“El pibe del río”, víctima y testigo del horror

Esta escultura de acero flota, desde hace años, sobre el Río de La Plata. Un niño de espaldas. El Diario La Nación tituló en aquel momento “El misterio del niño que camina de espaldas”. No hay ningún misterio. Hay una historia de vida y de Memoria allí.

Pablo Míguez se llama esa humanidad representada en la escultura. Tenía 14 años cuando fue secuestrado el 12 de mayo del 77 -en su casa, ubicada en Avellaneda- por una patota que irrumpió a la madrugada. Se lo llevaron junto a su mamá, Irma Sayago, y a su compañero.

Los llevaron al centro clandestino de detención El Vesubio. Los represores lo hicieron ver cómo torturaban y violaban a su mamá. Y a ella, que vea cómo lo torturaban a él para que les entregara los datos de la hipoteca de la casa.

La hicieron que vea a Pablito, como lo llaman los otros detenidos, en una mesa de tortura. Luego lo hicieron deambular por diferentes centros clandestinos, hasta que llegó a la ESMA.

Ahí, en “Capuchita”, lo tiraron sobre una cucheta, pudo tomar contacto durante un mes con Lila Pastoriza, periodista y sobreviviente, que en juicios de lesa humanidad y en artículos de prensa mencionó en más de una oportunidad aquella historia de horror:

“Pablo pedía que lo lleven con su papá, que no era militante político. “A la gente la matan”, cuenta Lila que Pablo le dijo adentro del terror de la ESMA sobre lo que había visto en El Vesubio.

“Era un chico alegre y vivaz. Tenía pesadillas, soñaba con su mamá, de quien no se pudo despedir”. No se sabe realmente cuál fue el destino final de Pablito, pero se cree que fue víctima de los vuelos de la muerte.

La escultura en el río, fue construida por la artista Claudia Fontes. Está ubicada en el Parque de la Memoria. Y Claudia la llamó: “Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez”.

El terrorismo de Estado ejecutó e hizo desaparecer a cientos de menores de edad, más el robo y apropiación ilegal de alrededor de 500 bebés, niños y niñas, y personas nacidas en cautiverio.

El pibe del río y el abrazo a la Memoria, en tiempos en los que los reivindicadores de estos crímenes llegaron al Poder para, justamente, que nada esto no se sepa.

Revista y Editorial Sudestada