
El secretario de Cultura de la Nación, Leonardo Cifelli, fue abucheado e interpelado por el público durante su discurso en la apertura de la 49° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en un intento fallido por recomponer el vínculo entre el Gobierno y el sector cultural.
El funcionario buscó plantear una “tregua” con el sector editorial tras la ausencia del Estado nacional en la edición anterior, pero su intervención fue interrumpida en varios pasajes con gritos, silbidos e incluso acusaciones de “mentiroso”, especialmente cuando defendió los recortes presupuestarios y agradeció el respaldo de la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei.
“La política partidaria no debe intervenir en la cultura y mucho menos debe ser el motivo de gastos innecesarios”, afirmó Cifelli ante un auditorio dividido. En ese momento, una parte del público alzó la voz en señal de desaprobación, y los ánimos se crisparon aún más cuando preguntó:
Pese a las críticas, el secretario sostuvo que “gracias al ajuste y la austeridad”, el Gobierno duplicó el presupuesto del programa Libro% destinado a bibliotecas populares, y anunció una inversión de más de 1.500 millones de pesos para el sector editorial en esta edición de la Feria.
El acto inaugural se realizó en La Rural, donde representantes del ámbito editorial, diplomáticos, funcionarios y público en general colmaron la sala. Según señalaron desde la organización, la participación del Estado este año fue posible por un acuerdo con la Biblioteca Nacional, sin cargos para la instalación de los espacios.
Cifelli defendió la nueva política cultural del Gobierno libertario y aseguró que la administración de Javier Milei “trabaja codo a codo con el sector privado” y que “priorizará la inversión en cultura, dejando de lado cualquier gasto innecesario”.
La intervención de Cifelli, que buscaba reconciliar al oficialismo con el mundo del libro tras un año de fuerte conflicto, dejó en evidencia la persistente tensión entre el Gobierno nacional y amplios sectores del ámbito cultural.
Por su parte, el escritor Juan Sasturain leyó un discurso de 26 páginas, en el que recorrió el apasionante camino de la literatura argentina y mundial. El remate de su larga diatriba, pareció especialmente dirigido a los funcionarios del gobierno nacional:
“Un tercer síntoma es la flagrante irresponsabilidad. El enfermo del Mal de Bierce obra y decide sin tener en cuenta las consecuencias, a menudo trágicas, de sus actos. No menos significativo es un síntoma clásico y fácil de percibir, por lo aparatoso: la megalomanía y la consecuente arrogancia. Lindante con el ridículo, este síntoma requiere, para ser neutralizado, una ineludible colaboración del paciente. No es fácil, por supuesto. Acaso imposible. El enfermo del Mal de Bierce está imposibilitado para una autopercepción objetiva. Eso le impide por ejemplo, darse cuenta de su ignorancia (lo que no sabe o sabe mal) o su inconsecuencia (decir hoy lo contrario de ayer o mañana sin aparente contradicción).
Por último, la víctima (porque aunque su soberbia no lo admita, lo es) enferma del Mal de Bierce padece de una penosa tendencia a la confusión conceptual. Así, en términos de la vida en comunidad confundirá la Patria con una empresa, el Estado presente con un árbitro ciego, los escrúpulos con una isla griega y –según la definición del sabio Gila-, la Economía con la econosuya.
Resumiendo, cabe estar atentos todos a la aparición –enfrente, a nuestro lado o en el espejo personal- de cualquiera de estos síntomas lamentablemente generalizados. Y obrar en consecuencia, antes de que sea tarde. Mientras sintamos vergüenza habrá esperanza para todos y cada uno.
La vergüenza es salud.
Brindemos por eso”.