siento que continuó en Memphis La Blusera, Sumo, Divididos; y dejó su semilla en el llamado “rock barrial”.
Alguna vez, en un programa de radio, Javier me contó de sus correrías nocturnas con Sandro. Éste lo invitaba a ver al cantante de tangos Alberto Morán, y luego salían a tomar algo y conocer muchachas. Recuerdo escucharlo extasiado, como un chico escucha los relatos de picardías de su hermano mayor. De más está decir que Sandro y Manal son “top top” entre mis músicas preferidas.
En uno de los fragmentos más difíciles de la serie “El Eternauta”, los protagonistas se dan ánimo cantando a los gritos “Jugo de tomate frío”. Es un hermoso homenaje a Javier.
Javier Martínez fue un antidivo; nunca le interesó ser rock star. Su carrera solista también dejó hermosas canciones, como “Basta de boludos”, “Corrientes”, “Te daré mi mano”.
Cuando ya lo había dicho todo -según contó su hermana-, Javier partió de gira el 4 de mayo de 2024.
Claudio Serrentino
Foto: Taringa