Mucho se ha escrito sobre la Independencia Patria. Pero siempre quedan cosas por recordar y evocar, sobre este acontecimiento que fue y es importante para nuestro país.
Por entonces, existía inestabilidad institucional y graves derrotas militares. España había reforzado con 2300 hombres la guarnición de Montevideo, ciudad que amenazaba a Buenos Aires junto con la invasión del Norte, y con otra allende los Andes. Fernando VII había recuperado el trono. Todo se complicaba cada vez más.
El gobierno de Buenos Aires no se amilanó, la flota del Almirante Brown destruyó la escuadra española cayendo Montevideo. Igualmente no eran tiempo de decisiones independentistas. San Martín, gobernador de Cuyo, era el fogonero que impulsaba que se declarara la Independencia. Cómo iba a avanzar libertando los pueblos si no éramos independientes… Estaba en Mendoza, preparando su camino a liberar a Chile, y eso le exigía que fuéramos libres. Y se expresaba así:… “para los hombres de coraje se han hecho las empresas”.
Pueyrredón creyó en él, y prometió ayudarlo. Por entonces, había un inmenso territorio despoblado, con una veintena de pueblitos aislados a gran distancia entre sí, y una ciudad sobre el Plata, carente de puerto. La población era escasa, productora de cueros crudos, de sebo y carne salada que se exportaba cargando carros y lanchones hasta los barcos anclados a la distancia. El país era poco y nada. La guerra llevaba cinco años, había fatiga moral, muchos muertos y mutilados en acción. Quedaban sus viudas y sus huérfanos, que eran personas olvidadas.
Pero había una necesidad de ser, y así surgió el ¡Si, Juro!
La convocatoria fue reunirse en la remota Tucumán. Hay que pensar cómo le costó llegar a los distintos representantes, solo se podía viajar en carruajes, carretas, a lomo de mula o de caballos. Los caminos no eran seguros, su vida estaba expuesta a los peligros. Del Ideario de Mayo, solo quedaban en la vida pública Juan José Paso y Manuel Belgrano. Paso fue el primer secretario, y Belgrano no era congresal, pero fue muy escuchado en sesiones secretas, tres días antes de comenzar a sesionar el Congreso.
Recién llegado de Europa, proponía a un “Príncipe Inca”. La respuesta no se dejó de escuchar. El representante por Buenos Aires, el diputado Tomás de Anchorena, dijo “que no aceptaría a un monarca de la casta de los chocolates o un rey en ojotas…”. La disputa se daba entre los monárquicos y republicanos.
En el 1820, circuló un cielito de Bartolomé Hidalgo (1788/1822) que decía:
Mejor es andar delgado/ andar águila y sin pena/que no llorar para siempre/ entre pesadas cadenas/ Cielito, cielo que sí/guárdense sus chocolates/ aquí somos puros indios / y solo tomamos mate.
El sentimiento criollo estaba muy presente, y así fue que llegaron desde lugares muy distantes, que simbolizaban la integridad del antiguo Virreinato. Recordar que no estuvieron presentes ni el Paraguay, la Banda Oriental, ni Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes. Cuando se produjo la convocatoria, Artigas llamó a un congreso local en Concepción del Uruguay el 29 de Junio de 1815, para discutir -democráticamente con su gente- los mandatos y las ideas que llevarían a Tucumán. La respuesta fue la invasión de Buenos Aires a Santa Fe. Resultado, no habría unión posible entonces con los porteños: no concurrirían a Tucumán.
Empezaron a llegar los congresales que fueron elegidos para representar a sus provincias y así se fue armando la logística. Los participantes se fueron alojando en conventos, en casas de familia. Mientras tanto, el gobernador Bernabé Aráoz hizo voltear unas paredes de la Casa Histórica, a fin de dar mayor amplitud al salón de las deliberaciones.
Mandó a traer bancos de las iglesias cercanas y del convento dominico para asiento de los diputados, y prestó su propio escritorio y un sillón de su propiedad, para uso de la presidencia.
El Redactor del Congreso era un diario de sesiones con resúmenes de lo acontecido, muy valioso, porque las actas fueron extraviadas.
El 24 de Marzo de 1816 ya habían llegado casi todos los representantes. Todo comenzó con una salva de cañón que anunciaba la instalación del cuerpo. Se consagró con una misa en la Iglesia de San Francisco, y luego el presidente provisional Pedro Medrano tomó juramento a los diputados. Al día siguiente, las corporaciones de la ciudad juraron acatamiento al Congreso y escucharon las palabras de Medrano, que declaró que no fue una tarea fácil saber qué decir.
Se decidió que la presidencia del Congreso fuera rotativa, para que nadie se sintiera dueño del mismo. Hubo muchos debates, algunos innecesarios, por la falta de experiencia, y para apagar los individualismos que se presentaban. El 3 de Mayo se nombró a Pueyrredón, diputado representando a San Luis, como Director Supremo del Estado. Parece raro su nombre en San Luis, resultó que había vivido exiliado en San Luis entre 1812 y 1815. Antes de aceptar, va primero a Salta para entenderse con Güemes, y luego pasó por Buenos Aires; hizo escala en Córdoba, donde se entrevistó dos días con San Martín, para convenir con el plan de liberar a Chile y posteriormente al Perú. San Martín era uno de los que más apremiaban para que se declarase la Independencia de una buena vez. Y le escribía a su amigo Godoy Cruz: “hasta cuando esperamos para declarar la independencia… es ridículo acuñar moneda, tener un pabellón y cucarda nacional, y por último hacer la guerra al Soberano, de quien en el que se cree dependemos y permanecer pupilos de sus enemigos…?”
