En los ’60, si Brasil tenía al jugador más creativo de todos los tiempos, Argentina contaba con un cinco implacable.
El peso de Rattín en su selección, su condición de nuevo caudillo albiceleste, queda patente en el duelo entre argentinos y brasileños cuando Pelé, desquiciado por las marrullerías de su marcador, noquea de un cabezazo al Chino Mesiano.
Mientras los auxiliares atienden al defensa, el Rata se acerca al banquillo y solicita al seleccionador Minella la entrada de Roberto Telch, el centrohalf suplente: «Don Pepe, meta a Telch que del negro me encargo yo».
El Oveja, que es como todo el mundo llama a Telch por el rizado extremo de su pelo, observaba los acontecimientos sentado en la banqueta, descalzo y comiéndose un perrito caliente, pero su ingreso al partido resulta determinante. También el marcaje de Rattín a Pelé.
En un córner a favor de la canarinha, el astro brasileño se acerca al argentino y le pide firmar un pacto de caballeros: nada de golpear sin balón de por medio. «Usted juegue tranquilo que yo, sin balón, no le voy a pegar», promete el argentino.
Huelga decir que el Rata cumple su palabra, el estadio Pacaembú termina coreando la exhibición de la albiceleste y al día siguiente, en señal de profundo respeto, Pelé se presenta en el hotel de concentración argentino para disculparse con Mesiano y felicitar a Rattín.