Es muy lindo evocar al primer ferrocarril que tuvo el país, con capitales patrios, y por el deseo de un grupo de gente de alcurnia que habían viajado a Europa y habían conocido los beneficios que traía el ferrocarril.
Las primeras reuniones se realizaron en la calle Corrientes 537, en una mansión importante del gran anticuario Manuel José de Guerrico, ahí se reunieron lo más conspicuo de la sociedad porteña, de linaje y prosapia. Sarmiento llamó a esa casa el Club Argentino de París y en el Diario El Nacional, Juan Carlos Gómez la nombró como el Club de los Pelucones, en clara alusión a sus miembros conservadores.
Después de la caída del gobierno de Rosas, se postulaba un nuevo proyecto de país. El 17 de septiembre de 1853 se fundó la Sociedad de Camino de Hierro de Buenos Aires al Oeste. En esa casa nació el bisnieto de Guerrico, Ricardo Guiraldes, escritor que heredó de la familia la Estancia La Porteña, ubicada en San Antonio de Areco, cuyo nombre evoca a la primera locomotora.
Se formó una comisión con la gente más encumbrada de ese momento: F. Lavallol, F Balbín, M. Miró, D. Gowland, E. Rams, N de la Riestra, A. Van Praet , V. Basavilbaso, B Larraude, quienes impulsaron y propusieron al Estado de Buenos Aires la instalación de un ferrocarril. El 12 de enero de 1854, después que la aprobara la Legislatura de Buenos Aires, el Gobernador Pastor Obligado promulgó la Ley de Concesión del Primer Ferrocarril. Los Estatutos se aprobaron el 20 de febrero.
La construcción de este importante emprendimiento, llevó cuatro años y en el participaron el Ing. Verger quien preparó los primeros planos. Luego el Ing. francés Mouillard fue quien niveló las zonas por donde pasaba el tendido, solucionó los cruces con los arroyos y las numerosas cañadas que debía atravesar. Después apareció un nuevo contratista que terminó la obra, fue el Ing. Guillermo Bragge, en algunos planos aparece su firma. Tenía su experiencia por haber construido la primera línea ferroviaria en Río de Janeiro.
El ferrocarril abrió nuevos caminos en un país tan extenso como el nuestro. con una necesidad de contar con un transporte y vías de comunicación. Se compraron 2 locomotoras, 2 coches de pasajeros con capacidad para 120 pasajeros “en los dos”, 12 vagones de mercaderías y también rieles ingleses y franceses. Se decidió el ancho de trocha 1, 686 metros.
La ley determinaba el recorrido, pero por las disputas inmobiliarias y la mucha presión de los propietarios, lo modificó. La instalación del tren valorizaba mucho las tierras por donde pasaba. La cabecera quedó fija en la Estación Parque (hoy, Teatro Colón).
Haciendo un recorrido rápido, cruzaba la plaza homónima ante las quejas de los vecinos que se consideraban invadidos en sus calles y plaza. Exigían protección para evitar los accidentes que ocasionaba el tren. El tendido continuaba por la calle Lavalle hasta Callao, luego en curva y contra curva tomaba Corrientes y en línea recta hasta la calle Centro América, hoy Pueyrredón, otra curva hasta Cangallo y ya se dirigía hacia el Oeste. Pasaba por Once de Septiembre, avanzaba hasta Caballito, llegaba al pueblo de Flores, dejaba atrás la Estación y a la altura del kilómetro 9, 983 finalizaba su recorrido.
Allí estaba la Estación y Kiosco de la Floresta, que estaba entre las calles Esperanza (hoy J.V. González) y otra que no tenía nombre, se la conocía como “de la capilla” (Bahía Blanca), donde hoy está la Iglesia de la Candelaria.
Pero ya se estaba proyectando el avance del tendido, que en 1859 llegó a Morón, en 1860 a Moreno, después seguía a Luján en 1863, a Mercedes 1865 y a Chivilcoy en 1866.
Volviendo al Kiosco de La Floresta, hay que decir que los primeros concesionarios fueron los Sres. Soldati y Margiani. Abrieron sus puertas el mismo día de su viaje inaugural, el 29 de agosto de 1857, fecha importante porque es cuando hoy se celebra el Día del Barrio de Floresta.
Según los planos de 1860, la Estación Floresta era de madera y tenía además un tanque de agua asentado sobre pilares, que se utilizaba para aprovisionar de agua a la locomotora a vapor en sus viajes de regreso a la ciudad. Conviene aclarar que había otro tanque en la Estación Parque, a metros de la salida del tendido, lado derecho.
El ferrocarril a vapor necesitaba agua filtrada porque el agua salobre de los pozos dañaba los caños de la máquina. Por ese motivo se llevó una cañería desde la costa del Río de la Plata , a la altura de Recoleta, y a esta toma se la consideró la primera instalación de agua corriente de Buenos Aires.
Se decía que los pasajeros hallarían en La Floresta toda clase de comodidades para pasar algunas horas de recreo. Varios fueron los ensayos que se hicieron antes de la inauguración. Los invitados recibieron una tarjeta artística que los acreditaba a viajar ese día, obra del señor Lange: Es Ud. Invitado a concurrir a la inauguración del Ferro-Carril el día indicado a la una de la tarde a la Plaza del parque . La Comisión.
