Indudablemente, la ciudad impone cierto respeto.
Otra explicación no hay.
¿Por qué, de este lado de la General Paz, las personas tienen determinados usos y costumbres, que cambian abruptamente al cruzar la frontera de cemento, e ingresar al extenso territorio del conurbano bonaerense…?
Ejemplo: los que andan en moto. No quiero llamarlos motoqueros, porque esos son los que andan repartiendo todo tipo de mercadería. Trabajan arriba de la moto. ¿Cerramos en la siguiente definición: personas que andan en moto?
Bien. Decenas de miles de personas que andan en moto vienen y van, de un lado y otro de la General Paz. Increíblemente, pese a lo cotidiano del asunto –suelen pasar de un territorio a otro, dos, tres, cuatro veces por día- cambian su comportamiento, según de qué lado se encuentren.
Si están en territorio CABA –instrucción: no se trata de una suboficial de bajo rango de la policía; me refiero a la sigla que simplifica el largo y pomposo nombre de Ciudad Autónoma de Buenos Aires-, el comportamiento de los que andan en moto es un poco más cuidadoso (en algunos casos, nunca hay que generalizar).
Por lo menos, en CABA usan el casco. Y en algunos casos –excepcionales-, respetan las señales de tránsito. Algunas de las personas que andan en moto, hasta hacen su aporte a la comunidad: van indicando los errores de todos los que lo rodean –otros que andan en moto, automovilistas, peatones- con señas y a los gritos.
Lamentablemente, hay costumbres que no cambian. Tanto en provincia como en capital, los que andan en moto ignoran el significado de la palabra vereda.
Aporte dos de esta nota, a la educación popular: según el diccionario, vereda es “Camino angosto, formado comúnmente por el tránsito de peatones y ganados”. Es decir, el lugar destinado para que los peatones podamos caminar sin riesgos.
Claro, esa es la teoría. Muchas personas que andan en moto, consideran a la vereda como una mera extensión –angosta, eso sí- para ganar tiempo y espacio. Sobre todo, los motoqueros, que nunca tienen tiempo para nada, entre tanto paquete, paquetito y paquetazo que deben repartir.
Entonces, si el tránsito está pesado, las personas que andan en moto usurpan la vereda; previamente, usurparon también las rampas destinadas a las personas con movilidad reducida, y a las madres que manejan carritos para bebés.
En ocasiones –no pocas- no reducen la velocidad mientras circulan por la vereda. Actitudes temerarias que no ayudan, precisamente, a la convivencia entre los peatones y las personas que andan en moto.
Por si esto fuera poco, la confusión parece ir “in crescendo” entre las personas que andan en moto. Cebadas al poder abusar del espacio conocido como vereda, suponen que si pueden andar por allí, es porque les corresponde. Y dejan las motos estacionadas en la vereda, complicando el paisaje peatonal.
La relación entre personas que andan en moto vs. personas que andan por la vereda es conflictiva. Las discusiones abundan, y en algunas circunstancias se ven involucrados los efectivos policiales, quienes proceden al clásico “sepárense” y luego, “circulen”.
El peatón, exaltado, increpa al policía. “¿No le vas a hacer nada? Estacionó-circuló con la moto por la vereda!”. El policía, con cara de resignación –probable persona que anda en moto, y que cometa los actos descriptos en párrafos anteriores- insiste con la orden: “ya está, ya pasó… circulen”.
Los conflictos son cosa de todos los días. Como en otros órdenes de la vida, también en la vía pública se aplica la ley del gallinero. Y en el gallinero de la calle, los peatones estamos en el palito de más abajo.
Claudio Serrentino