Mientras los canales de noticias siguen atosigando con los destrozos provocados por los vándalos, mientras los diputados de la oposición se lamentan y los del oficialismo se justifican… Algunas reflexiones sobre la aprobación de la ley que recién ahora definió, para el gran público, qué es Cambiemos, a quién le va a cobrar el costo de la crisis, y qué puede hacer la sociedad civil para que esto no ocurra más.
Saltar de titular en titular, provoca una indigestión con lo urgente; oculta lo importante. Y cuando se le presta atención… ya es demasiado tarde.
La política argentina -mejor dicho: los políticos, la “clase” política- vivieron de los titulares desde el regreso de la democracia. Usaron y abusaron de los medios de comunicación para mantenerse en el poder de una u otra manera: candidatos, concejales, legisladores, secretarios de Estado, asesores, embajadores, gremialistas, organismos de control, e incluso varios han incursionado en cargos judiciales.
Todo un estilo de vida, un “savoir faire” que los mantiene, sino en la cúpula, rondándola; como oficialistas, opositores u otro lugar de expectación.
Es decir: no sirven a la causa política, sino que se sirven de la causa política para sus fines personales. Esto es: una buena vida, un buen pasar.
¿A qué viene todo esto? Sencillo: desde el regreso de la democracia, hace 34 años, se sabe del desquicio de las cajas previsionales. Es más: ya se sabía de antes, pero entonces la sociedad civil no tenía las herramientas para poder reestructurarlo.
Esta generación de políticos se ofreció a solucionarlo, pero se pasó todo este tiempo emparchando, emparchando y emparchando… Y jamás arregló nada. Nunca se sentó a planificar el país a largo plazo. NUNCA.
Ahora, hay que pagar la fiesta que gozaron ellos. Y se la vuelven a cobrar a los jubilados, el sector más débil de la sociedad.
Ahora -después que se aprobó la ley entre gallos y medianoche, con el congreso vallado, y el sonar de cacerolas- las mismas voces de siempre, las que hablan y hablan desde que se recuperó la democracia, dicen:
- “En el mundo hay cuatro activos que bancan a un pasivo. En Argentina, el promedio es de 1,4 por cada jubilado”.
- “Hay que sacar las jubilaciones de privilegio”.
- “No puede ser que los del Banco Provincia se jubilen a los 57 años”.
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“No puede ser que en Santa Cruz se jubilen a los 52 años”.
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“Las cajas previsionales están quebradas, hay que reestructurar el sistema”.
¿Y cómo van a reestructurarlo? ¿Cuándo van a reestructurarlo? Porque esta montaña de plata que les sacan a los viejos ($ 6.000 anuales por cabeza, estaría sumando entre $ 80.000 y $ 100.000 millones de pesos) no se va a usar para recuperar a las cajas previsionales. ¡Esa guita se la llevan los gobernadores! ¡Es para Vidal, Insfrán, Peppo, Alicia Kirchner, Urtubey, etc.! (el único que no firmó ese acuerdo fue Rodríguez Saá).
¿No era ÉSTE el momento para reestructurar el sistema previsional, y definir su recomposición a mediano y largo plazo? ¿No era ÉSTE el momento de analizar, proponer, debatir? ¿No es ÉSTE el gobierno del diálogo?
Si Macri vino a “refundar la República”, ¿no debería hacerlo conversando y consensuando? Hay muchos especialistas en el tema. Pero los que deciden son siempre los mismos: sí, la “clase” política.
De pensar a mediano y largo plazo, nada. La cuestión es como en la tele: ganar el minuto a minuto.
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p style=”text-align: center;”>LA FATALIDAD DE LLEGAR TARDE
La falta de información es clave para desarticular cualquier forma de debate primero, y de resistencia después. ¿Cómo puede ser que una cuestión crucial, como lo es el saqueo a los jubilados, recién tome trascendencia pública recién cuando está todo cocinado, a la hora de levantar la mano y votar?
Antes hubo -debió haber habido- un debate en comisiones, un análisis de situación que involucre a todos los sectores de la sociedad (no sólo a los diputados de la comisión, y los ministros implicados en el tema). Pero…
Macri está acostumbrado a negociar con los que “cortan el bacalao”, por eso armó una “mesita” con los gobernadores más afines, que fueron convenciendo al resto.
El anuncio fue hace unas semanas. Lo hizo el Presidente rodeado de algunos de ellos, entre sonrisas y apretones de manos. Celebraban obtener un poco de aire para sus economías, pero todavía se desconocía de dónde saldría el efeté.
Mejor dicho: en el Congreso se sabía. En el Senado, los legisladores lo aprobaron sin chistar. Miguel Angel Pichetto hizo explícito el apoyo: “todos sabían lo que firmaban, a nadie le pusieron un arma en la cabeza”.
Con el acuerdo de los gobernadores, la CGT (avaló la reforma laboral) y los senadores, el peronismo se había vuelto “oficialista” (lo que puede la plata…). Los sectores que quedaron afuera -la izquierda, el kirchnerismo- fueron los que encabezaron la resistencia.
Resistencia que fue copada por los violentos, organizados para una batalla tan destructiva como inútil. Tanto el viernes como el lunes, el foco de la cuestión fueron los desmanes, los destrozos, y no el debate parlamentario.
Lo urgente volvió a tapar a lo importante.
Y lo importante es presentar un plan alternativo -no sólo previsional, sino de país- QUE NADIE TIENE.
Mientras se sigue debatiendo la nada, hay una sola verdad irrefutable: a los jubilados les metieron la mano en el bolso. La sociedad civil marcha, golpea cacerolas, putea. Quejarse, oponerse, es lo urgente.
Lo importante: generar una alternativa seria, una nueva propuesta (no con piedras, muchachos… ¡CON IDEAS!)
La sociedad civil necesita recuperar el debate franco, la posibilidad de discutir un nuevo modelo de país. Que sirva para vivir mejor, y de paso, jubilar a esta “clase” política que sólo trabaja para sus propias necesidades.
Claudio Serrentino
Foto: Clarín