La Mona se subió un día al escenario, empezó a cantar y bailar, y su ritmo contagió al público.
Aquello fue en Córdoba, en los lejanos ’70; mientras en algunas radios de Buenos Aires (las que no discriminaban a esta música por ” grasa”) sonaba el legendario Cuarteto Leo, Juan Carlos Jiménez Rufino, con apenas 15 años, ganaba un casting y se sumaba como cantante al Cuarteto Berna.
Pero no lo dejaban bailar; entonces, se sumó al grupo de su tío Coco Ramaló, el Cuarteto de Oro. Ahí Juan Carlos empezó a sentirse La Mona, dejó de cantar por el pancho y la coca, ganaba plata.
Pronto, La Mona Jiménez sería la atracción principal de grandes veladas de baile en Córdoba Capital y ciudades vecinas. La consagración porteña llegaría a fines de los ’80, con el Luna Park.
Entonces, yo era fundamentalista del rock argento. Cualquier sugerencia del Flaco, Charly o Fito eran órdenes que se aceptaban sin chistar.
Y ellos empezaron a hablar bien de La Mona Jiménez. ¿Qué hacíamos los fundamentalistas rockeros de entonces? Comprábamos discos de La Mona, iniciábamos un viaje hacia otros horizontes musicales.
Aprendíamos la lección. Dejábamos atrás preconceptos y también, fundamentalismos. Crecíamos.
La Mona llegó a Cemento -antro oficial/under rockero- apadrinado por Fito Páez y Horacio Fontova, aunque no necesitaba avales.
Ya entonces, era otro referente de la música popular argentina, sí, como el gordo Troilo, Tránsito Cocomarola o Palito Ortega.
El éxito lo siguió a todos lados (Chile, Brasil, EEUU); su generosidad también es otra de sus facetas, que agrandó aún más el mito: sortea autos entre el público que va a sus shows; editó hasta la fecha ¡90 discos!; organizó el “Monapaliza” (versión cuartetera del Lollapalooza); y luego, por supuesto, lo invitaron al Lollapalooza.
En 2022 participó del Cosquín Rock, reafirmando una vez más los lazos entre el cuarteto y el rock argento. Y repitiendo aquella lección, aprendida de los maestros: la música es música, no tiene barreras ni limitaciones.
Ahora, La Mona Jiménez se dará un gusto que pocos famosos porteños pueden: tocar a los pies del Obelisco. Bien merecido que lo tiene.
Claudio Serrentino
Fotos: Mundo Páez, Famosos Argentina