Ana Laura Merelli -así la habían anotado en el Registro Civil- nació el 11 de Octubre de 1904. Recién llegada al mundo, su historia ya abrumaba: su padre, cochero de mateos, le dió el apellido. Pero en la partida de nacimiento no decía quién era su madre. Cuatro años mas tarde, una joven uruguaya de 23 años de nombre Ana Ganelli, reconoció en la misma partida de nacimiento a Ana Laura.
Su padre murió joven, a los 30 años. La fugaz aparición de su madre no evitó que la pequeña se criara en un asilo de Villa Devoto.
Ella misma contó el horror de aquellos años: “Yo sé lo que es la vergüenza y el miedo. Cuando estaba en el asilo, una noche me desperté con dolor de barriga, y vi con horror que mi bombachita estaba manchada de caca. Siento todavía el frío del piso debajo de mis pies yendo al baño, y mis manos debajo del agua helada, para lavarla y volver a mi cuarto sin que nadie me escuchara ni me viera, además era la única bombacha que tenía”.
Entre el miedo y la desolación, la pequeña Ana fue creciendo. No recibió educación formal, y, sin embargo, fue una de las artistas más sabias que tuvo la Argentina. Ya de pequeña, hizo de todo para abandonar la miseria: fue sirvienta, trabajó en el campo, fue bataclana… Los medios no importaban para ganarle al desamparo.
A los 15 años, se cruzó con un periodista del diario “La Nación”, Eduardo Borrás, quien le enseñó a leer y escribir. Borrás aportó educación y decoro a la muchacha solitaria. Tita no lo traicionó: desde que lo conoció, y aprendió a leer, se hizo lectora del diario donde él escribía. En una oportunidad, el periodista dió una definición muy precisa sobre la Merello, la persona y el personaje que años más tarde, sería popular: “Es terca, muy terca… A veces, ella parecía la maestra y yo el alumno. Y no se podía rendir ante la evidencia de que era yo quien enseñaba, es que siempre quería saberlo todo!”.
Tita arrancó mal como cantante y corista: en el Teatro Avenida, el público la silbó y abucheó. Siguió trabajando en un teatro del Puerto de Buenos Aires, el Bataclán, de bajo nivel. Cuenta Tita sobre aquella época: “las mujeres cantábamos cosas ‘pillinas’. Yo bailaba mostrando las piernas”. Pronto llegó a destacarse, hasta llegar al Teatro Maipo, donde cantó por primera vez el tango “Trago amargo”, y ahí sí, fue aplaudida. El director de la obra, Roberto Cayol, la definió como “la vedette rea”.
Desde el abandono más absoluto, desde la miseria más extrema, la cosa empezaba a darse vuelta. “Descubrí que no hace falta ser bonita. Basta con parecerlo. Soy insolente de nacimiento y temperamento. Y con capacidad para sostener una insolencia…”, recordaría la Merello, años más tarde.
Su estrella iba en ascenso: en la primera película hablada del cine argentino, “Tango”, estaba Tita. Además de su carrera de actriz y cantante, la ex analfabeta ajustaba cuentas con el destino, e iniciaba su carrera como periodista -incluso tenía el tan mentado carnet- en la revista “Voces”.
Luis Sandrini fue el amor de su vida. Lo conoció durante la filmación de “Tango”. La relación duró 6 años, pero para la Merello, fue una historia fuerte. Tan fuerte, que nunca se la volvió a relacionar con un hombre, al menos, públicamente.
Tita intentó domar a la nostalgia, escribiendo un tango: “Llamarada pasional”. Definió su período con Sandrini como “hermoso, tibio, impregnado de sinceridad. Tuve un gran amor y lo llevo en la cartera, que es lo mismo que tenerlo en el alma”. Cada vez que le preguntaban por él, decía: “rezo por Sandrini todas las noches”.
Sus películas siguen siendo “top”: si me cruzo con alguna de ellas cuando hago zapping, ahí me detengo. Nunca puedo dejar de ver “Don Juan Tenorio” (la única película en la que son protagonistas Luis Sandrini y Tita Merello), “Los isleros” (terrible esa “Carancha” compuesta por ella), “Mercado de Abasto” (con el gran Pepe Arias, prohibido en aquellos años del segundo gobierno peronista), “Filomena Marturano”, “La morocha” (con Alfredo Alcón), “Esto es alegría” (película de Enrique Carreras que cuenta tres historias cortas, donde actúa con Eduardo Rudy y Chico Novarro), “La Madre María”…
En los años ’60, con el desarrollo de la TV como medio popular, ahí estaba Tita: cantando, contando y aconsejando. Pasó por los “Sábados circulares” de Pipo Mancera, y también tuvo programa propio: su partenaire era Víctor Sueiro.
La radio también la tuvo como protagonista, recuerdo haberla escuchado en un ciclo a la medianoche, en los que decía siempre su frase más popular: “chicas, háganse el papanicolau”, que de tanto repetirla, se convirtió en prevención y logró evitar que miles de mujeres argentinas murieran de cáncer de útero.
En sus últimos años, salía al aire en ciclos de Radio Continental con periodistas como Jorge Jacobson, Beba Vignola, René Morán o Oscar Gómez Castañón; también hizo un micro radial por Radio Nacional llamado “El cantar de los cantares”. Durante una conversación con Jorge Bocacci, Merello le espetó: “¿Qué palabra es más fea o más fuerte para vos, olvido o muerte?”, a lo que Bocacci respondió: “La más fuerte es olvido”. “Exacto, el olvido. Eso es lo que estoy viviendo yo, el olvido”, dijo Tita entonces.
Grabó màs de 20 discos, entre simples, LP`s y CD’s. Su última grabación musical fue “Se dice de mí”, con Nacha Guevara, en una versión moderna. La suelo pasar en mis programas. Tita dice, en medio del clásico reconvertido al “heavy tango”: “Nachita, ¿querés un consejo?” (frase que el editor hace repetir convenientemente a lo largo de la canción, lo cual queda muy gracioso).
Y hablando de gracia, cuántos imitaron a Tita Merello. El más popular quizás haya sido Mario Sapag: pero a ella le gustaba la imitación de la Tita cantante, que hacía el actor Osvaldo Pacheco (pudo verse por TV en pocas oportunidades).
Su penúltima aparición en la tele, fue en el programa de Susana Giménez, en 1992, cuando se reconcilió con la actriz (y viuda de Sandrini) Malvina Pastorino. En 1994, al cumplir noventa años, realizó su última entrevista televisiva voluntaria con Julio Mahárbiz, en su domicilio.
Fueron muchos los espectáculos que subieron al escenario, inspirados en su vida y su obra. Vayan dos como ejemplo: en 2011, Nacha Guevara presentó un musical que se llamó “Nacha es Tita”.
Hermosa recreación de su vida privada y pública, es “Yo soy así, Tita de Buenos Aires” (2017), genialmente interpretada por Mercedes Funes como Tita, Damián De Santo como Sandrini, dirigida por Teresa Constantini.
Tita Merello, persona y personaje al mismo tiempo, me maravilló por su entereza como persona, su prepotencia al hablar, su talento para decir el tango, sus grandes dotes de actriz. Fue madre de Buenos Aires, tía de los que la conocimos en el atardecer de su vida, enfermera de los que más necesitan. Una gran mujer, al fin y al cabo. Un ejemplo.
Nunca te olvidaré, Tita de Buenos Aires…
Claudio Serrentino