
El jefe de Gobierno Jorge Macri sigue adelante con su cruzada “anti carnaval”: este año volvió a reducir la cantidad de corsos barriales, mudando la celebración central al Autódromo. También pretende reformar la ley 1527/04. Desigualdad ante la ley: molestan los cortes de calle por los corsos una vez al año, pero no dicen nada por los cortes de calle que generan los partidos de fútbol y los recitales todos los fines de semana.
El Carnaval es “la” fiesta popular porteña, según cuenta Ezequiel Adamovsky en su libro “La fiesta de los negros”, en el que indaga sobre lo heterogéneo del carnaval en la ciudad de Buenos Aires, a lo largo de tres siglos.
En el Carnaval de antaño, durante “cuatro días locos”, cambiaba todo abruptamente: se jugaba a ser otro. Entonces, el blanco se pintaba de negro, y el hombre se vestía de mujer.
Las celebraciones del Carnaval fueron esperadas ansiosamente, durante casi dos siglos. Hasta que llegó la dictadura, quitó el feriado de carnaval y limitó los corsos, concentrando la actividad en el corso céntrico de la Avenida de Mayo.
La democracia, luego de muchos años, repuso los feriados de carnaval.
Cincuenta años después, el jefe de Gobierno Jorge Macri se disfraza de aguafiestas, y sigue adelante con su plan para eliminar los corsos porteños.
En 2023, hubo en Buenos Aires 22 corsos; en 2024, primer año de Jorge en el poder, 9; en 2025, el gobierno porteño autorizó muchos menos.
Cada fin de semana, habrá cuatro corsos. Este finde, los barrios privilegiados son del sur y el oeste porteño: Boedo (Av. Boedo entre Independencia y San Juan); Mataderos (Alberdi, entre Escalada y Araujo); Lugano (Eva Perón entre Araujo y Basualdo) y Pompeya (avenida La Plata, entre Cobo y Chiclana). También habrá corsos en Liniers, Villa Urquiza y Villa Pueyrredón.
Macri pretende “centralizar” una actividad netamente barrial como siempre lo fue el corso: las celebraciones principales del fin de semana largo de Carnaval, se realizarán en el autódromo Oscar Gálvez de Villa Riachuelo.
Es muy probable que Macri y sus funcionarios nunca hayan ido al corso. Les cuento: lo lindo de asistir, es caminar, ver a los disfrazados, tirarse espuma, divertirse un rato. Actividad difícil de realizar en tribunas con escalones (además, peligroso para los pibes, que son los que más se divierten en estas ocasiones).
Pero Macri quiere ir a fondo contra el Carnaval, por lo que está estudiando la modificación de la ley 1527/04, que promueve y fomenta el Carnaval porteño, y apoya la labor de las asociaciones barriales que lo llevan a cabo.
El pretexto es “evitar el malestar que los cortes de calles generan en muchos vecinos”.
Quisiera aclararle a las autoridades que nunca será más importante el tránsito que una celebración popular.
Ahora bien: si se sigue el mismo criterio, deberían PROHIBIR EL FÚTBOL, que cada tres días genera caos de tránsito, debido a los innumerables cortes de calles que generan los partidos que se juegan en los 18 estadios que tiene la Ciudad de Buenos Aires.
Y también, PROHIBIR LOS RECITALES, que generan el mismo impacto de interrupción del tránsito que los partidos de fútbol. Los vecinos del estadio de Velez pueden dar testimonio fehaciente de ambas experiencias.
Detrás del pretexto de “evitar cortes de calles”, el gobierno porteño tiene otro objetivo: busca desarmar un entramado social y barrial, que se organizó desde las sociedades de fomento, murgas, clubes y centros culturales. Cuyo objetivo no sólo es el carnaval: también es la contención de niños y adolescentes, a través de actividades sociales, comunitarias y culturales.
Claudio Serrentino