La política intenta “resolver” temas siempre sobre la hora. Pero no los termina de solucionar, sólo los patea para adelante.
Ayer, la Cámara de Diputados aprobó cel proyecto que reforma la ley de integración socio-urbana de barrios populares, sancionada en 2018, y que prorroga por diez años la vigencia de la suspensión de los desalojos.
La noticia dice que “la iniciativa impulsada por el Poder Ejecutivo Nacional propone ampliar el alcance de la ley sancionada en 2018 (declarando la utilidad pública de 1.176 nuevos barrios), prorrogar la suspensión de los desalojos por diez años (como garantía de implementación de la ley y del derecho a la vivienda) y agilizar los procesos administrativos”.
Es decir: lo aprobado hace apenas 4 años, no sirvió. Todo lo trabajado en papeles, en debates, en investigaciones, sobre un problema acuciante para gran parte de la población -la más pobre, estaba incompleto.
Se habían olvidado de incluir no a 2, ni a 20, sino a… 1176 barrios! Y como gran solución, “se prorrogan los desalojos por 10 años”. O sea, la solución definitiva se patea para más adelante.
Cuando un tema tan importante como la vivienda no se encara con la seriedad que merece, las consecuencias son nefastas.
Puede verse con la actual ley de alquileres, que quizás en teoría sea buena, pero que no tiene autoridad de aplicación. Porque entre locatario y locador, media la inmobiliaria. Y se puede deducir que la inmobiliaria no se va a poner nunca del lado del inquilino.
Entonces, debería haber algún ente estatal que se ocupe de registrar todos los contratos, y regular que los contratos se cumplan. De hecho, apenas uno de cada diez contratos está registrado.
Pero la autoridad no aparece, la oferta de casas se contrae aún más, las exigencias para alguilar crecen junto con los precios… ¿A quién le importa? A la política, no.
Siguen hablando de otras cosas, o de aprobar “soluciones” transitorias, como la de los barrios populares. No tienen conciencia de lo que significa no tener casa, quizás porque tengan de sobra.
El tiempo pasa, los problemas se agrandan porque lo único que se les ocurre es poner parches… y después se espantan cuando aparecen monstruos fasciliberales.
Enredados en sus propios intereses, perdieron la elemental lectura de la realidad.
DE VILLAS MISERIA A BARRIOS POPULARES
Lo que ahora las leyes y los grandes medios llaman barrios populares, al principio se les decía villas miseria: es decir, familias que venían a trabajar a la gran ciudad, pero no tenían dónde.
Al Estado no le importó -ni entonces, ni ahora- encarar esa falencia, y lo dejó al criterio de los precarios habitantes, que de a poco, con mucho ingenio y mucho sacrificio, lograron mejorar su calidad de vida.
Si hoy son barrios populares, es porque lo laburaron con su esfuerzo y sudor. Los gobiernos, en lugar de ayudar, muchas veces los castigaron, como si fueran delincuentes. ¿Qué allí hay delincuentes? ¡Claro! Como los hay en Belgrano, Once o Villa Devoto.
A esta realidad, hay que sumarle que la inmigración interior (de las provincias a la capital) no tuvo la misma suerte que la inmigración exterior (de Europa a Buenos Aires).
Para aquellos italianos, españoles, polacos y turcos, hubo planes de vivienda con grandes facilidades, que podían pagarse en cómodas cuotas. Nuestros provincianos no tuvieron la misma suerte, salvo contadas excepciones.
En la ciudad de Buenos Aires hay barrios populares en casi todas las Comunas, pero no tienen nominación oficial, quizás porque sea vergonzante reconocer que hay villas cerca de la vieja aristocracia porteña.
Pero ahí están: a unas cuadras de la Recoleta, al costado de la terminal de omnibus, asoma la villa 31. Detrás del impactante edificio sede del gobierno porteño, la villa Zabaleta. Frente al nuevo Gasómetro, la villa 1-11-14. Y la lista de estos nombres oficiosos, de estos barrios no reconocidos por la geografía oficial, es larga.
Los Estados deben ponerle el hombro a estos barrios populares, y lograr que sean como Saavedra, Flores o Balvanera. Con su identidad barrial, obvio, con la característica propia de cada lugar.
Pero deben hacerlo con grandeza, con visión de futuro, sin especulaciones electorales, que es lo que han hecho hasta ahora, con esyos parches que no resuelven la cuestión de fondo.
Claudio Serrentino
Foto: Télam