Debió haber sido una fiesta heterogénea, pasional y espontánea, es decir: un auténtico EVENTO POPULAR, sin micros ni manifestantes pagos. Pero aparecieron los aguafiestas de siempre y lograron lo que mejor les sale: la destrucción porque sí.
Se sabía que “aunque ganes o pierdas…”, el objetivo estaba cumplido y el PUEBLO ARGENTINO, sin distinción de banderías, iba a salir a agradecerle a la Selección la “casi” alegría del segundo puesto.
Y así fue. Miles de personas se volcaron a las calles envueltos en sus banderas, tocando corneta, algunos hasta exhibieron una gigantesca copa del mundo de cartón pintado. Era una gran manifestación popular. Hasta que…
Hasta que llegaron los amargos de siempre, los que sólo pueden expresarse a través de la violencia, y que no quieren que el PUEBLO manifieste libremente su alegría.
Y rompieron todo. Una vez más.
Ya se sabía que la gente iba a salir… ¿No se puede implementar eso que en Seguridad se llama PREVENCIÓN? En este caso, prevención del vandalismo, de la destrucción, de la agresión al prójimo.
¿Y los “servicios de inteligencia”? ¿Para qué les pagamos el sueldo? ¿No pueden aportar datos que ayuden a que estos HDP dejen de arruinar a la gente que sólo quería hacer flamear la bandera argentina en PAZ?
Seguramente, la (in) justicia argentina ya habrá soltado a los detenidos (los medios informan de 40), quienes seguirán por la vida rompiendo y haciendo tropelías, ante la mirada pasiva de las autoridades. Porque sí.
Además de la cárcel (con su violencia, pusieron en riesgo la vida de miles de personas, robaron y rompieron todo lo que se les cruzó a su paso) deberían pagar CASH todo el daño que hicieron.
Se sabe que el órgano más sensible de las personas es el bolsillo: si al boludo ése que se colgó de un semáforo, lo rompió, y como buen marmota terminó cayéndose, le cobran por el daño que hizo, quizás, la próxima tome menos y se cuide más.
La Argentina del sueño Mundial se despertó abrumada por la pesadilla de la realidad…
Claudio Serrentino
Fotos: Télam