La autonomía de la ciudad se cuela en la “grieta”

Oportunismo, pulseada mediática, necesidad de subir al ring… Estos y muchos otros calificativos merecería esta inclusión de la autonomía porteña, como otro capítulo de la batalla entre Cristina y Rodríguez Larreta.

¿Vale cualquier argumento para ganar una disputa? Quién sabe. La postura “bilardista” de ganar como sea, en política, puede ser un arma de doble filo. Porque ya se sabe: no hay quién pueda resistir un archivo.

Lo cierto es que ahora, que se siente acosada por la justicia, la vicepresidenta ocupa todo el escenario. Ya no asombran el precio del dólar, el ajuste silencioso que ejecuta Sergio Massa, o las declaraciones erráticas del presidente.

En la Argentina de hoy, prima la discusión que es la madre de todas las batallas, el Boca-River de la política partidaria: antiperonistas vs. peronistas.

Cristina encarna ese odio visceral, quién sabe qué disparará en esas cabezas que no sólo se asquean ante la líder. También se resisten a registrar la existencia de un movimiento que ya lleva casi 80 años de vida.

Ella apela a todas las herramientas para “defenderse” en ese (pre) juicio mediático, cuyas sentencias suelen ser mucho más rápidas -y lapidarias- que los juicios reales.

No dudó en movilizar a los suyos hasta su propio domicilio, en el barrio de la Recoleta, el epicentro de los votantes de Rodríguez Larreta.

Y de repente, la batalla inicial se perdió entre las discusiones y los testimonios cruzados. Porque ahora, Cristina va por la Ciudad de Buenos Aires. En una rápida movida, cambió el eje de la discusión y ya no se habla de la corruptela, sino de la autonomía.

El escándalo que armó el gobierno porteño con las vallas alrededor del edificio donde vive Cristina, la represión posterior, las agresiones verbales de los agentes al diputado Máximo Kirchner, fueron corriendo el epicentro de la cuestión.

No importa que la discusión sea banal: lo que Cristina dice hoy sobre la autonomía, debió haberlo dicho mucho antes. Ocasiones tuvo de sobra: cuando se hizo la reforma constitucional del ’94, por ejemplo. O cuando Néstor apoyó a Ibarra en las elecciones porteñas de 2003. También tuvo ocho años como presidenta, para plantear la discusión en el Congreso. Y estos últimos años en los que no sólo fue senadora, sino titular de la Cámara Alta. Sin embargo, en ninguna de esas ocasiones, en las que ocupó lugares de peso, osó cuestionar la autonomía porteña.

¿Era necesario sacar ese tema justo ahora, cuando se está discutiendo su comportamiento como funcionaria pública?

¿Qué clase de dirigentes tiene la Argentina, que todavía no se tiene claro cuál es el status político del territorio que es la sede presidencial? ¿Y que además, usan esa indefinición para “chicanear” al rival partidario?

Hace rato que el kirchnerismo evalúa la posibilidad de quitarle la autonomía a Buenos Aires (casual/causalmente, desde que empezó a perder con el PRO).Pero son temas que no pueden tratarse livianamente (además, ¿no lo discutieron ya en la convencional constituyente, hace casi 30 años?).

De esta dirigencia política, sobre todo de quienes ocupan importantes cargos gubernamentales, se esperan SOLUCIONES, no chicanas. No se puede volver a discutir el sexo de los ángeles, cuando los niveles de pobreza y marginalidad son altísimos.

Claudio Serrentino

Foto: Infobae

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