La maravilla de votar, el orgullo de esta Argentina democrática

El orgullo de ir a votar. La política, el arte de manipular. El club de huérfanos. Macri, hasta las últimas consecuencias. Carrió y el 1,8%. Melancolía de Octubre del ’83. Milicos NUNCA MAS.

 

 

Es costumbre. Es rutina. Pero no implica que no valore la gran chance que tengo de dar mi opinión, cada vez que me toca ir a votar. Concurrir a la escuela, cruzarme con los soldados que custodian que los comicios se realicen en orden, saludar a las autoridades y fiscales de mi mesa, elegir los candidatos de mi preferencia, y emitir mi voto, es una actitud tan saludable como el buen sexo. Porque no me olvido de aquellos oscuros tiempos, en que un puñado de caraduras decidía por todos, para su propio beneficio. Bien o mal, la decisión está en nuestras manos: ¡ése es el país que amo, ésta es mi Argentina! Plural, democrática, inclusiva. De todos.

 

Mirando por TV las reacciones y declaraciones de los candidatos, y sus allegados, pienso qué adaptable es la política a las necesidades de cada uno de ellos: el mismo hecho, visto desde distintos ángulos, tiene distintas lecturas. Si se la creen, ¡hasta pueden vivir en realidades paralelas! Sería extraordinario si no fuera peligroso para la ciudadanía: realidad es una sola, y es la que palpamos todos los días en la calle…

 

Los medios no adictos al gobierno nacional muestran a Massa como el “gran ganador” de la jornada (aunque sólo triunfó en la Provincia de Buenos Aires) y su gente tira papelitos. El FPV, que redujo su caudal de votos en más de 20 puntos respecto de las elecciones de 2011, no se siente perdedor: celebra que “es la mayor fuerza política del país”. Elisa Carrió salió segunda, pero está contenta porque cada vez que le preguntan, hace referencia al 1,8% que había sacado en la elección anterior. Y así…

 

Las caras del acto kirchnerista lo decían todo: parecía un club de huérfanos al que recién le habían notificado su orfandad. “Sonrisal” Boudou insistía en mostrar un ánimo a prueba de votos. Abal Medina lo miraba de la misma manera en que López Rega miraba a Isabelita, con intimidación. Pero Boudou, convertido en maestro de ceremonias, lo ignoraba y seguía sonriendo. Más atrás, había caras largas y alguna que otra sonrisa forzada. Sorprendió la presencia pública de Carlos Zanini, junto a Julio De Vido. Scioli buscaba una cara amigable, entre todas las caras.

 

La idea no fue mala: mostrar al kirchnerismo como una fuerza política nacional (ignorando olímpicamente el triunfo massita, de eso se trataba todo); también, intentaron dar un mensaje de unidad. Por las dudas, ubicaron a Scioli lejos, muy lejos de D’elía y de Mariotto. Para eso, apelaron a las comunicaciones y hablaron a la distancia con Capitanich y otros triunfadores provinciales. Las referencias de los oradores fueroin coincidentes: el tercer aniversario de la muerte de Néstor, y la pronta recuperación de Cristina.

 

Mauricio Macri celebró el previsible triunfo de Gabriela Michetti, insistió con su bailecito pedorro, y anunció que irá por la Presidencia de la Nación en 2015. No desaprovechó la oportunidad para mojarle la oreja a Sergio Massa: “en nuestra fórmula, no queremos a nadie que haya integrado el gabinete nacional”, dijo, como si ello fuera un pecado mortal. Pregunto: ¿a Roberto Lavagna tampoco lo aceptaría como candidato a Vice…?

 

Como emoticones humanos, con sus caritas alegres o tristes, los políticos mostraron sus humores sin pudores. Desde hoy, al 2015, la Argentina vivirá tiempos determinantes: ¿empieza un fin de ciclo, o el kirchnerismo sabrá reinventarse? ¿Sergio Massa logrará hacer pie en las provincias? ¿El radicalismo y el socialismo podrán congeniar, hasta convertir sus coincidencias en un proyecto político válido? ¿Con quién se juntará Macri para tener chances ciertas de llegar a la Rosada?

 

Mientras nacen estas preguntas, anoche me quedé con una certeza y algo de melancolía: recordaba el ambiente festivo en las calles, en la campaña y aún después de las elecciones del 30 de Octubre de 1983. Aquello fue una verdadera celebración cívica y popular, hoy reducida notoriamente, acotada sólo a allegados, empleados y amigos que tienen acceso a los “bunkers” partidarios.

 

Así y todo, siempre será mejor que aquellos botudos disfrazados de verde, que proclamaban defender a la Patria, mientras llenaban sus bolsillos, hundían al país en la miseria, y hacían desaparecer a miles de compatriotas.  Esos nefastos personajes, NUNCA MÁS.

 

Por Claudio Serrentino

Foto: Télam.

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