En un país que nació fragmentado, encontrar un motivo para estar juntos no es un tema menor.
Y a poco más de cien días del desembarco de la nueva administración -un gobierno caprichoso , dañino, cínico- la sociedad argentina encontró un motivo para reencontrarse: la universidad pública.
El presidente Milei, que en teoría es experto en números, descartó datos que debieron haber sido vitales para evitar este daño autoinflingido: en las universidades públicas de todo el país estudian más de 2.700.000 alumnos, ávidos de conocimiento y con ganas de ascenso social.
Y esa millonada de personas decidió salir a la calle a defenderse, con libros y con cartelitos tan heterogéneos como originales. A lo largo del día, los testimonios de los manifestantes emocionaron y confirmaron, en cada una de sus palabras, que no sólo la universidad, sino la educación pública, es uno de los grandes pilares de la sociedad argentina.
El gobierno insistió en su estilo: intentó distorsionar la realidad contra reloj, tratando de evitar el knock out que -intuía- le iban a dar a plena luz del día, y en las calles céntricas de todo el país.
El vocero Adorni difundió argumentos nacidos entre la falsedad y el embuste: que ya había girado los fondos “en su totalidad” (lo que fue desmentido por los rectores universitarios), que en las aulas se “adoctrinaba”, que la marcha es “política” (claro, como fue “política” la decisión oficial de desfinanciar las universidades), que había que hacer auditorías en las facultades, y otros argumentos que rozaron la ridiculez.
Desde los medios amigos, se impulsaban estos y otros argumentos: también se preguntaban “qué hacen la CGT y los derechos humanos ahí”, como si estas instituciones no pudieran manifestarse libremente -todavía estamos en democracia- ante un tema que también los involucra.
Porque la educación pública involucra a toda la sociedad argentina. El único que “no la vió” fue el presidente.
Javier Milei no cambió su rutina por la marcha: siguió tuiteando frases e imágenes desafortunadas, como hace todos los días durante varias horas.
Semejante movilización le demostró al gobierno nacional que por más granjas de trolls que banque “con la nuestra”, la realidad de la calle puede exhibirse a las puertas mismas de la Casa Rosada, convocando a cientos de miles de personas a plena luz del día, y con todos los medios -locales, nacionales e internacionales- transmitiendo “en vivo”.
Las órdenes de violencia institucional -mal llamadas “protocolo”- emitidas por la ex candidata presidencial Patricia Bullrich a sus subordinados, no pudieron evitar que los manifestantes coparan las calles, convirtiendo a las fuerzas de seguridad en meros espectadores.
La resistencia al desguace del Estado argentino, encarnada en la defensa de la educación pública, se mostró de manera contundente el 23 de Abril.
Personalmente, no creo que cambie en nada la postura del gobierno, jugado totalmente a la decena de frases hechas que viene repitiendo el presidente, casi las mismas que pronunciaba en sus shows, cuando era standapero.
¿Seguirá aferrado con fiereza a ese discurso, desgastado de tanto repetirse, o podrá corregir el rumbo, sentarse a dialogar francamente, con sectores de la sociedad a los que no tolera, y llegar a acuerdos para corregir el rumbo?
En la respuesta a esa pregunta, se definirá nuestro futuro.
Claudio Serrentino
Imagen: Javier Milei sin peluca, según la IA