Los diarios registraron con mucha emoción esos inolvidables momentos. El Diario La Tribuna relataba que las locomotoras La Porteña y La Argentina estaban totalmente cubiertas de flores y banderas obsequiadas por las más distinguidas damas de la sociedad, que siempre son las primeras en acudir a los grandes actos para prestigiarlos con su presencia y hermosura….que el obispo las había bendecido… después cada uno tomó su asiento, y enseguida se puso en marcha el convoy. Una banda que iba en el primer vagón ponía una nota más de alegría en la ya eufórica alegría… al pasar por Flores, las campanas de su iglesia tocaron como nunca en señal de homenaje … Llegó el convoy a Floresta… Allí la comisión directiva, que no omitió detalle para que la fiesta sea brillante, festejó a todos con una mesa fina y delicada. Se sirvió un refrigerio a los 200 pasajeros del “tren de honor”, agasajando de esta forma las autoridades, a los visionarios, a las personas destacadas y a los periodistas, que retrataron tan buen momento, ante la mirada de las dos locomotoras que participaron de tan importante acontecimiento: La Porteña y La Argentina.
Después el gobernador Valentín Alsina pronunció un brillante discurso:
“… ese camino que acabamos de atravesar, ese cimiento y símbolo a la vez de paz, de estabilidad, de progreso indefinidos …la ciudad y la campaña quedan inconmoviblemente unidas. Nuestras valiosas producciones rurales y los ricos productos de la industria europea , rozarán velozmente por este lecho metálico , …¡Cuan inmenso es, señores, el horizonte que nuestro pequeño ferrocarril abre hoy la esperanza!” Finalizó diciendo:
“En nombre del Estado de Buenos Aires, yo los felicito cordialmente… y puesto que las vías que hemos recorrido han recibido ya las bendiciones de la religión, reciba ahora la ardiente oración de nuestros aplausos; satisfechos del presente y esperanzados en el futuro , saludemos todos la feliz y brillante inauguración del primer ferrocarril que vemos asentarse en los vastos territorios de la República del Plata”.
A las tres y veinte de la tarde, volvieron a ocuparse los coches, y el tren se puso en marcha de regreso, con destino a Buenos Aires, envuelto “en las brisas perfumadas de la tarde…”
El 30 de agosto se libró el servicio para el público. El boleto costaba 10 pesos en primera, sentados y 5 pesos en segunda, parados. Su primer maquinista fue Alfonso Corazzi.
LA ESTACIÓN FLORESTA
El terreno de la Estación La Floresta fue donado por un propietario. Estaba a dos leguas y cinco cuadras de la cabecera. El trazado estaba limitado por la escasez del material rodante que se disponía. Se solicitó a la Legislatura de Buenos Aires la autorización para invertir cuatro millones, y más tarde, de seis millones, para continuar la línea a Morón.
La demanda de transporte de pasajeros fue intensa, especialmente durante los fines de semana, cuando el servicio se saturaba. Se cuenta que el 3/9/1857, los trenes corrían repletos y que el viaje de las cinco de la tarde desde La Floresta había conducido 205 personas.
En la primera quincena de su inauguración, el Ferrocarril Oeste había transportado 7.325 pasajeros, a un promedio de 500 por día. Los diarios destacaban la gran concurrencia de público a La Floresta, estimada en mas de 1.000 personas en ese fin de semana.
El material rodante resultó insuficiente para atender los servicios, según el periódico El Nacional. El mismo medio informaba que existió un “mercado paralelo”, los boletos de 10 pesos se vendían en 50 pesos (Diario El Orden). El problema fue tal, que el gerente de la empresa decidió cerrar las boleterías porque no daba abasto y no contaban con la capacidad de los coches. Además no podían dejar a la gente sin llevarlos de regreso a la ciudad.
Los viajeros estaban estimulados por la creciente oferta de restaurant, confiterías y otras atracciones que empezaron a funcionar en La Floresta, apenas inaugurado el servicio ferroviario. Se comentaba que el consumo de comidas en el Hotel de la Floresta durante los días festivos superó las expectativas “en el principal hotel de la ciudad”.
En enero de 1858 se tuvieron que aumentar los servicios, se enviaba un tren especial para que todos puedan asistir al baile programado en La Floresta. Esto se fue repitiendo en otras oportunidades. El periódico El Nacional, informaba que los coches de pasajeros se convirtieron en lugares de sociabilidad que atrapaban a los porteños. Destacaban cómo las jovencitas encontraban novio en las estaciones, señores mayores, que con disimulo trataban de ver los generosos escotes de las señoritas sentadas a su lado en los viajes….
En 1861, un observador británico que estaba viviendo en Buenos Aires, detalló el impacto provocado por el ferrocarril, sus repercusiones sobre el tejido urbano en expansión.
El Poder Ejecutivo obtuvo la autorización para adquirir las acciones y hacerse cargo de los créditos del Ferrocarril Oeste. Es así que el 1° de enero de 1863, cuando los rieles llegaban a Moreno, pasó a pertenecer al gobierno de la Provincia de Buenos Aires.
CELEBREMOS CON ALEGRÍA, EL DIA DE FLORESTA , EL 29 DE AGOSTO DE 1857.
Susana Boragno