La semana pasada, la sede del INCAA fue escenario de una brutal represión por parte de la Policía de la Ciudad. La cobertura mediática no indagó mucho más allá de las escenas de barbarie que protagonizaron los supuestos “guardianes del orden”.
Pero… ¿qué fue lo que movilizó a las más de 600 personas que fueron a reclamar allí? La Bocina dialogó con el cineasta y vecino Fernando Romanazzo (director de “De los barrios, arte” y “Yallah yallah”).
“Fuimos a reclamar por la falta de acción del Instituto del Cine, que manejaba Luis Puenzo, porque llevaba una política casi nula de fomento, violando todo el espíritu de la ley del cine, y por la cual estaba ocupando ese cargo. Esta crisis viene desde el macrismo, esto de bregar por los intereses de las grandes corporaciones, subvencionar y ayudar a las grandes producciones extranjeras de los monopolios. El último gran anuncio del INCAA fue el acuerdo con Netflix, que no sólo le facilita muchas cosas a nivel producción, sino que además le quitaron los impuestos. O sea que Netflix no aporta un solo peso al fondo cinematográfico. Se la llevan toda, no pagan IVA ni cargas sociales. Nosotros, con los pocos recursos que tenemos, distribuimos mucho más la poca plata que manejamos, entre muchas más personas. Es decir, no sólo comen los actores, vestuaristas, escenógrafos, sino que también come la región donde vamos a filmar”.
El otro gran tema que rodea a este reclamo, es que los cineastas –de ficción, documentalistas y de todos los géneros- están promoviendo y divulgando la cultura nacional, los diferentes matices, colores, estilos, que tiene nuestra argentinidad.
“El cine nacional es la única manera de verte reflejado; –dice Fernando- Netflix, Paramount, Warner van a mostrar lo que a ellos les interesa mostrar, y te van a adoctrinar como a ellos les convenga. Es un método muy conocido de colonialismo cultural”.
Luis Puenzo fue el autor de “La historia oficial”, una película que refleja nuestra idiosincrasia. ¿Por qué ahora se comporta así? Dice el cineasta de Floresta: “no sé qué le pasó en el medio, para defender estas cosas. No sólo dejó de fomentar la producción, sino que también se desentendió de los festivales, los espacios INCAA… hizo un desastre”.
Romanazzo filmó su primera película “De los barrios, arte” con recursos propios, y una pequeña ayudita de la Comuna 10, que le aportó: un vehículo para transportar los equipos, una asistente y un pack de DVD vírgenes. El talento del equipo hizo el resto -una maravilla, hay que verla- contando la historia y la cotidianeidad de vecinos artistas, entre ellos el reconocido maestro Antonio Pujía.
“El INCAA es un ente autárquico que recauda fondos gracias a la propia actividad que genera el cine. Cada vez que vas al cine, o cuando se difunde una película por televisión, el canal paga un impuesto, salvo las plataformas como Netflix, que no pagan nada. De ese impuesto, va un 10% para el INCAA, que distribuye el 50% para la estructura del INCAA que fomentan el cine –escuelas, universidades, festivales- y el otro 50% para producciones fílmicas. De esa parte que va a las películas, 40% va para documentales, y 60% a ficción. Esa recaudación se fue reduciendo con la pandemia por un lado, y la inflación por el otro. Las producciones chicas se fueron parando. Pero al mismo tiempo, el INCAA le daba beneficios a Netflix y a grandes empresas”.
Fernando asegura que “aunque los derechosos digan que al cine nacional no lo ve nadie, las estadísticas dicen lo contrario: en las poquitas salas que se exhibe cine nacional, van más espectadores que en todas las otras dominadas por los ‘tanques’ que controlan el 90% de las salas. El cine Gaumont es un ejemplo de ello, con programación nacional y salas llenas durante los fines de semana”.
Los cineastas se enojaron al conocer el borrador de un decreto que no sólo “establece topes bajísimos para la producción independiente, sino que además incluye nuevos artículos que buscan modificar perjudicialmente al fomento”, según dicen en un comunicado.
Romanazzo explica: si se vence el plazo de vigencia de la ley vigente, “en diciembre próximo, no sólo nos quedamos sin plata para producción de cine nacional, sino también para música, teatro y bibliotecas populares”.
Curiosamente, el borrador del decreto propuesto por el gobierno de Alberto, coincide con la sanción “express” en el Congreso durante la presidencia de Macri, que fue quien propuso –y estableció- el plazo de vencimiento, mediante el artículo 4 de la ley 27.432.
Las pymes del cine nacional concentran sus esperanzas en el proyecto del diputado nacional Pablo Carro, que propone derogar ese párrafo de la norma.
El comunicado del Colectivo de Cineastas asegura que “este borrador del Decreto rearma el mapa de quienes podrán seguir produciendo cine en Argentina. Lejos de fomentar una cinematografía representante de la diversidad, apunta a seguir concentrando cada vez más las representaciones y las miradas”.
El cierre del comunicado es representativo del sentir de miles de personas que trabajan cotidianamente en las películas de “bajo presupuesto” y mucho sentimiento: “No es solamente nuestra profesión y nuestro trabajo. Sino que es la herramienta cultural que tenemos como sociedad. Nuestra memoria colectiva. No es solamente la producción de películas, sino también su preservación y su encuentro con la gente. El reencuentro con las películas que nos cuentan como sociedad, las de hoy, las del ayer y también todas las del futuro. Por esas películas peleamos, por la insistencia de las voces que nos cuentan generación tras generación”.
Esto es lo que reclaman los cineastas argentinos; esto es lo que se escondió detrás de la brutal represión de la Policía de la Ciudad; esto es lo que la mayoría de los grupos mediáticos concentrados no le contaron al gran público.
Claudio Serrentino
Foto: El Intransigente