Los Tres Chiflados se aparecieron un mediodía de mi infancia, con sus piquetes de ojo, sus tortazos, sus pasillos (con muchas puertas, de las que entraban y salían para despistar), sus cachetazos, sus referencias a la pobreza (de la que había que escapar como fuera), sus panzasos, su repudio al fascismo, sus preparaciones en la cocina que daban hambre (se rieron de los programas de cocina antes de que se inventen), su gracia tan desgraciada que provocaba risa (muy parecido al cine mudo de Charles Chaplin)…
Los Seis Chiflados -primero Moe, Larry y Curly, después Shemp, más tarde Joe, el último Curly Joe– me enseñaron un par de valores para la vida adulta, que no tienen nada que ver con sus torpezas, o los supuestos actos de violencia que incluían sus rutinas. Que los ví y disfruté ¡pero nunca repetí! a lo largo de mi vida.
Me enseñaron que la vida es linda si hay sonrisa, si hay amistad, si hay amor, si hay solidaridad. Detrás de los cachetazos, los coscorrones, los dedos en la nariz… Detrás de todo eso, encontré ternura.
Mientras EEUU sucumbía ante el “crack” de la Bolsa, los Chiflados retrataban la realidad de los que se habían quedado sin trabajo, ridiculizando a la “high society” que seguía de fiesta, como si a su alrededor no pasara nada…
Supongo que en los cines de entonces (diversión accesible, uno de los pocos entretenimientos de la época) muchos se habrán sentido identificados al ver a Curly estamparle un tortazo a un millonario. O a Moe, besando la mano de una ricachona, y mientras, analizar de cuántos quilates de oro es el anillo que lleva puesto. Sin olvidar las referencias críticas a los régimenes nazi-fascistas que gobernaban a Alemania e Italia, e incluso, las aventuras belicistas de EEUU…
Me gustan las mujeres; de chico aprendí, mirando a los Chiflados, que hay que agradarles, agasajarlas, mimarlas. Con sus silbidos, sus “oa-oau” sus caras y guiños cada vez que pasaba una linda chica, descubrí que valía la pena vencer la timidez, para seducir y conquistar a esas bellezas.
A través del humor, incorporaba sin esfuerzo estas enseñanzas. Un “pack” completo para pibes, ideado a principios del siglo XX, y vigente para siempre.
Pasé por varias etapas en mi vida, como todos ustedes (infancia, adolescencia, adultez, actualmente sub tercera edad) hubo muchas personas y personajes que me llamaron la atención y admiración. Pero muy pocos trascendieron todos estos años: Los Tres Chiflados están en esa brevísima lista.
La supuesta capacidad de Moe para dirigir al grupo (algo que le costaba, por eso intentaba pretender imponer autoridad con piquetes de ojo, cachetazos, tortazos y demás), la inoperancia de Larry (que apenas sabía reírse de la supuesta autoridad de Moe), la picardía e ingenuidad de Curly (el Messi Chiflado, cabeceaba todos los centros, el más cómico, histriónico, rematador de chistes) fueron, y son, una fórmula infalible. Cuando Shemp reemplazó a Curly, le aportó delirio e histrionismo.
Así, en sus cortos de 18 minutos, transitaron desde lo más bajo de la pobreza, hasta los status más altos de la sociedad, siempre con el mismo estilo: burlarse de la solemnidad, exaltar la ingenuidad, y sobre todo, reírse. Reírse de ellos mismos, y de los demás, también.
LA HISTORIA DEL TRÍO MÁS MENTADO
Los hermanos Horwitz eran inmigrantes judíos que vivían en la zona más pobre de Nueva York (Brooklyn). Harry Moses, Samuel y Jerome Lester estudiaban oficios, pero su gran pasión era el teatro.
Harry y Samuel decidieron armar números de vodevil, a nivel aficionado. Pero querían llegar a jugar en las grandes ligas. Se cruzan con Ted Healy, una especie de presentador. A partir de allí, aparecen sus nombres artísticos: Harry pasa a llamarse Moe, y Samuel, Shemp. Y el espectáculo se llama “Ted Healy and the stooges”. Poco después, se les incorpora un comediante que toca instrumentos musicales: otro joven judío llamado Louis Feinberg, que tomaría el nombre artístico de Larry.
Las presentaciones eran un éxito, pero el gran problema era que Ted se quedaba siempre con la mayor parte de las ganancias, lo cual generó idas y venidas entre los integrantes del grupo. El resultado fue la partida de Shemp, y la consecuente llegada de Jerome (en la familia Horwitz lo apodaban “Babe”). Jerome usaba pelo largo y un gran bigote. En función del grupo, le raparon el pelo y se dejó un pequeño bigote. Más tarde, éste desaparecería de su rostro. Lo llamaron Curly (“Ricitos”).
