La cosa ya venía mal parida de antes: uno de los condenados del triple crimen de General Rodríguez, Martín Lanatta, en pleno año electoral, había decidido hablar ante cámara con su casi tocayo Jorge Lanata. No iba a ser para beneficiar al entonces gobierno -off course- sino para embarrar aún más la alicaída imagen del todo terreno Aníbal Fernández.
Si la nota tenía ese objetivo, fue obtenido con creces. Aníbal se quedó sin la gobernación, Daniel sin la Presidencia, y Cristina volvió al Calafate para -desde allí- organizar la “resistencia”.
Decían que en Febrero de 2016, Lanatta iba a ser citado por la jueza Servini de Cubría para ampliar aquellos dichos. Pero Martín, Cristian y Víctor tenían otros planes, que casi pudieron concretar por la negligencia “a propósito” de unos, y la inoperancia “sin querer” de otros.
SON MUCHO MÁS QUE TRES
Dos pares de hermanos, “hermanados” para el mal, en el triple crimen de General Rodríguez: en Diciembre de 2012, el Tribunal Oral en lo Criminal N° 2 de Mercedes dictó prisión perpetua para los hermanos Martín y Cristian Lanatta, y Víctor y Marcelo Schillaci, ya que los consideró culpables de los asesinatos.
Al profugado Ibar Pérez Corradi no lo sancionaron pese a considerarlo el “autor intelectual”: “hay tramas que permanecen en las sombras, no todos los testigos estaban dispuestos a decir lo que sabían”, afirmó el Tribunal en la sentencia. En 2011, a Pérez Corradi prácticamente le abrieron la puerta para irse: tres años más tarde, la sociedad tomaría nota de que no sería el único.
Tiene una orden de captura de la DEA, con pedido de extradición a EEUU incluído, por ingresar a ese país oxicodona (derivado de la heroína). En 2009, la jueza había aprobado la extradición. En 2011 fue procesado y detenido por el juez Oyarbide. Sin embargo –en el mismo fallo que excarceló al sindicalista bancario Juan José Zanola– la Cámara Federal porteña ordenó su liberarlo también, por la mala fundamentación de la prisión preventiva, bajo una fianza de 100 mil pesos. Desde ese momento se le perdió el rastro.
Se cree que anda por la Argentina, ya que si cruza la frontera, puede atraparlo la DEA; pero las fuerzas de seguridad nacionales, federales y provinciales hace varios años que no pueden dar con su paradero.
En la jornada final del juicio por el triple crimen, la Fiscal también involucró al ex policía bonaerense Sergio Galeano y Ana Laura Montiel, por entonces esposa de Cristian Lanatta, “aunque no solicitó ninguna medida para estas dos personas”, afirma el diario “La Nación” por aquellos días. Quizás porque no había pruebas suficientes.
Más allá de la interna de la pareja, hay lazos que parecen seguir: Ana Laura es la mujer que, apenas se conoció la fuga, salió a aclarar a través de su abogada que ella no tenía nada que ver, que no había colaborado para que escaparan. Pero su mamá, Elvira Martínez, está presa, acusada de “encubrimiento agravado”. Es la señora que fue “amenazada” por los fugados para que primero les dé plata y días después, la Kangoo.
El otro Schillaci –Marcelo- sigue en prisión, y sufre graves problemas de salud: hepatitis C, un cuadro de várices esofágicas grado II y II, cirrosis hepática, hipertensión portal, y esplenomegalia. Pidió prisión domiciliaria “para ser atendido con los recursos necesarios”. En medio del bolonqui mediático por la triple fuga, la Justicia se lo negó porque considera que el Schillaci preso en Olmos “recibe el tratamiento adecuado a la patología que presenta”.
Martín y Cristian Lanatta, y Víctor Schillaci, lograron permanecer en la cárcel que querían, y juntos. Fue después del reportaje televisivo: Lanatta fue entrevistado por la jueza. Aseguró que Aníbal Fernández tenía con él un “problema personal, no económico” y manejaba las alcaldías de Quilmes, Florencio Varela y La Plata. Por eso pidió seguir en el penal de General Alvear.
