Algunos todavía nos acordamos qué estábamos haciendo el 5 de Marzo de 1988, cuando nos enteramos de la muerte de Alberto Olmedo.
La memoria es jodida, selectiva, rebuscada. Esconde datos y los trae de vuelta en momentos insólitos, inverosímiles.
Y ahora mismo recuerdo aquel día fatídico, estaba en mi trabajo, empezando la jornada, cuando un compañero abre una ventanilla por la que solía darle facturas y remitos, y dice: “¿Te enteraste…? ¡¡¡Se murió Olmedo!!!”.
Era sábado y era temprano, ni siquiera había prendido la radio todavía. Salí de la oficina y nos juntamos todos en el salón. El estupor nos abarcaba. ¿Pero, cómo…? nos preguntábamos.
Después vino la cobertura periodística -morbosa, por supuesto- en la que no faltó el velorio “en vivo y en directo” organizado por Canal 2, entonces en manos de Héctor Ricardo García.
Más allá de los tapes que se repetían una y otra vez, la sensación interna era que se había muerto la risa salvadora.
Esa risa que aparecía de la nada, y que por unos momentos me hacía sentir a salvo. Rodeado de amigos, aunque estuviera solo.
Porque Olmedo era mi amigo, mi compañero de escuela, mi compinche.
La risa salvadora aparecía cuando las cuentas del cole no me salían, y desde la tele, la abuela de Piluso me instaba a tomar la leche. Entonces, no veía ni a Olmedo ni a Humberto Ortiz (Coquito). Veía a dos pibes como yo, que jugaban como yo lo hacía con mis amigos. Cuando mis viejos veían “Operación Ja Ja” o “Polémica en el bar” (donde Olmedo hacía apariciones) no relacionaba que ese señor que irrumpía, delirante, era el mismo que interpretaba a Piluso.
En la preadolescencia, casi que enloquecí con “El Chupete” y ese elenco impresionante que incluía al primer “Contra” Juan Carlos Calabró, Marcos Zucker, Mabel Manzotti, Ernesto Bianco.
Cuando llegó la dictadura, en el primer programa del año -4 de Mayo de 1976- el locutor de Canal 13, Jorge Nicolau, anuncia en off, mientras se ven viejos tapes: “Desgraciadamente, el actor Alberto Olmedo ha desaparecido. No está entre nosotros. Esa es la razón por la que nos vemos obligados a pasar, en su homenaje, uno de sus últimos programas grabados”. Luego aparecía el actor preguntando: “¿Qué hacen…? ¿No se puede llegar tarde, acaso?”
Pero muchos se quedaron en la primera parte del chiste. La Armada, que manejaba el canal, le levantó el ciclo. “Intentó ser una locura más. Si hubiese pensado en las consecuencias, no lo hubiera hecho nunca”, sostuvo el actor. Por el episodio, fueron despedidos el locutor Nicolau (dijo “desaparecido”, lo que desató la paranoia militar) el productor Edgardo Borda, y los gerentes artísticos y de programación del canal.
Pero las largas filas para ver sus obras en el teatro de revistas -con Moria, Susana y Porcel– demostraban que el público le seguía siendo fiel.
La risa salvadora había desaparecido de la tele, pero al cabo de unos años de censura, Olmedo volvió para hacer de Piluso por última vez. Lo miraba de reojo (¡ya tenía 18…!).
En el 81 llegó “No toca botón”, primero por el 11, luego por el 9. La risa salvadora volvió por un buen rato, con la precuela de Alvarez y Borges (Stanislavski y Grotowski), el regreso de Rucucu (personaje que quemó -literalmente- en 1985), el psicólogo que intentaba un aprouch con su paciente (Susana Traverso) y el Tano ingenieri (Eddie Pequenino) y su empleado-traductor cordooobés.
De esa época es su pelea con Mario Sapag. En su programa, este gran imitador se la pasaba haciendo de Rucucu… Olmedo decidió dedicarle un programa en el que imitaba a Sapag, con los personajes de Bernardo Neustadt y el entonces canciller Dante Caputo (está en You Tube).
La risa salvadora partió aquella madrugada de 1988. Los programas de Olmedo fueron repetidos hasta el cansancio, casi como El Zorro, Los Simpsons y Los Argento.
Pero la risa salvadora persiste; en el siglo XXI, fue generada por “Peter Capusotto y sus videos”. Olmedo se hubiera divertido con sus sketchs.
Claudio Serrentino