ALBERTO CASTILLO. Médico, cantor y vecino

Alberto Salvador de Lucca -más conocido como Alberto Castillo- vivió en Juan Bautista Alberdi y Olivera. Vale la pena recorrer la trayectoria de este vecino cantor, reconocido en todo el mundo.

Cuando a mediados de los ’90, el grupo-comparsa de rock “Los Auténticos Decadentes” convocó al veterano cantante de tangos Alberto Castillo a remixar la versión de su éxito “Siga el baile”, recuerdo que pensé: qué arriesgados estos tipos. Pero Cucho y cía. sabían lo que estaban haciendo: “Siga el baile” volvió a ser un éxito, y Alberto Salvador De Lucca -tal el verdadero nombre del vecino cantor- volvió a los primerísimos planos de la música contemporánea.

Cuentan los Decadentes que sus shows se cotizaban mucho más, si aparecía el vecino de Villa Luro a cantar algunas canciones con el grupo.

Fue un digno final para la carrera de un hombre que supo hacerse un lugar en la historia grande del tango.

Cuenta la leyenda barrial y tanguera, que Don Alberto nació el 7 de diciembre de 1914 en el porteño barrio de Floresta. Que su padre, Salvador, era un tano que fabricaba sombreros y tenía su comercio en Juan B. Alberdi, entre Olivera y Medina, cerca de la panadería “La Europea”.

Desde chico le gustó la música. Estudió violín y allí donde tuviera la ocasión, se largaba a cantar. Una noche, el adolescente Alberto Castillo cantaba para sus amigos. Pasó por allí el guitarrista Armando Neira, lo escuchó, y de inmediato le propuso incluirlo en su conjunto.

Así empezó la carrera artística de Alberto De Lucca, pero como no quería herir el sentimiento de sus padres, quienes pretendían que su hijo estudiara para “dotor”, empezó a usar seudónimos: Alberto Dual, o Carlos Duval, fueron los falsos nombres de ese cantor de múltiples identidades, que inclinaba su boca hacia la derecha, como si fuera un canillita que voceaba los titulares de los diarios, y que pronto encontró un lugar en el gusto popular.

Luego se integró a las orquestas de Julio De Caro (1934), Augusto Pedro Berto (1935) y Mariano Rodas (1937).

Dicen que una vez, el tano Salvador lo escuchó cantar por Radio París, acompañado por la orquesta de Rodas. El hombre comentó ante el receptor: “Canta muy bien; tiene una voz parecida a la de Albertito”.

En 1938 dejó el tango para dedicarse de lleno a la medicina. Concretamente, Alberto Castillo estudiaba para ginecólogo, o como se decía entonces, “médico de señoras”. Pero el tango era su gran pasión.

En el ’41 vuelve a cambiar su nombre artístico por el definitivo de Alberto Castillo, y sale su primer grabación editada en disco, grabada con el pianista Ricardo Tanturi (que era dentista): el vals “Recuerdo”, dicen los que saben, fue el primer éxito de ventas de nuestro vecino cantor.

En 1942 se recibe de médico e instala el consultorio en la casa de sus padres, en Floresta. Y otra vez el juego de las identidades: mientras por la tarde, el ginecólogo Alberto De Lucca atendía en el consultorio a sus pacientes, por la noche el cantante de tangos Alberto Castillo deleitaba a miles de oyentes, a través de los radio receptores.

Entre el público se corre el rumor de que Alberto Castillo es, en realidad, el Dr. De Lucca, ginecólogo. Y las mujeres, que suspiraban por él, pugnaban por saber dónde atendía semejante profesional.

Muchas lo averiguaron, y no dudaron en pedir turno. Así, la sala de espera del consultorio era una larga fila de mujeres, en su mayoría, jóvenes, que más que al Dr. Salvador De Lucca, esperaban al cantor Alberto Castillo.

El protagonista de esta historia contó esta anécdota en público. Cierta vez, le preguntó a una paciente que se desvestía tras el biombo:

  • ¿Está lista, señora?

Y la dama contestó, sin ningún pudor:

  • Yo sí, doctor… ¿Y usted?

Pero mientras Alberto Castillo se divertía cantando, al Dr. De Lucca esas constantes insinuaciones lo ponían molesto. Y así fue que abandonó la ginecología, para dedicarse de lleno a la música.

En 1945 se casó con Ofelia Oneto, y tuvo tres hijos que serían profesionales como el padre (aunque no cantores): Alberto Jorge (ginecólogo y obstetra), Viviana Ofelia (veterinaria e ingeniera agrónoma) y Gustavo Alberto (cirujano plástico).

Acerca de su estilo, dejo hablar a los que saben de tango. Dice la enciclopedia “Tango nuestro”, editada por “Diario Popular”:

“Su manera de moverse en el escenario, su modo de tomar el micrófono e inclinarlo hacia uno y otro lado, su derecha junto a la boca como un voceador callejero, su pañuelo cayendo del bolsillo del saco, el cuello de su camisa desabrochado y la corbata floja. Todo era inusitado, todo causaba sensación, hasta sus improvisadas contiendas de box cuando cantaba “¡Qué saben los pitucos!” (del tango “Así se baila el tango”, de Elías Randal y Marvil) y algún pituco se daba por aludido”.

En los ‘40, Alberto Castillo se animó a mezclar tango con candombe, y en sus recitales había bailarines negros. También le puso letra a algunos tangos, como “Yo soy de la vieja ola”, “Muchachos, escuchen”, “Cucusita”, “Así canta Buenos Aires”, “Un regalo del cielo”, “A Chirolita”, “¡Dónde me quieren llevar!”, “Castañuelas” y “Cada día canta más”; y las marchas “La perinola” y “Año nuevo”.

El cine lo tuvo como protagonista en innumerables películas de la época de oro: “Adiós pampa mía” (1946), “El tango vuelve a París” (1948, con Aníbal Troilo), “Un tropezón cualquiera da en la vida” (1948, con Virginia Luque), “Alma de bohemio” (1948), “La barra de la esquina” (1950), “Buenos Aires, mi tierra querida” (1951), “Por cuatro días locos” (1953), “Ritmo, amor y picardía” (1955), “Música, alegría y amor” (1956), “Luces de candilejas” (1958, las tres con Amelita Vargas) y “Nubes de humo” (1959).

El “cantor de los cien barrios porteños” se fue de gira el 23 de Julio de 2002.

Claudio Serrentino

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