La política argentina sigue siendo un gran sainete, una comedia dramática para quienes gobiernan, y un drama -en serio- para los gobernados.
Nunca han podido dar en la tecla para cambiar esa lógica: en los ´80 boicotearon a Alfonsín, para luego vivarlo. En los ´90, vitorearon a Menem y luego, se avergonzaron de él. En los 2000 el país se incendió, y hasta habían logrado cancelar la deuda con el FMI… luego, volvieron a recurrir al organismo internacional.
La conveniencia los convirtió en desvergonzados, y si antes alababan al libre mercado, ahora son estatistas, y pasado mañana, quién sabe. Salvo la izquierda, que no ha podido gobernar, al resto le cabe este comentario, Mientras tanto, el tiempo pasa, los resultados no se ven, y ellos se siguen repartiendo cargos como si fueran figuritas.
Claro, hay responsables e irresponsables: el FMI le dió un vagón de guita a Macri, y la guita fue a parar “a los bancos”, según el ex presidente. Curiosamente, ni los K, ni la justicia, ni nadie, intentó averiguar a qué bancos, el ex presidente les giró esa montaña de dinero.
Se da por sentado que “las deudas hay que honrarlas”, sin ir a fondo con las investigaciones que podrían dejar al descubierto los chanchullos, como lo intentó Alejandro Olmos Gaona con la deuda externa contraída durante la última dictadura militar. La gran mayoría de los políticos nunca le prestó atención a esa causa.
Lo cierto es que -otra vez entre gallos y medianoche- oficialismo y oposición lograron ponerse de acuerdo (!), justo para este temita que limitará la autonomía ¿y el futuro? argentino: el pago de la deuda externa.
Mientras Massa y Morales discutían sobre cómo acordar, Máximo y Cristina pensaban en cómo pegarle a Alberto sin noquearlo. Y en este punto quiero detenerme a pensar:
En 2019, antes de la elección presidencial, Alberto y Cristina estaban distanciados. Bastante. Cada vez que Fernández salía en los medios, era para criticar al gobierno de ella.
Luego, se reconciliaron y armaron el Frente de Todos. En aquel entonces, Alberto y Cristina ya sabían que Macri les dejaba “de regalito” la deuda contraída con el FMI.
Pregunta: cuando se reconciliaron, ¿hablaron sólo sobre candidaturas? Si fue así, es gravísimo. Armar un frente electoral sin tener posiciones comunes ante temas tan delicados -como lo es la deuda externa- es de una irresponsabilidad indigna de dirigentes políticos de altísimo nivel, como lo son el presidente y la vice.
Se sabía que Cristina ponía los votos: ¿cedió así de fácil ese capital electoral, a manos de uno que no estaba en línea con su pensamiento? Es inconcebible para alguien que pasó toda su vida en la militancia.
Ahora bien, si C y A integran una coalición de gobierno, y C no está de acuerdo con las políticas que implementa A, ¿no deberían reunirse y charlar, hasta llegar al previsible consenso?
NO. En lugar de sostener al candidato que ella misma designó, C lo empezó a limar con caritas feas en los actos, por tuiter, por carta, a través de su hijo, con los diputados de La Cámpora.
Mientras tanto, mientras le muestran los dientes al que deberían respetar y sostener -ya que lo pusieron en ese lugar-, siguen manejando diferentes áreas del gobierno de A. No sea cosa que los díscolos se queden en la calle.
¿Un gobierno no debería ser una cuestión crucial para estos dirigentes, quienes deberían dejar todo de sí para tratar de reencauzar a la Argentina por el camino del desarrollo, trabajo, educación y salud -eso que han venido pregonando durante las campañas-?
¿Entienden que de las dudas e indecisiones que tengan, de las palabras que no se digan, de los temas que se postergan, joden a muchísimos argentinos?
¿Es posible ser tan irrespetuosos con aquellos que los votaron, que ahora mismo están desesperanzados, desilusionados, sin saber para dónde correr?
Parece que sí, que es posible. Que la interna debe ser exhibida; y ser lastimosa, profunda, inevitable. Es un karma histórico del peronismo en particular, y de los partidos políticos en general. Si antes de juntarse, discutieran de políticas (porque son políticos… creo), se hubieran evitado disgustos.
Ahora prometen que “un nuevo rumbo” se inicia, tras el acuerdo con el FMI; aseguran que ahora podría haber salida, mientras que sin acuerdo, era seguro que no habría salida.
Mi pesimismo está en niveles altísimos, lo admito. Pero no dejo de pensar que será muy, muy difícil que los mismos que nos empujaron al pozo, puedan llegar a rescatarnos.
Hace 38 años que van y vienen por las ideologías, ocupando lugares de responsabilidad… y siguen tropezando con la misma piedra.
Claudio Serrentino