El 29 de Mayo, una comisión especial redactó una especie de orden del día con los temas a tratar. En el tercer punto se proponía “declaración solemne de nuestra independencia política”. No se cumplió, porque se trató efusivamente el problema con Artigas, que no había sido de la partida: la Banda Oriental no estaba representada.
Al fin, el Martes 9 de Julio comenzaron a sesionar. En esa oportunidad la presidencia la ejercía el diputado de San Juan, Francisco Narciso de Laprida. El secretario leyó la propuesta: Quereís que las provincias sean una Nación libre e independiente de los Reyes de España y su metrópoli? Apenas la terminó de leer el diputado de Salta Mariano Boedo, se escucharon gritos, exclamaciones, brazos en alto y abrazos entre los congresales. Y la gente de la calle y el patio, expresaron vivamente el compromiso que se venía postergando desde aquel Mayo de 1810… Fue un día de júbilo!!!
Tucumán era toda una fiesta… Fue el fin de la Revolución, y el comienzo del orden. El ascenso de los grupos criollos era un hecho.
“En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel del Tucumán, a nueve días del mes de julio de mil ochocientos diez y seis, terminada la sesión ordinaria, el Congreso de las Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande y augusto objeto de la independencia de los pueblos que la forman…” Después vino la Declaración de la Independencia.
Al Día siguiente de la Declaración de la Independencia, el gobernador Bernabé Aráoz ofreció a los diputados una gran fiesta en su casa, situada a una cuadra de la sede del Congreso. Fue un baile que resultó legendario en la memoria de los tucumanos. Dejó escrito el francés Paul Groussac, que vivió varios años en Tucumán, según le habían contado sus viejos amigos que habían sido testigos de tan importante acontecimiento: “revoltijos de luces y armonías , guirnaldas de flores y emblemas patrióticos, manchas brillantes u obscuras de uniformes y casacas, faldas y faldones en pleno vuelo, vagas visiones de parejas enlazadas, en un alegre bullicio de voces, risas y jirones de frases perdidas que cubrían la delgada orquesta de fortepiano y violín…”
Los chasquis y mensajeros fueron los encargados de llevar la noticia de la Declaración de la Independencia a todos los rincones de la Patria. El Congreso dispuso imprimir 3.000 ejemplares del Acta. 1.500 se hicieron en castellano, 1.000 en quechua y 500 en aimará. No se publicaron en guaraní, por la ausencia de sus representantes.
A principios de 1817, el Congreso fue trasladado a Buenos Aires. En 1819, este Congreso Nacional sancionó la Constitución de las Provincias Unidas, pero estaba inspirada en principios aristocráticos y centralistas, que provocó el rechazo unánime de las provincias.
Algunos datos más
La Casa Histórica donde se declaró la Independencia había pertenecido a Miguel Laguna. En su momento pertenecía a su esposa, María Francisca Bazán de Laguna, y a su hijo Nicolás Valeriano Laguna. Estaba en la calle Del Rey N° 151. Entre 1812 y 1814; había funcionado como cuartel de las tropas que habían luchado en Tucumán. Fue gentilmente cedida para que funcionara el Soberano Congreso.
En 1868, el diputado nacional Tiburcio Padilla presentó al Congreso un proyecto de ley de expropiación de la benemérita finca, para asegurar su conservación, sugiriendo que se la destinara a oficinas del gobierno. Esa iniciativa fue ampliada por Bartolomé Mitre, pidiendo la adquisición oficial, medida que se concretó el 15 de septiembre de 1869, aprobándose por la ley la referida la compra.
La misma se efectivizó recién el 25 de abril de 1874, en la suma de 25.000 pesos fuertes. Fue restaurada seis años después, se cambió la fachada supliéndose la tradicional portada colonial, respetando solamente la Sala de la Jura. Por decisión de Estanislao Zeballos, en 1896 fueron retiradas de la Casa las oficinas de Correo que se habían instalado previamente.
El Presidente de la Nación, el tucumano Julio A. Roca, decidió su demolición, salvándose únicamente la Sala de la Jura. Entre 1903/4 se consumó su destrucción. En 1940, el Diputado Nacional por Tucumán Ramón Paz Posse, presentó un proyecto al Congreso de la Nación, para la total restauración de la Casa Histórica, tal como era en 1816. La iniciativa fue aprobada y puesta en práctica en 1943.
El 12 de agosto de 1941, fue declarada Monumento Histórico Nacional. El trabajo recayó en el arquitecto Mario Buschiazzo, que ya había restaurado el Cabildo. No contaba con mucha documentación, pero fue reconstruida a imagen de lo que había sido, según una foto que le proveyeron, y tal cual la vieron los congresistas. Y fue para bien de todos los argentinos. Cuántas veces, en nuestra niñez, la dibujamos en nuestros cuadernos. Hoy es un museo que les cuenta la historia a quienes la visitan. FELIZ CUMPLEAÑOS PATRIA!
Susana Boragno
Foto: archivo La Bocina