PACTO DE MAYO. Tras el buylling, promesas de amor a “la casta”

Todo un país estuvo expectante, esperando la palabra del Presidente Milei. Algunos con esperanza, otros con la panza revuelta, a la espera de otra zaga de padecimientos. El Presidente repitió el mismo discurso de siempre, mechado con algunas medidas de gobierno.

Como sea, el clima era raro. Nadie, salvo los fanáticos, esperaban alguna propuesta que empiece a resolver los VERDADEROS problemas del país. Las cenas familiares se interrumpieron, 20 minutos antes de las 21, con la caravana presidencial transitando la Avenida de Mayo casi despoblada de libertarios (apenas un puñado de ellos se llegó al Congresoa vivarlo), y grupos de izquierda que repudiaron la llegada de Milei.

La cara de los presentes oscilaba entre la felicidad y la preocupación. El ministro de Economía intentaba transmitir fervor, Patricia Bullrich seria como un bulldog, la hermana Karina siempre dispuesta a alentar al hermano.

Una escenografía montada sobre un escenario histórico de la Argentina, el palacio del Congreso, para reinstalar a un gobierno que, pese a sus -apenas- 82 días, ya cosecha enojos y reproches en vastos sectores sociales, culturales, deportivos, productivos, religiosos y políticos, empezando por el propio recinto, bautizado por él como un “nido de ratas”.

Fue curiosa la oscilación del discurso presidencial: la primera parte fue un buylling indisimulado a “la casta”. Se dedicó a denunciar, castigar y desarmar sus “negocios”, desde Télam hasta el INADI (el INCAA zafó?), pasando por las jubilaciones de privilegio, pero sólo las de quienes fueron presidentes y vices: diputados y senadores, jueces y otros, se salvaron de la guadaña.

En el pack de “enemigos” incluyó a Massa, Moyano, Grabois, Máximo Kirchner y Baradel. Tiró números incomprobables, como la “hiper” desarmada (cuando hoy la inflación es el doble que la última etapa del gobierno de Alberto), y medidas de dudoso efecto, como las aplicadas en Rosario contra los narcos. Aunque sí se ocuparon, y bien rápido, de dictar un protocolo para reprimir a los sectores descontentos.

Milei detalló la herencia recibida crudamente. Herencia que su gobierno se encargó de multiplicar en apenas 82 días de gobierno, con el aumento de la pobreza hasta el 57%. Es fácil, diría el Presidente en su anterior versión de panelista: más inflación, más pobres.

Pero no habló de pobres ni de indigentes, aunque sí de inquilinos: “con la derogación de la ley se multiplicó la oferta y bajaron los alquileres”, dijo, y los aplaudidores -por lo que se vió en TV, ninguno de los que estuvieron presentes alquila- ovacionaron por enésima vez al Presidente.

En las redes sociales, los grupos de inquilinos están al rojo vivo porque los valores de los alquileres superan en mucho sus posibilidades, ya que los precios se liberaron, y los salarios siguen presos. Pero ese dato jamás figuraría en algún discurso presidencial, de éste u otro primer mandatario.

El sarcasmo llegó al final: luego de detallar el país desastroso que le dejó “la casta”, consumado el buylling, en un gesto de generosidad -¿y debilidad?- invitó a “la casta” a firmar un Pacto de Mayo, supuesto contrato social que en realidad, es un pack de medidas económico-financieras-previsionales, con las que Milei pretende retener las riendas del país durante varios años.

El primer renglón estuvo destinado a la “inviolabilidad de la propiedad privada, un tema que no preocupa a la mayoría de los argentinos, sino al grupito de privilegiados (la verdadera “casta”) que “corta el bacalao”, como diría María Elena Walsh. De entrada, les garantiza que podrán tener lo que ya tienen, y más. Mucho más.

Esa tendencia define el resto del documento. En un país con el 57% de la población bajo la línea de pobreza, ¿cuáles serían las políticas de Estado primordiales…? Ninguna figura en el Pacto de Mayo.

Los gobernadores que hasta antes de ayer eran “rebeldes”, se apuraron a tenderle la mano al Presidente. Lo único cierto, es que Milei concentra la atención política, y hasta ahora no hay una figura que sea su contra punto. La idea planteada en el Congreso fue la de siempre: la ambición de los sectores concentrados, para apoderarse de lo que queda del país. Ellos y el gobierno, creen que éste es el momento justo.

Habrá que ver cuánto tiempo tolerará la sociedad pasivamente, esta gran transferencia de recursos de los populosos sectores medios y bajos, a los selectivos sectores altos.

Claudio Serrentino

 

 

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