Además, Lanatta consideró que, como su vida y la de sus compañeros corrían peligro, era mejor permanecer juntos. Sugirió a la jueza si podía derivarlos al pabellón de la fuerza.
Todos sus pedidos fueron atendidos. Pero como en ese pabellón no había lugar, fueron a parar los tres juntos a Sanidad. La Jefa del Servicio Penitenciario Bonaerense, María Florencia Piermarini, le informó a la jueza que “a la brevedad serán alojados en dicho sector”, algo que no había ocurrido hasta el momento de la fuga, cuando un penitenciario testigo de Jehová, que no porta armas de fuego por su religión, estaba de guardia.
El pedido de la jueza parece no haber tomado en cuenta que los tres ya habían querido fugarse en Diciembre de 2013.
Lo cierto es que el 10 de Diciembre cambian las autoridades, y María Florencia Piermarini renuncia a la jefatura del Servicio Penitenciario Bonaerense. María Eugenia Vidal recién tuvo al reemplazante, un día después de la fuga: el 28 de Diciembre, el Ministro de Justicia bonaerense Carlos Machiques firma el decreto con el nombramiento de Fernando Díaz.
LOS TRES FUGADOS. 15 días con la misma milonga
La triple fuga mostró en vivo y en directo por televisión, la falta de profesionalismo de las fuerzas de seguridad: no parecía el juego del gato y el ratón, más bien el del elefante y el ratón. Los efectivos se movían pesadamente, previsiblemente, y para colmo, desorganizadamente.
Los asesinos anduvieron por donde quisieron, incluso se hicieron plotear una camioneta con la inscripción y el look de Gendarmería, sin que nadie sepa/quiera explicarlo.
De General Alvear a Chascomús, y de allí a Quilmes, Berazategui y Florencio Varela; en el medio, no se privaron de balear a dos efectivos (a uno de ellos casi le cuesta la vida); de Berazategui a Helvecia (Lanatta participaba de una empresa con Pérez Corradi llamada Elvesta, ¿casualidad?), otros dos gendarmes baleados, una muerte misteriosa que tampoco nadie explicó, pasando por autopistas con peajes o quién sabe por dónde, pero volando no fueron. Entre ambas localidades hay casi 600 kilómetros de distancia… Con el país en vilo, ¿ningún efectivo los vió?
El operativo de las fuerzas federales casi no sirvió para nada –salvo para llenar horas de aire en los canales de noticias- quizás por falta de conducción, quizás por inexperiencia, quizás porque Patricia Bullrich no sea la persona indicada para encabezar el Ministerio de Seguridad: en estos días, se le notó en la cara y sobre todo, en las (in) decisiones y el papelón de anunciar tres capturas, cuando entonces era una.
Martín Lanatta se entregó solo, pidiéndole agua a un paisano que se avivó quién era y pudo hacerle señas a un vecino ex policía. A su hermano y Schillaci, los descubrió un capataz en un molino arrocero. La policía local lo seguía detrás. Entre un sitio y otro, apenas hay 10 cuadras de distancia: si sabían que hasta ahí habían andado juntos, ¿a nadie se le ocurrió buscar en los alrededores?
La falla del “comité de crisis” que no supo encarar la emergencia, esto es: ordenar la búsqueda y distribuir tareas entre las distintas fuerzas (sólo la Prefectura tenía claro qué hacer: buscar en el río) es una gigantesca luz roja de alerta para uno de los espacios más sensibles de la gestión Macri. La seguridad y la lucha contra el narcotráfico fueron dos importantes banderas electorales.
Si no pudieron encontrar a los tres fugados –prácticamente se entregaron, tras quince días de fuga, luego que quedaran exhaustos- con todas las fuerzas de seguridad a su favor, ¿cómo harán para ingresar a lo profundo de las villas para combatir a las temibles bandas de la droga?
Señor Presidente, la sociedad espera una explicación y una respuesta.
Claudio Serrentino
Foto: Télam