Después de la muerte de Cristian, Adrián y Maxi, aquel 29 de diciembre de 2001 en Floresta, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio se acercó a las tres familias para hacernos sentir su acompañamiento y darnos su bendición. Recuerdo la sobriedad en su trato, y también recuerdo que tenía el entrecejo fruncido.
Cinco meses después, volvimos a encontrarnos, puso sus manos en mis hombros, me regaló una profunda y tierna mirada, también palabras cargadas de paz, aconsejándome que transforme el dolor en ayuda, para poder calmarlo. Eso hice.
Papa Francisco
Tuve el gran privilegio en 2013 tenerlo frente a mí, una vez más, ya no en mi barrio ésta vez en el Vaticano. Mi asombro fue que él parecía más joven, la expresión de su cara era otra… se podía ver a un hombre feliz.
En un breve diálogo pude agradecerle, aquellas palabras que habían renovado mis fuerzas para siempre, y también me permití bromear un poquito con él:
– ¡Pero que lindo está! (atrevida yo) y él largó la carcajada inclinando la cabeza hacia atrás.
Respondió: “Es porque estoy más gordo, aquí son muy ricas las pastas”.
Después me obsequió dos rosarios, uno para mi y otro para Madres del Dolor. Lloré.
Claro que no es un hombre perfecto, me gusta que siga siendo sensible, austero, y continúe “sembrando su palabra” en lugares donde muchos no se animan. Usted tiene mucho hilo en el carretel, siga así tomando decisiones que hagan historia.
¡Lo esperamos en el 2024!
Silvia Irigaray, mamá de Maximiliano Tasca
Cofundadora de Madres del Dolor.