A estas alturas, a poco menos de dos horas de la final en el Maracaná, poco importa el resultado: ya SOMOS CAMPEONES DEL CALOR HUMANO. Con Messi, Masche, pero también, con el Ruso de la otra cuadra, el Tano de la esquina y el Paragua de la portería. ARGENTINA, líder indiscutido en pasión popular.
Los vimos desfilar a todos, durante este Mundial 2014 que organizó el enemigo futbolístico Brasil, y que estamos ¡ahí! de que sea nuestro para siempre: ya pasaron los “hermanos” latinoamericanos Uruguay, Chile, Colombia, Brasil (¿cuál de ellos hará fuerza por nosotros? mmm…), y los supuestos “cucos” Inglaterra, Italia, España, Portugal, Grecia.
Todos ellos se volvieron rápidamente. Y los que se quedaron, tuvieron su “vía crucis” (como el país anfitrión, 10 goles en dos partidos… hicieron historia, pero al revés).
Desde el primer encuentro estamos reclamando nuestro merecido lugar entre los mejores: pero ese crédito recién lo obtuvimos cuando dejamos afuera a la temida Holanda del pelado Robben (que bien se merecería el título de Argentino por su garra y su picardía).
Ahora vamos por toda la GLORIA: empujados por nuestra propia historia, ahí están los goles de Bernabé Ferreyra, la entrega de Omar Labruna, el hambre de gloria de Alfredo Di Stéfano, la sabiduría del Bocha Maschio, la seguridad de Amadeo Carrizo, el temperamento del Rata Rattin, la exquisitez del Bocha Bochini, la polenta de Ruggeri, los goles de Mario Kempes, la genialidad de Maradona… A lo que hay que agregarle, acorde con los tiempos, los cojones de Mascherano, la corrida implacable de toques cortos de Messi, el papelito milagroso del Chiquito Romero…
Historia, tenemos de sobra. Pero a la historia hay que alimentarla. Y quiénes mejor que nosotros, para convertir un paseo turístico en épica, en mística, en gritos, en pasión. En ARGENTINA, asi, con mayúsculas.
El mundo nos mira y no entiende. No entiende por qué hay miles de tipos viviendo en autos, desde hace semanas, en el Sambódromo, esperando el gran momento de la Final. No entienden por qué arranca el “Brasil, decime qué se siente”… cada vez que una cámara de TV prende la luz roja.
No les da la cabeza, no entra en su lógica, comprender qué hacen Ashton Kutcher (el actor que reemplazó a Charlie Sheen en “Two and a half men”), Hugh Laurie (protagonista de “Dr. House”), los músicos de Red Hot Chilli Peppers y otros famosos, al declarar públicamente que alientan a la Argentina en la final con los alemanes.
Y ahí estamos, saltando al compás del hit del momento (la parte más linda es “tener en casa a tu papá…”), convidándole a Ashton mate y pan con dulce de leche, copando el Sambódromo y el mismísimo Río de Janeiro, jugando un “picado” en esas playas que hasta hace poco eran exclusividad de los Cariocas… Y Chiquito Romero que lee un papelito: ¿son las instrucciones para saber adónde le van a patear? ¡No! Es una cartita de amor… Pura pasión en medio de los penales.
Sólo por el fútbol, simplemente para alentar a nuestros colores, a la Celeste y Blanca… Los Argentinos somos capaces de eso, y de más. Claro, hay que aprovechar: llegamos a la Final y Brasil está cerca: y así nació la caravana eterna para coparles Río a los Brazucas…
Pero no nos subestimen, que somos capaces de llevar el imprescindible Fernet a Rusia 2018…
Salga como salga el partido de hoy, estoy muy satisfecho porque repartimos y compartimos este combo argentino de calidez humana, fervor futbolero, y gasolerismo económico, con todo el mundo.
Y lo más maravilloso, es que el mundo nos mira sin entender.
¡VAMOS ARGENTINA TODAVÍA!
Claudio Serrentino