DAVID LYNCH. El arte de incomodar

Todos se están yendo. Alguna vez, nos iremos nosotros. Y el mundo seguirá andando. Ya lo cantó Carlitos.

Ahora se fue David Lynch. Empezó en el cine desde la nada, casi sin recursos. Pero con unas ganas de decir algo… Y eso es lo que lo hizo trascender. Su tosudez en contar historias distintas, fuera de foco y de circuito. Raras. Te dejan pensando.

Y ahí está la rareza: en un mundo donde todo está preformateado, premasticado, predigerido… Lynch escapó de la comida chatarra. También de lo gourmet. Fue directo a lo más interesante de nuestro paso por este mundo: los sueños. Y las pesadillas.

Gracias, David, por El hombre elefante, Twin Peaks, tu genial interpretación de John Ford en la peli de Spielberg, tu carisma, tu universo único, singular, tu visión, tu actitud.

Seguramente, una parte del mundo -donde se juntan los que te despreciaron- se sentirá menos incómoda, ahora que no estás. Chapeau!

Claudio Serrentino

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