Los Chiflados ya eran famosos en Norteamérica, pero Healy se seguía aprovechando de ellos. La relación terminó a principios de 1934: el 6 de Marzo de ese año, firman contrato con la Columbia, y en pocos días empezaron a filmar (“Woman haters”, cuyo título en español fue rebautizado como “Los odiamujerres”). Pero en los títulos de presentación no figuraban como Los Tres Chiflados sino como Howard, Fine y Howard. El nombre del grupo apareció en el segundo capítulo, “Punch drunks” (conocido como “Puños borrachos” o “El boxeador musical”).
Bien tratados por la crítica, Los Tres Chiflados fueron nominados al Oscar por el capítulo “Men in black” (sátira de una película de Clark Gabble).
En las filmaciones de los Chiflados estaba todo guionado, menos los golpes. Fue a Moe, a quien se le ocurrió, para dotar a la historia de espontaneidad. Era frecuente que cualquiera de ellos terminara en el hospital por golpes, quebraduras, o algún diente caído.
A mediados de los años ‘40, Curly empezó a mermar en su rendimiento, debido a sus salidas nocturnas y la bebida. Además, sufría de hipertensión y tenía problemas cardíacos. Un ACV terminó con su participación en la serie, en 1947.
Lo reemplazó su hermano Shemp, con quien se cruzó en el capítulo “Hold an lion”, de 1947, único en el que aparecen cuatro chiflados.
Curly participó en 97 entregas, y para muchos, es el mejor de todos. Murió el 18 de Enero de 1952, a los 48 años.
El hermano mayor de los Horwitz le puso su propia impronta al personaje, y filmó 77 capítulos (incluídos dos editados para 3D) y un largometraje, titulado “Gold raiders”. Un ataque al corazón sorprendió al cuarto chiflado, el 24 de Noviembre de 1955, a los 60 años.
Moe y Larry pensaban que había sido el fin, pero la Columbia quería terminar el contrato, por lo cual la compañía sugirió incorporar a Joe Besser, quien con el apodo de Joe, filmó 16 capítulos. En su contrato, dejó sentado que no iba a recibir golpes bajo ningún concepto, por el contrario, era él el que le pegaba a Moe… Los Chiflados empezaron a bajar la calidad de sus entregas, y sólo se rescata un capítulo en el que se cruzan tres pares de trillizos.
Cuando -ahora sí- sospechaban que llegaba el final para el trío, en 1958 la repetición de sus capítulos por la TV les dió una sobrevida: y así se incorporó Joe de Rita (Curly Joe), con quien filmaron varios largometrajes, hasta mediados de la década del ‘60, etapa que incluyó a los Chiflados en comerciales para televisión.
En 1970, Larry sufre un infarto que le paraliza la mitad del cuerpo y ya no pudo trabajar más. Estuvo internado en un geriátrico y murió el 24 de Enero de 1975.
La tristeza no pudo con Moe, quien a sus setenta y pico, quería seguir haciendo los Chiflados con Joe de Rita, e incorporando a Emil Sitka (histórico partenaire de los Chiflados) para que hiciera el rol de Larry.
No pudo ser. El más Chiflado de los Chiflados -el cerebro, el gerente, el hacedor del grupo-, murió el 4 de Mayo de 1975.
LOS NUEVOS TRES CHIFLADOS
Después de olvidar el proyecto que incluía a tres superstars de Hollywood que iban a protagonizar el regreso cinematográfico de los Chiflados (Benicio del Toro como Moe, Sean Penn como Larry, y Jim Carrey como Curly), la nueva “The three stooges” con Chris Diamantopoulos (protagonizó la serie “Nip Tuck”) como Moe, Sean Hayes (el gay más zarpado de “Will and Grace”) como Larry, y Will Sasso (participó en “Mad TV”) como Curly.
¿Qué puedo decir de la película? Que escuchar la música de apertura me emocionó (la de siempre), que nunca podrán ser como los originales, que Moe ajustició a los participantes de un reality show, que Larry es más malo que Moe, y que este Curly es más sonso que el anterior… Que me gustó jugar a volver a ver una nueva película de Los Tres Chiflados. Escuché risas de chicos, y esto también estuvo bueno.
Para terminar: lo más cerca que estuve de los Chiflados -supuestamente- fue cuando recibí un e-mail de la hija de Moe, quien quería conocer a Juan José Campanella, y me pedía que le hiciera contacto. Se dirigía a mí porque yo le había hecho una nota al director de “El secreto de sus ojos”. Aunque en realidad, supongo que fue una broma de algún anónimo chiflado argentino… ¡Bu bu bu bu bu!
Claudio Serrentino