CORONAVIRUS. Cuando la realidad desmiente a la propaganda

Mientras desde los medios se promueve el distanciamiento social y el lavado de manos frecuente como protección contra la pandemia, el hacinamiento y la falta de agua potable potencian el contagio en barrios populares. Amparo colectivo.

“No hay vacuna contra el coronavirus, la prevención es quedarse en casa, lavarse las manos con frecuencia y mantener el distanciamiento”, dicen el gobierno y los multimedios.

Cuando esto pase, si alguna vez pasa, habrá que estudiar esa compulsión de muchos, que los lleva a ser todo el tiempo  “políticamente correctos”.

Las 24 horas, los medios -todos, oficialistas y opositores- hablan, hablan y hablan. Envían móviles a la calle. Preguntan a la gente. Entrevistan a funcionarios. Dan espacio a infectólogos (flamante incorporación al grupo de “panelistas”…).

Sin embargo, cuesta muchísimo encontrar un atisbo de realidad entre tanta palabra dicha.

Es que las palabras, repetidas de forma permanente, sin dar tiempo a la reflexión, en lugar de esclarecer… confunden y marean.

Y hasta el Estado tomó nota del asunto. A través de uno de los spots que aleccionan sobre el buen comportamiento de la cuarentena, recomienda evitar la “infodemia”, es decir, pandemia de sobreinformación.

Así lo dijo Nora Bär, Presidenta de la Red Argentina de Periodismo Científico: “La cantidad de información que nos llega puede ser abrumadora y, en vez de iluminarnos, puede confundirnos o ser tóxica. Por eso, la Organziación Mundial de la Salud también advirtió por el peligro de la ‘infodemia’”.

Es que lo más simple y básico puede pasar desapercibido, tapado por la infodemia.

Se habla de distanciamiento, de lavarse las manos con frecuencia, pero… ¿cómo mantener distancia en un monoambiente donde conviven ocho personas, por ejemplo?

¿Cómo lavarse las manos con frecuencia, si desde hace días falta el agua en una zona hiper poblada como el barrio Padre Mugica (ex villa 31)?

El fin de semana pasado, días después que aparecieran casos de coronavirus en esa zona, el miedo al contagio se potenció por la falta de lo básico: el agua.

Sin agua no se puede desinfectar, ni lavarse las manos, ni ninguna medida de higiene.

Y todo lo que se difunda durante todo el día por los grandes medios, todas las recomendaciones que se hagan, todo el sacrificio que implica el aislamiento social preventivo y obligatorio, choca frontalmente con esa pura y dura realidad.

Allí, donde más se necesita, en los lugares más carenciados… Allí, falta el agua.

Y los spots, los funcionarios, los movileros con barbijos… todo pasa a formar parte de una patética y tramposa escenografía.

Ese mismo escenario, hace unos meses, había mostrado en horario central al jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta paseando por la Villa 31, mostrando un edificio ministerial en ese barrio, y promocionando la supuesta “urbanización” que una vez más, queda desmentida por la realidad.

Larreta, ahora, niega la responsabilidad que le otorga la ley 3295 -“Ley de Gestión Ambiental del Agua”- y el Código Urbanístico, que  establecen con absoluta claridad que el GCBA es el principal responsable de garantizar el agua potable en las villas.

El Observatorio del Derecho a la Ciudad presentó ante la justicia una acción de amparo colectiva “para garantizar el acceso al agua potable segura en el 100% de los hogares porteños como condición esencial para la prevención del Coronavirus Covid-19 y del Dengue”.

¿Algún periodista, algún movilero encaró a Rodríguez Larreta para preguntarle por una cuestión tan básica como lo es la falta de agua durante varios días, que ocurre a veinte cuadras de la Casa Rosada? ¿O a Malena Galmarini, titular de Aysa?

Es ahí cuando la realidad, contundente y despiadada, desmiente de un cachetazo a 24 horas de infodemia.

Claudio Serrentino

Foto: Página/12

 

 

 

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