El 10 de diciembre se cumple un año de la gestión de Javier Milei como presidente. Desde su asunción, se llevaron adelante profundas transformaciones que afectaron la realidad cotidiana de todos los argentinos y argentinas.
En términos generales, el gobierno aplicó un muy fuerte ajuste ortodoxo para ordenar algunas variables macroeconómicas con un costo social elevado. La suba del tipo de cambio, de 118%, conjuntamente con la desregulación de vastos sectores de la economía y el incremento significativo de las tarifas de servicios públicos (luz, agua, gas, transporte), tuvieron un sensible impacto en precios (la inflación alcanzó 25,5% en diciembre, 20,6% en enero y 13,2% en febrero) que, sin ningún tipo de compensación de ingresos ni acuerdo de precios, implicó una reducción sensible de los ingresos en términos reales.
Por su parte, las principales variables macro parecen haber mejorado. Sin embargo, presentan “pies de barro” en su evolución. Así entonces, las dudas se vinculan con el nivel de apreciación cambiario, los dólares acumulados, el impacto en materia económica sobre sectores industriales, entre otras cuestiones.
La actividad económica (EMAE-INDEC) sufrió una fuerte caída a principios de año que se recuperó parcialmente a lo largo de los meses subsiguientes. El impacto de la devaluación, que licuó los ingresos de la población, afectando el consumo, sumado al ajuste regresivo del gasto estatal, generaron una fuerte contracción de la economía. En
abril, la actividad llegó a su piso ubicándose 4,4% por debajo de la medición desestacionalizada de noviembre 2023 y comienza un rebote errático: la variación mensual desestacionalizada arrojó +0,7% en mayo, -0,1% en junio +2,7 en julio, +0,9% en agosto y una nueva retracción en septiembre (-0,3%). Pese a ello, Milei sostiene que “la recesión ha terminado y el país ha comenzado a crecer”, y que “los desestacionalizados hace 6 meses que vienen, sistemáticamente, creciendo”.
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A septiembre de 2024, la actividad económica cayó 3,1% en la comparación acumulada interanual. Si excluimos el factor agro (que compara con un 2023 atravesado por la sequía), el derrumbe es de 5,5% acumulado hasta septiembre. De mantenerse este nivel de actividad económica hasta fin de año, la caída interanual será de 3,1% (el REM proyecta -3,6%) mientras que excluyendo al agro sería de 4,2%. El crecimiento del sector agropecuario, superada la sequía, amortigua y compensa parcialmente el desplome.
Otro aspecto importante a destacar es la heterogeneidad de la “recuperación”. Mientras que sectores como Agricultura, ganadería, caza y silvicultura (+38,9%), Explotación de minas y canteras (7,1%) y Pesca (8,2%) crecieron en la comparación interanual acumulada, Construcción (-19,5%), Industria (-12,4%) y Comercio (-10,8%) registraron las bajas más pronunciadas.
¿Qué puede pasar en 2025? Es de destacar al menos tres aspectos:
• No se vislumbra una mejora salarial sustancial de los salarios en términos reales. De hecho, un incremento en los salarios implicaría, en el contexto de desregulación actual, un impulso al alza de los precios. En concreto, el escaso dinamismo de los salarios implica una limitación al alza de la actividad económica dado que es el principal componente de la demanda agregada.
• La heterogeneidad en el desempeño de los sectores profundizará las diferencias entre sectores ganadores y perdedores.
• La medición de la actividad se realiza de manera interanual. Esto implica que cada mes de 2025 se compara con su mes equivalente de 2024 que, en general, han tenido un mal desempeño. Dicho de manera sencilla: si la producción de bienes y servicios actuales (diciembre 2024) se mantiene durante todos los meses de 2025 (con las variaciones estacionales esperables), el resultado será un crecimiento. En concreto, no se produce más que el nivel actual, pero la comparación con meses magros permite un resultado positivo. El gobierno hará uso de este beneficio estadístico.
CEPA – Centro de Economía Política Argentina